No nos podemos fallar
No nos podemos fallar». Es lo más coherente y constructivo que he escuchado y leído en el racinguismo en los últimos meses. Más aún, viniendo ... de donde viene. Hay jugadores que atraen los focos por su talento, pero hay otros a los que deberían poner de ejemplo en todas las escuelas de fútbol. Porque lo que tienen no se entrena. Gente de equipo, que suma siempre, que no sabe donde tiene el ombligo porque mira por el colectivo. La frase es de Miquel Parera, que no juega desde el partido de Copa contra el Celta, el 5 de enero. Y su compañero, Pol Moreno, once minutos suma en toda la temporada. El pasado domingo, en Elda, aun asumiendo que un día más no iban a jugar –pese a qué últimamente Ezkieta está fallando y que con el defensa catalán en el campo no se habría escapado la victoria, estoy convencido–, fueron los únicos suplentes que se unieron a las instrucciones del técnico durante las paradas de hidratación; los únicos que saltaron a celebrar, con rabia, el gol de Karrikaburu en el empate a uno; los que más se levantaron en los momentos complicados para apretar al árbitro y arengar a unos compañeros cada vez más perdidos. Ellos, que terminan contrato en apenas un mes y que son conscientes de que si se asciende no van a jugar en Primera División con el Racing. Pero saben de la importancia absoluta de esto. Ambos vienen de hacer regresar al club verdiblanco al fútbol profesional desde el pozo. Estuvieron en Villaviciosa de Odón, Tudela o Calahorra. No olvidan. «Si lo queremos tirar todo por la borda, pues lo tiramos», espetaba José Alberto el domingo, tras el empate en Elda. Pues no, míster, claro que no es el momento. Es hora de mirar por el grupo, por el racinguismo. Por esa tribu que ha superado los peores tragos, enfermedades y secuestros unida. En el ADN verdiblanco está esa palabra que tantos se tatúan y luego casi nadie pone en práctica: resiliencia. Porque ser del Racing es caerse y levantarse. Ene veces si hace falta. Pero es que el equipo de José Alberto todavía no se ha caído. Está perdiendo la verticalidad, sí ;se expone a pegarse un batacazo sideral. Sin embargo, aún no ha besado el suelo. Y ser del Racing también supone creer que rendirse no es una opción. Nunca. Ni al borde de la desaparición.
Es hora de mirar al de al lado. Al que lleva los mismos colores. Todos. Hombro con hombro. La pelota está en el tejado de los futbolistas, porque los de fuera ya han dado de sobra. A la afición lo único que se le puede pedir es que no se divida ahora. Aquí nadie va a conseguir el balón de oro, pero sí están en disposición de firmar un ascenso histórico a Primera División. No es algo de lo que pueda presumir todo el mundo. Con la afición empujando, porque, aunque esté dolida, en cuanto sienta un atisbo de dignidad y orgullo apretará como siempre. Abono para el 'Huerto del Francés'. Así que, los que tengan dudas, que les peguen una patada como hizo el racinguismo con el trasero de Harry; los que tengan rencillas con el entrenador, que las resuelvan en el balcón del Ayuntamiento; y las cruces que tenga puestas el míster, que las quite, que aquí hacen falta todos. Por mucha cabezonería individual, nadie va a salir beneficiado de que el Racing fracase el domingo. Escuchen a Miquel Parera: «No nos podemos fallar». En primera persona del plural.
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