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Otra ronda que va por Manolo
Una ilusión nos persigue

Otra ronda que va por Manolo

La figura de Preciado sobrevuela cada partido que juegan cántabros y asturianos. Su recuerdo obró el milagro: de cruda rivalidad a pugna vecinal con hermanamiento

Álvaro Machín

Santander

Jueves, 28 de noviembre 2024, 07:16

Si hay que poner bote para pagar la ronda, en Gijón y Santander no hay pegas. A escote y por Preciado. Lo que Manolo ha unido que no lo separe el hombre. Ni el tiempo. Ni la rivalidad. Su figura sobrevuela cada vez que Racing y Sporting pisan el césped. Porque no fue sólo un futbolista y un entrenador. La personalidad está por encima de la biografía. Su trabajo, su vida y hasta ese destino fatal que se cebó con él han dejado un legado en tricolor: verde, blanco y rojo. Esta ronda va por Manolo.

Para entender la trascendencia de Preciado tal vez lo mejor sea escuchar a alguien de fuera. Ni de la Tierruca ni del Principado. Un canario, por ejemplo. Para promocionar los cromos de Segunda que tienen locos a los críos, le grabaron a Arana un vídeo. Esos que se llevan tanto ahora en las redes. Cogen a un futbolista, le van diciendo nombres y les pone, según salen y a la carrera, en orden de leyenda. Iba de míticos del Racing. Setién, Munitis, Ceballos... El delantero puso a Preciado en lo más alto. Número uno. Más allá de justicia en la decisión del nueve –no va de eso–, lo importante es el significado. Cómo se ve desde fuera. Cómo se entiende Preciado.

Aquí y allí, en Cañadío o en Cimadevilla, no hace falta dar muchas explicaciones. Manolo fue futbolista del primer equipo del Racing entre el 77 y el 82. Más de cien partidos. Mucho después, tras dirigir al filial, tomó las riendas del primer equipo como entrenador. Dos etapas, en la 2002-2003 y en la 2005-2006. Incluso cuando vinieron mal dadas hubo cariño. Mutuo. Y lo mismo pasó en Gijón. Del 2006 al 2012 –casi nada– y con un ascenso de por medio. Mucho aprecio. En esos años se forjó la nueva relación entre aficiones. De la hostilidad al acercamiento y de ahí, al cariño. Los más jóvenes no lo han vivido, pero en un Sporting-Racing (o al revés) más de una vez hubo calenturas. Nada que ver con lo de ahora. Fue por Manolo. Y todo eso sin sacar a relucir la leyenda del 'Pacto de Llanes', concretado para los creyentes en dos partidos (final de la temporada 2010 y final de la 2011) con victoria para el más necesitado.

Pero el hermanamiento lo ató Preciado como aquella batalla que ganó El Cid después de dejar este mundo. El dolor por la pérdida unió en actos a las dos aficiones (y a la del Levante, la Gimnástica...). Lloraron juntas –porque se lloró mucho– y después del luto y del duelo ambas hinchadas, como pasa siempre, empezaron a sonreír al recordar al ser querido. La grada y los clubes. Se jugaron memoriales (hasta de fútbol playa), hubo homenajes... En el paseo de Tetuán le pusieron una estrella, saludar a su estatua de Gijón es cita obligada en cada derbi y en La Planchada, en Astillero (Manolo es Hijo Predilecto del municipio), también colocaron un busto.

Lo mejor es ver a la mareona y a la mareuca en cada duelo. Desplazamientos sanos –siempre puede haber un tonto, pero no se trata de darles protagonismo– y masivos. En Copa, entre semana, puede ser algo más suave, pero, seguro, será bonito. Para el Racing, el torneo y el rival encajan como un guante en la ilusión que nos persigue. En un año bonito, inolvidable, que va perfecto. Y para el Sporting, parecido. Sin la presión de la Liga –que es lo gordo, todos lo tienen claro, aunque no se trata de regalar ni tirar nada–, Manolo diría que, pase lo que pase tras el partido, mañana saldrá el sol. Que el que gane no va a ser el Bayer Leverkusen ni el que pierda la última mierda que cagó Pilatos.

O algo así.

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