Otro referéndum en los Campos de Sport

Desde su atalaya de presidente Alfredo Pérez ve cómo cada vez está más cerca de que le lleve el coche la grúa. El mismo que le ha prestado a un Chuti Molina que conduce en dirección prohibida, sin rumbo y a volantazos. El manchego cambió hace un par de meses al chófer -despidió a Iván Ania- y le dio las llaves y el manual de instrucciones a otro -Cristóbal- que cada día que pasa se da más cuenta de que el coche no corre. Y para colmo, en este viaje, buena parte de los pasajeros -los futbolistas- se han colado de polizones sin dar la talla. Por todo esto, el Racing es el último. Ni que sí ni que no pero el último. Todo es gris cuando en la clasificación de cualquier cosa, un equipo no tiene a nadie que le persiga.

Hoy es la UD Las Palmas (18.15 horas), pero en realidad lo mismo da que lleguen los insulares, que el Alcorcón -que es el siguiente rival que visita los Campos de Sport- o el Manchester City, que hace una docena de años -y un mes, exactamente- se fue goleado de Santander. Hace mucho tiempo que ya nadie se fija en el adversario. El aficionado verdiblanco vive arrinconado en una sala de espera sin esperanza de espaldas a la suerte. Diez; no una ni dos ni tres... Diez veces se ha adelantado el Racing en el marcador -casi la mitad de los partidos de Liga- y tan solo en dos ocasiones ha sido capaz de ganar. Insuperable. Es casi imposible hacerlo peor. Y sin embargo, este Racing está a solo tres puntos de la permanencia. Por eso y solo por eso es normal que Cristóbal -al que cada vez más empieza a notársele más inquieto dentro de esa pose no escrita que adoptan los tipos de fútbol- lanzase ayer un mensaje directo: «No creo que hayamos tocado fondo». No es el adalid de las arengas ni el constructor de discursos motivantes que produzcan hormigueo en quien los escucha.

El míster va al grano: «No podemos bajar los brazos». ¿Pero con eso será suficiente? Quién lo sabe. Por estos lares se prefiere a alguien que eleve la voz, que haga gestos y que se muerda el labio inferior al acabar de hablar. No obstante, en realidad da igual. Nada importa si el equipo no gana y el Racing no lo hace desde hace más dos meses. «Intentamos dar golpes en la mesa cada semana. Los jugadores están trabajando bien, pero cometemos errores y nos cuestan muy caros», añadía Cristóbal. «Carísimos».

Llegado este momento, resultaría incomprensible que hoy vuelvan a jugar los mismos que semana tras semanas perpetran pseudopartidos inconcebibles. Que la defensa siga siendo la misma es casi un acto suicida. Que jugadores como Alexis se mantengan en el once inicial o que Buñuel y Figueras repitan sin que todo merezca una reflexión resulta difícil de digerir para el sufridor verdiblanco que asiste atónito como se le escapa otra vez el caballo. Por el tono, el gesto y el paralenguaje de ayer en la rueda de prensa, Cristóbal parece que reaccionará esta tarde. A suerte o a muerte.

Carmona, Olaortua -si es que no le dejan fuera de la lista por algún motivo- o algún chaval del filial pueden aparecer. Lo mismo que el joven Martín Solar, un joven del Rayo que le gusta a todo el mundo que le ve, pero que no parece haber aprobado el examen de admisión en el primer equipo. De momento jugó ayer con el filial. De lo que no hay duda es de que Papu va a ser titular y que el míster va a hacer de la necesidad virtud colocando al georgiano en su puesto natural -la banda derecha- y traspasando a Yoda a la delantera. No es que le haya entrado un ataque de entrenador; es que no puede hacer otra cosa.

David Rodríguez, David Barral, Jon Ander, Nuha -que ya se fue-... el delantero que marque goles en este Racing no ha salido aún del bloc de notas de Chuti Molina. Y hoy el que tiene toda la pinta de entrar en la lista por fin es Siverio, delantero del filial que con 16 goles estaba llamando a las puertas del primer equipo ¿Quién no ha oído esto en la cena de Navidad de hace quince días? «Si los mayores no funcionan, que jueguen los chavales», que decía Óscar Mena, un argentino que jugó en el Racing hace dos décadas. Después de llegar del Atlético y de demostrar que el fútbol le había abandonado, tuvo que ser Quique Setién el que le mandase al banquillo. Asumió su rol. Y es que todo tiene fecha de caducidad.

Sería adoptar una conducta antideportiva rendirse o resignarse a su suerte sin tratar de hacer algo por evitarlo. A pesar de todo, es humano que Cristóbal reconozca sentir impotencia. «Me frustra no conseguir resultados positivos. Lo que uno quiere es que el trabajo tenga recompensa».

Por todo ello, el equipo recibe hoy a Las Palmas. Corría la tercera jornada de Liga cuando el equipo viajó a las Islas para jugar ante el equipo insular, el primer desplazamiento en el fútbol profesional desde el regreso. El más lejos posible. Quién podía imaginar que lo que se vio allí sería el resumen perfecto de todo lo que ha ocurrido desde entonces. El Racing se adelantó, pudo sentenciar, jugó mejor que su rival, pero con un jugador menos los canarios le dieron vuelta al marcador y con el tiempo cumplido Cejudo empató la contienda. Aquel día empataron y después lo harían once veces más -ya lo habían hecho con el Almería antes- y fue Cejudo -casi siempre Cejudo- el que salvó los muebles. Porque el cordobés es el único futbolista que ha cumplido como se esperaba de los 'veteranos' que rescató Chuti Molina del mundo. Hoy volverá a jugar. Los últimos minutos de cada partido los termina jugando como mediocentro -desde que Cristóbal ocupa el banquillo- y tampoco sería mala idea que el míster se volviera 'loco' y le diera la batuta del equipo. Total, si es el último. Nadie le persigue.

No hay mucho más que decir sobre el partido de hoy. La afición ya va a los partidos casi por inercia, no en vano acaba de dar carpetazo a un año -2019- en el que sólo vio a su equipo ganar siete veces en su estadio -seis en Segunda B y una en Segunda-. Toma esa. Es para poner un monumento a los que se dejan la garganta en la grada. Hoy tiene pinta de que entrarán al estadio afónicos después de protestar una hora antes frente al despacho presidencial. Sus voces se estrellarán contra los cristales, pero alguna de ellas se colará en las conciencias de quien le toque.

Y así está el cuento de la buena pipa. Casi está de más hablar de sistemas tácticos porque no ha dado tiempo para entrenarlos y porque lo de jugar con tres centrales -como hizo el Dépor, pese a ser el último, y le salió bien- sería una sorpresa mayúscula. Aunque nunca se sabe.