El Sardinero se abre de par en par

Los pequeños se acercaron a sus ídolos y todo parecía de película. La lluvia obligó a cerrar la Preferencia y los aficionados tuvieron que subirse a la Tribuna, por eso no pudieron saltar al campo o acercarse a los banquillos como en otras ocasiones. Lo bueno llegó al final, fuera del estadio, cuando los futbolistas se pusieron la corona de los Reyes Magos y regalaron las sonrisas al futuro del Racing, a ese bien tan preciado que se llama afición que no falla nunca.

La jornada de puertas abiertas va camino de convertirse en una tradición. Con estos métodos del fútbol moderno, el que la gente se acerque a su equipo es ya un bien muy codiciado y un coto privado de ciertos nostálgicos que se niegan a pasar por el aro de las normas. El Racing es uno de esos pocos clubes que aún mantiene formas y estrategias que rompen un poco con el hermético mundo en que se ha convertido el fútbol profesional. Por eso, cuando puede abre las puertas a su masa social. Lo hizo hace un par de temporadas por Navidad y fue un éxito. Y el día de la noche de Reyes lo volvió a hacer. A eso de las 10.00 horas los aledaños del estadio parecían un día de partido. Los coches buscaban un lugar para descansar y los policías miraban para otro lado al ver que más de uno abandonaba el vehículo con prisa.

Con un aplauso unánime recibió la muchedumbre a los jugadores cuando saltaron al campo. Fue uno de los momentos más duros del día. Llovía, hacía frío y soplaba el viento racheado. Fue como si quisiera alguna fuerza superior poner a prueba la fe y el compromiso racinguista. «Vaya cómo cae. Dale, anda dale», decía Lolo (pon Lolo, repite el protagonista) a Chuchi, su hijo de siete años que se trajo hasta mochila. «No sé qué le ha metido la madre ahí. Pensará que vamos a hacer noche por aquí», bromeaba el resignado padre que aguantaba estoicamente las inclemencias en aras a queno se perdiese la alegría de los pequeños. José Alberto organizó una sesión un poco más dinámica de lo habitual. Un calentamiento, que fue coreado desde la grada; unos ejercicios de contacto con el balón y un partidillo para que disfrutasen los espectadores de lujo. «¡Buena, Manti, buena!». Los canteranos fueron los más reclamados por los aficionados.

Ellos y Peque, que con sus goles y su simpatía se ha ganado a la gente. El catalán fue el que más se quedó a saludar al terminar el trabajo. Le acompañó otro que también fue requerido, Jokin Ezkieta. El portero agradeció los gritos de ánimo regalando los guantes. Trato de hacerlo al azar; miró para otro lado y los lanzó a la grada.

El frío obligó a que se retirarán sin parar antes para compartir el momento con la afición, pero no fue una despedida sino un hastaluego. Los racinguistas aguardaron en las puertas del estadio en busca de un recuerdo. La lluvia dio una tregua y eso fue suficiente para que nadie se fuera. «¿Viste el golazo de Arana?».«¡Cómo corre Andrés Martín. Qué bueno es!». Precisamente el sevillano fue el más veloz, entre otras cosas, en marcharse a la ducha muerto de frío. Guantes, gorro y chubasquero. Al de Aguadulce no le va mucho este caprichoso frío del norte. Las escaleras de Tribuna hasta llegar a la calle eran un foro de ideas. Cada uno contaba una historia, una anécdota.

Y ya en la puerta: móvil preparado. La tecnología ha hecho su trabajo y ahora lo del teléfono es algo que no puede faltar en ningún evento y mucho menos en una caza de selfis. «Iván, una foto, porfa». Morante fue de los primeros en saltar al ruedo. Probablemente su apellido un tanto taurino le dio la alternativa. El futbolista, con ascendencia cántabra, fue también uno de los más gentiles y aguantó hasta que no quedó ningún chaval en busca de un recuerdo. Fue hasta bonito comprobar que lo del poster y el rotulador se mantiene. Por mucho que progresen los botones y la informática siempre habrá un crío con la foto de sus jugadores preferidos pidiendo un autógrafo: «Saúl, ¿me firmas, me firmas?». Y Saúl firmó. Como Sangalli que se puso un chándal y salió para no hacer esperar a la gente y Rubén Alves, Arana, que se le subieron un par de pequeños a la 'chepa' y el canario se hizo la foto como si fuera un sherpa.

Después Mantilla, Pombo, Lago Junior… «¡Capi, capi!», gritaba otro más. Este con una bufanda de la peña San José de El Astillero rodeándole el cuello. Alzaba la voz con esa necesaria falta de vergüenza cuando se es pequeño y se busca lo que más se quiere. «Íñigo, hazte una foto». El que convenció al capitán fue el padre, que viendo lo reivindicativo que estaba su hijo se vino arriba. Y los tres salieron en la foto. En esa foto que con los años se convertirá en una reliquia. Bueno, salieron ellos tres y un porrón de amigos más que asomaban el coco en el encuadre del selfi.

Mientras se retiraban los jugadores del campo, los jefe, Mikel Martija y Manolo Higuera, bajaban al césped y mantenían una conversación con el cuerpo técnico. Ninguno dejaba de mirar a la cantidad de seguidores que coreaban los nombres de los jugadores con una emoción que extra. Todos pueden estar orgullosos de ser parte de esta historia, pero lo malo de ser el dueño del 'prao' es que siempre es poco. La marcha del Racing es tan buena que ahora hay que pensar en que el ritmo no pare y eso es cosa de ellos. Hacer números, buscar alternativas, pensar más allá… Todos esos deseos son los que le habrán pedido a los Reyes Magos para que a la fiesta nadie le apague la música.

Por cierto, el césped lució en mejores condiciones que la última vez. Los trabajos a destajo que llevan los operarios por ver crecer la hierba igual que el sentimiento racinguista empiezan a dar sus frutos. Le han tenido tapado con una manta térmica durante las últimas dos semanas y este viernes le descubrieron. Ahora le cortarán el 'pelo' con máquinas que no pesen para no deteriorarlo. Vamos, que lo van a mimar.

La de esta mañana era la primera sesión del año, tras las vacaciones, en la que los futbolistas verdiblancos salían al césped a tocar balón y hacer trabajo táctico de cara a la reanudación liguera del próximo viernes, día 12 ante el Eibar (Ipurua, 20.30 horas).

En lo que a lo deportivo se refiere, José Alberto López tiene a su disposición a casi todos sus futbolistas, si bien Clement Grenier continúa con el trabajo específico de fuerza en el gimnasio (esta mañana hizo además carrera continua) y Álvaro Mantilla se ejercita con precaución por unas molestias en el recto. En cuanto a Juan Carlos Arana, ha participado en la sesión, pero no podrá jugar al incluir su contrato de cesión con el Eibar una cláusula compensatoria en caso de que juegue contra los armeros. Pero ni aun haciendo ese pago podría alinearse, porque dada la situación forzó la quinta tarjeta amarilla en el último partido de 2023, frente al Andorra, para cubrir así el cupo y cumplir su sanción por acumulación de amonestaciones precisamente frente al Eibar.