Secciones
Servicios
Destacamos
En apenas un mes se cumplirán dos años desde que Chuti Molina llegó al Racing para convertirse en el director deportivo con mayor poder de la historia del club. Ahora es un virrey con el trono apoyado en un precipicio. Su llegada de la ... mano del director general, Víctor Alonso, avanzó en un cambio de época que cristalizó con la salida de Manolo Higuera y su equipo y su relevo por el Grupo Pitma de Alfredo Pérez y Pedro Ortiz, que ya eran dueños del club, pero en su primera etapa habían optado por no ejercer el poder ejecutivo.
Los mismos Pérez y Ortiz, que dada la crisis multiorgánica del Racing han convocado un desayuno de trabajo con los medios para salir al paso de las críticas y ofrecer una imagen de tranquilidad. En definitiva, para romper el secretismo y esa consigna de 'nuestra política de comunicación es que no hay comunicación' que llevaron al club. También para tender los puentes que el 'chutismo' rompió con el entorno y afición. Y de paso hacer algún anuncio, según se ha dejado ver. Por el momento Molina seguirá -aunque su fecha de caducidad está muy próxima- como al menos a corto plazo Cristóbal Parralo. Falta por comprobar si lo harán además con un margen algo mayor en cuanto al tope salarial, después de que el director deportivo lo haya implorado una y otra vez. Claro que el presidente tiene contestación: ya se atendió la petición en verano y Molina se comprometió a hacer un equipo para la permanencia, que por el momento no da.
Luca Zidane. Llegó este verano. Ha sido una sorpresa grata y es titular indiscutible.
Jagoba Zárraga. Jugó un partido en una temporada. Llegó para cubrir una ficha sub 23.
Aitor Buñuel. Fichado el verano de 2018. Un éxito. Internacional sub 21 con España.
David Carmona. Está cedido. Gris. A la sombra de Buñuel ha jugado a ráfagas.
Jordi Figueras. Irregular el primer curso y fijo este año. Criticado de más a menos.
Iñaki Olaortua. Cumplidor. Debutante en Segunda aprueba sin nota.
Alexis. Un borrón. Muy lejos del futbolista que fue, no ha rendido como se esperaba.
Óscar Gil. De fijo a defenestrado. Este martes se concretó su salida al Atlético Baleares.
Abraham Minero. Otra apuesta por la veteranía que se ha quedado sin premio.
Moi Delgado. No ha dado una sola nota en toda la Liga. Cedido hasta el 30 de junio.
Rafa de Vicente. Fichado en 2018 y no renovado en 2019. Su salida fue polémica.
Mario Ortiz. Se cumple ahora un año de su llegada. Fijo. Buen rendidimiento.
Ritchie Kitoko. Intermitente desde 2018. Sus lesiones no le han dejado aportar.
Dani Toribio. Indiferente. Cedido hasta el 30 de junio no se ha ganado el puesto.
Nkaka. Nada que destacar. Aún no se entiende su llegada cedido en verano.
Redru. Desapercibido. Duró cinco meses y apenas jugó seis partidos.
Nico Hidalgo. Buen rendimiento el primer curso y desaparecido el segundo.
Berto Cayarga. Fue clave en el ascenso, pero este año se ha quedado apartado.
Enzo Lombardo. De más a menos. Deslumbró a su llegada en 2018, pero está estancado.
Álvaro Cejudo. Está cumpliendo con las buenas expectativas dado su currículum.
Alberto Noguera. Duró seis meses. Llegó por sorpresa cedido y no se le contrató. Bien.
Papu. Acaba de llegar sin que se le esperase. Buenas sensaciones.
David Barral. Fue una bomba su llegada, pero no ha cumplido. Se le busca salida.
David Rodríguez. Lejos de su alto coste y su curriculum. Apenas ha aportado algo.
Nuha Marong. Duró tres meses. Llegó en verano y salió en enero. Incomprensible.
Dani Segovia. No se le renovó en verano. Jugó un año y cumplió con intermitencias.
Jon Ander. Barato; un suplente al que una lesión le condenó. Podría salir ahora.
Javi Siverio. Con 16 goles en Tercera ni entrena con el primer equipo. Fichado en 2018.
Rafa Tresaco. Fue una sorpresa en el invierno pasado. Juega con el filial.
Manu Hernando. Cedido del Castilla, donde era suplente. No se entiende su llegada.
Yoda. Recuperado del extranjero ha ofrecido un gran rendimiento. Un éxito.
Lucas Díaz. Fichado para el filial el verano y cumplió con el primer equipo por urgencia.
Rulo. Duró tres meses. Llegó en verano de 2018 y salió en diciembre. Mal.
Desde su llegada hace dos años en plena zozobra deportiva y tras la dimisión de Pachín, el equipo ha vivido un ascenso -con el mayor presupuesto de su grupo y el segundo mayor de toda la Segunda B-, 33 fichajes de jugadores, dos entrenadores, doce despidos, varios cambios de los responsables de cantera -prácticamente arrasada-, una modificación sustancial del modo de trabajar del filial y una profunda remodelación en el funcionamiento interno del club.
Su llegada fue tan de sorpresa como que al presidente por entonces, Manolo Higuera, se lo tuvieron que presentar cuando apareció. Su personalidad arrolladora y el modo de utilizar sus plenos poderes -concedidos por quienes le trajeron- le han supuesto que se le reconociera el éxito, en un primer lugar -siempre con limitaciones-, y que no se le perdone, después, su cadena de errores. Máxime por sus formas, con innumerables desencuentros dentro y fuera del club, y su empeño en alejar a la masa social. Su intervencionismo ha deparado decisiones tan pueriles como no hacer públicas las convocatorias antes de los partidos o prohibir la entrada de los aficionados a los entrenamientos.
La grada acaba de hablar: «Chuti vete ya». La afición se concentró para protestarle a los dueños y el principal señalado fue él. La pancarta que lució en la Gradona durante el partido ante Las Palmas fue significativa. Es la primera vez que el racinguismo quiere la cabeza de un director deportivo sin apenas pedirle cuentas al entrenador, ni a Iván Ania ni a Cristóbal. Más allá de sus aciertos y errores, lo que es patente es que su persona tiene enfrentada a la masa social verdiblanca.
El manejo del mercado de Chuti Molina, tras ocupar el mismo puesto que ostenta en el Racing en clubes como el Murcia, Elche o Betis le colocaban de partida como un profesional reputado. Pero ya en su primera temporada construyó un equipo muy veterano y descompensado que ganó un solo partido de los últimos nueve y generó, de paso, una hipoteca para el curso siguiente. Con el máximo presupuesto formó un equipo al que la Liga se le hizo eterna. Aun así consiguió el ascenso y se adjudicó el éxito.
Esta personalidad arrolladora es la que propició que desde el principio Alfredo Pérez y Pedro Ortiz, los dueños del Racing, delegaran por completo en Molina toda la parcela deportiva -como es lógico- y muchas más competencias que se ha ido atribuyendo con el paso de los meses. En su haber está que tomó las riendas del club en el peor momento deportivo de la historia de sus más de cien años. En mayo de 2018, en aquel partido que el equipo perdió en Zubieta ante la Real Sociedad B con el que se quedó sin opciones de jugar el play off de ascenso -con Carlos Pouso en el banquillo-, comenzó su trabajo. Tomó drásticas decisiones nada más llegar; despidió a hombres de la casa como Adolfo Mayordomo (20 años en el club) o Javier Pinillos y acabó con los contratos de futbolistas cántabros como Juanjo o Antonio Tomás, que si bien no habían rendido como se esperaba de ellos, salieron todos por la puerta de atrás y en los tribunales. Remodeló la plantilla desechando renovaciones de futbolistas como Dani Aquino o Borja Granero, que después de haber sido importantes habían dejado de serlo. Apostó, bien es cierto, por empezar de cero sin heredar nada en un intento de asumir sólo las responsabiliadades achacables a él. Todo lo que se hizo desde ese momento lleva su firma. Fichó a 18 futbolistas en su primera temporada y 15 en la segunda.
La capacidad económica con la que contó -al principio- y la abundancia de recursos que le pusieron a su alcance los propietarios del club le pemitieron trabajar sin limitaciones. «Si está ronda sale mal, la pago yo», aseguró en aquellos meses previos al arranque de la temporada. El presidente, Alfredo Pérez, en unas declaraciones que tuvo que matizar posteriormente al admitir que se pasó de frenada, resumió el escenario en el que Chuti Molina se movió a sus anchas: «Tiene carta blanca». Esta frase les ha perseguido a ambos desde entonces y es probable que haya complicado varias operaciones de jugadores al entender -con buen criterio por parte de sus agentes- que el Racing tenía más dinero de la cuenta.
Su primera tentativa racinguista para configurar la plantilla tuvo más aciertos que errores; apostó por recuperar a futbolistas veteranos de su cuerda -algunos coincidieron con él en equipos años atrás- y los mezcló con buenos jugadores sub 23 con mucho futuro. Así fichó a Álvaro Cejudo o Jordi Figueras, dos ejemplos que brillaron poco en Segunda B por las lesiones y que lo están haciendo mejor ahora en Segunda. Ambos estuvieron muy criticados el pasado curso por ser excesivamente caros y no rendir -por sus problemas físicos- tanto como se esperaba. En su haber también está el saber ver antes que otros directores deportivos el talento de Berto Cayarga o Aitor Buñuel y atarlos, aunque ahora estén de capa caída. Del mismo modo acertó con las incorporaciones de jugadores de Segunda B que completaron la plantilla y la hicieron competitiva como Jon Ander, Rafa de Vicente, Olaortua o Dani Segovia. Incluso mejoró al equipo en invierno con Alberto Noguera y Mario Ortiz. David Barral desde Japón, con sus luces y sus sombras, también aportó, y el primer episodio acabó en el balcón del Ayuntamiento.
Pero la hoja de servicios del segundo curso no se sostiene. Quince fichajes y la mayor parte, con escaso rendimiento. Y muy veteranos. Con ellos se apostó por traer al equipo experiencia, pero a tenor de los resultados parece que ninguno aprueba. Otra de las incorporaciones sorprendentes fue Nuha, al que se firmaron cuatro años y que ha durado tres meses antes de buscarle una salida para dejar su plaza libre y así poder enmendar los errores. Otro fichaje, Yoda, sí parece haber respondido, pese a su intermitencia, y es el actual máximo goleador del equipo (ocho tantos) a falta de que los delanteros cumplan su cometido. El resto de caras nuevas responden a cesiones y a recuperaciones; Nico Hidalgo, fichado tras su préstamo, y Enzo Lombardo, previa petición de Iván Ania en su momento, tampoco han funcionado del todo. En las cesiones, de todo. Moi Delgado, Toribio y Carmona generan dudas. Luca Zidane pone lo positivo. Lo de Nkaka no se explica.
1
Tierra quemada. Su llegada al club supuso una revolución, eliminando todo rastro del anterior proyecto deportivo en una profunda limpia que afectó también al cuerpo técnico tras el pésimo resultado deportivo del curso anterior. Comenzó sin herencias y asumiendo sólo su responsabilidad.
2
Sin cántabros. El de esta temporada es elRacing con menos canteranos y con menos cántabros en los 106 años del club. Solo un jugador formado en La Albericia tiene ficha del primer equipo. Y es Mario Ortiz, fichado delReus.En dos años Molina se ha deshecho de todos los canteranos.
3
Sin cantera. La cantera está arrasada tras las constantes salidas de promesas.Se ficha para el filial tapando a los canteranos y uno de los jugadores españoles más prometedores de su generación,PabloTorre, no ha tenido ni una oportunidad.Tampoco el canarioSiverio, que ha marcado 16 goles con el Rayo Cantabria.
4
Desencuentros. Ha chocado con todo el entorno y buena parte del club.Incluso se han conocido desencuentros conVíctor Alonso, que fue precisamente quien le recomendó para el Racing, ycon Cristóbal Parralo. Futbolistas, agentes, periodistas y aficionados se unen al grupo.En resumen, todo el entorno.
5
Mala estrategia. Su estrategia para diseñar las plantillas ha sido la de optar por futbolistas veteranos y contratos primados con la renovación en caso de ascenso. Esta política ha llevado a que las temporadas se hagan muy largas y de paso hipotecó la configuración del equipo para este curso.
6
Cisma social. Al margen de su decisión sobre cerrar los entrenamientos, el acordonamiento de la grada de La Alberici y la prohibición del saludo a la Gradona –con el apoyo de Cristóbal Palacio–, los malos resultados y el aislamiento del equipo de sus aficionados han provocado la fractura social.
7
Derroche. La temporada pasada diseñó la plantilla con el mayor presupuesto del grupo y aseguró que el gasto era menor al del curso anterior, cuando en realidad lo superaba en ampliamente. Después los sueldos de aquel año enSegunda B han condicionado la planificación deportiva de este año.
8
Personalismo. Para bien y para mal, asumió el control absoluto y presumió de ello. «Si algo sale mal, la cuenta la pago yo», dijo este verano.Esas palabras pesan ahora mucho.Así como fue un héroe con el ascenso, ahora las críticas van hacia él.Desde que elRacing entró en crisis ha dejado de hablar en público.
9
Puerta cerrada. Una de sus decisiones más impopulares con el entorno ha sido la de cerrar los entrenamientos al público. Se trata de una práctica habitual en otros clubes, pero que en Santander solo se aplicaba de forma excepcional y que, con el Racing colista, no ha servido para nada.
10
Dudas. De puertas hacia fuera, los dirigentes aún no han expresado malestar –habrá que comprobar qué dicen hoy–, pero es evidente que no pueden ser ajenos a lo que ocurre a su alrededor. Los resultados son pésimos y con ellos la confianza de un principio empieza a tambalearse.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.