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Prisas, bocadillos, cazadoras abrochadas hasta el cuello, bufandas enroscadas, padres con niños, grupitos, aceras abarrotadas, lluvia en Galicia, quioscos, churrerías, bares con gente arremolinada en las puertas, taquillas con filas, policías, ruidos de claxon, coches que buscan aparcamiento, cae la noche, se encienden las torretas ... de luz, al fondo las olas azotan con fuerza el malecón... Y 20.000 espectadores en Riazor. El fútbol de siempre ha vuelto.
Cánticos intimidantes a la llegada del autobús del Racing aunque todo en calma. Los jugadores atraviesan un paseíllo formado por los agentes de la Policía Nacional y sus caras son el reflejo. Giran la cabeza y no se quieren perder el escenario. Ambientazo. Algunos es probable que lo hayan vivido, pero para otros es algo nuevo. La calle Manuel Murguía, paralela al estadio, se ha vuelto peatonal y abundan las camisetas blanquiazules. Se escucha de fondo algún «¡Fuera, fuera!» que da la bienvenida a un Racing forastero. Gelín se apura en cerrar las puertas laterales, de donde los utilleros han sacado en medio de un concierto de pitos los enseres de trabajo. Maletas con ruedas y con equipajes, balones... El Racing ya está en Riazor. Saltos, gritos, ruido, mucho ruido. Los jugadores del Deportivo llegan de uno en uno. Vienen de sus casas y los aficionados que les conocen les agasajan. Los protagonistas ya están en el campo de batalla. Y en las taquillas sigue la cola. En todas las puertas hay fila. Se han vendido 8.000 entradas y el club tiene 19.000 socios. Lo de hoy –por ayer– bien lo quisieran partidos de Primera. Y en La Coruña es casi habitual. El fútbol con mascarilla retuerce el cuello a la pandemia y se inventa una noche de las siempre.
El Racing salta al campo y los jugadores alzan la vista a las gradas.En una esquina se ven camisetas blancas. Será uno centenar. Se les oye a lo lejos. Miquel Parera les saluda mientras el resto del estadio le silba. Quedan cuarenta minutos y hay media entrada. Salta el Racing, con Tienza el primero y tiembla la grada. Salta el Dépor, la gente se pone en pie. Al descanso: silencio. Se apagan las luces y... Suena 'Terra', de Tanxugueiras. Un espectáculo de luces envuelve al espectador en una atmósfera única. Y al final del partido, un abrazo de todo el Racing en el centro del campo que enmudeció Riazor.
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