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S. herrero | m. garcía vidart
Logroño
Domingo, 5 de septiembre 2021, 00:04
Seguro que la tarde-noche en Logroño fue de sensaciones raras. Como todas esas que se han experimentado el primer día en el que se ha recobrado algo que antes era normal y que el maldito bicho, durante un año y medio, ha convertido en ... extraordinario. Viajar con tu equipo, en este caso el Racing, ha sido una de esas cosas extraordinarias que no se ha podido hacer. Pero este sábado los verdiblancos, una de las aficiones más viajeras y más apreciadas por esos campos por los que ha tocado penar desde ya hace varias temporadas, volvían a ataviarse de bufanda, camiseta de turno y a lucir de racinguista por otros lugares que no son Santander. Ayer tocaba Logroño. Uno de esos sitios que lo tiene todo para un viaje futbolero: cercanía, excelsa gastronomía y buen adversario enfrente. En este caso una Unión Deportiva Logroñés que apunta a ser uno de los gallos de la categoría y a discutir el favoritismo que Deportivo de La Coruña y Racing tienen en este grupo I de la Primera RFEF.
El miércoles se conocía la cifra exacta de entradas para los verdiblancos en la zona visitante. La U. D. Logroñés reservaba 600 localidades de las 8.000 que podía tener Las Gaunas. Aunque los racinguistas que se desplazasen al estadio podían adquirir localidades en otras zonas. Así, la capital riojana vio un goteo de verdiblancos –unos 300– con las más diversas opciones para pasar el día. Comer por Logroño, bien sea de restaurante o unos cuantos pinchos por su celebérrima calle Laurel, es un plan de lo más apetecible. O esos mismos pinchos servían de merienda-cena a los que decidieron ir por la tarde, dada la hora del partido. Esas once y cuarto pasadas como hora para la conclusión hacía que otros optasen por el plan de hacer noche en Logroño y regresar el domingo tranquilamente a la capital cántabra.
Esos tres centenares de verdiblancos quisieron apoyar a los suyos tras año y medio sin viajar con el Racing. Entre ellos algún exracinguista ilustre, como Quique Setién y Esteban Torre. A las 20.00 horas, unas decenas de hinchas recibían a una expedición verdiblanca que llegaba en ese momento a Las Gaunas, tras haber comido en la capital riojana y descansado en un hotel. El día era de cuento en cuanto a lo meteorológico, con sol y unos 25 grados a lo largo de la jornada, que apenas bajaron un poco a la hora del comienzo del choque. Era la tarde-noche perfecta.
Y poco a poco llegaba la hora del partido. Con las pertinentes y aún estrictas medidas de seguridad que lo siguen condicionando todo, pero la afición del Racing volvía a visitar un estadio para animar a los suyos. «Con el 1, Lucas; con el 3, Satrústegui...». Los consabidos jaleos de los nombres volvían a resonar. Aunque fuesen coreados por unos pocos cientos de aficionados. Cuando a las nueve y media el aragonés Monter Solans hizo sonar su silbato para dar inicio al partido, al poco se empezaba a oír un grito que, en los viajes del equipo cántabro, se perdía ya en la lejanía de lo arrebatado por el covid. 'Racing, Racing...'. Por suerte, y si se mantiene la evolución de la pandemia, parece que el equipo verdiblanco, vaya donde vaya, ya no jugará más sin un puñado de alientos desde la grada.
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