Sin luces dentro del pozo

Javier Rozada, con el casco de minero y el frontal sin pilas, tuvo que ver el primer partido oficial de su equipo desde un box. Las consecuencias acarreadas de su fuerte temperamento. Aunque el viernes matizó su preocupación por la poco ilusionante pretemporada racinguista, este domingo dispuso un sistema que ni siquiera había probado en los amistosos: 3-5-2. No estaba muy convencido el asturiano y lo que ya empieza con dudas...

Pues lo que empieza con dudas sigue por un derrotero adverso. El agua comenzó a cubrir los tobillos verdiblancos y con absoluto merecimiento, porque el arranque verdiblanco fue paupérrimo. Los roles de recién ascendido y descendido se intercambiaron. El equipo cántabro fue un pelele nervioso ante un Portugalete venido a gallo.

Cinco minutos tardó el Racing en salir de su área frente a la fuerte presión jarrillera y trece le fueron suficientes a los de Ezequiel Loza para ponerse por delante en el marcador. Mantilla, abierto a la banda para recibir en corto, pierde el balón y el Portugalete hilvana una certera triangulación que Lubanzadio, con un Iván Crespo vendido, hizo el 0-1. Merecido. Castigo a la mediocridad. La siguiente intención de sacar el balón desde atrás fue acompañada desde la grada por protestas del personal. Eso también se había olvidado con los estadios vacíos.

Antes del tanto, un remate incómodo de Cejudo fue lo más potable de un equipo verdiblanco incapaz de dar dos pases seguidos. Inútil a la hora de controlar un balón, ponerlo en el piso y darle sentido. Si Rozada no estaba realmente preocupado tras la derrota con el Amorebieta, quizá ahora sí debiera estarlo. Desordenado, fallón, sin iniciativa, romo... No había luz ahí arriba, en la boca del pozo. La primera opción cántabra para marcar fue un remate de cabeza de Figueras, a la salida de un córner. Centrado y fácil para Jorge Gómez.

El cuadro portugalujo hizo lo que tenía que hacer. Guardar la jugosa renta. Y disfrutar. Porque ayer, en los Campos de Sport, se jugaba a lo que quiso el exracinguista Ezequiel Loza. Ya convertido en gurú en La Florida después de dos ascensos. Dando pena y con Pablo Torre recibiendo golpes hasta en el cielo de la boca –el chaval se tomó la justicia por su cuenta justo antes del intermedio con una fuerte entrada sobre Monterde–, el Racing alcanzó el cierre del primer acto en un debut soñado... en la peor de las pesadillas de Javier Rozada. El Portugalete le había preparado al conjunto cántabro una entrañable fiesta. ¡Bienvenidos de nuevo a Segunda B! Un tiro de Ander Santamaría a las manos de Iván Crespo fue lo último. Qué descanso. Nunca mejor denominado.

A Rozada, y no era para menos, le dio el ataque de entrenador con las penurias que estaba viendo. El error en el gol le pasó factura a Mantilla y el chaval se fue al vestuario junto a Ismael Benktib y el desasistido Jon Ander. Diego Ceballos, Siverio y Cédric, al 'prao'. Villapalos retrasó su posición al centro de la defensa e Íñigo Sáinz-Maza se ubicó como eje del centro del campo. El sistema, el mismo. Para ver algún rayo brillante de esperanza entrar en el foso habrá que seguir esperando, pero al menos el Racing, por fin y por obligación, había tomado el mando del juego. Con qué poco se conforma un racinguista.

Ahora sí, la zaga del Portu empezó a sentir presión. Una buena acción entre Íñigo Sáinz-Maza, Ceballos y Siverio finalizó con el remate del canario al cuerpo del meta visitante. Y, acto, seguido, un centro tenso de Álvaro Bustos lo repelió el arquero. De repente, el terreno de juego se había puesto cuesta abajo en favor del Racing. Y la dureza jarrillera se le vino en contra a los de Ezequiel Loza. Monterde, tras una falta sobre Figueras, vio la segunda amarilla. A la calle. Se viene una rima fácil: todo a favor, menos el marcador.

El Portugalete se mostró como un maestro de la psicología y el manejo de los tiempos. En cuanto se quedó en inferioridad, se afanó en cortar el ritmo que había logrado el Racing. Y lo logró. Eso, y arañarle otros cinco ricos minutucos al reloj. Y así, siempre que fue posible. Otra cosa no, pero oficio, más que una escuela de fontanería.

Rozada le dio otra vuelta de tuerca al equipo. Retiró a Matic, introdujo a Pablo Andrade en el lateral izquierdo y pasó el dibujo a un 4-4-2. Y Nana sustituyó a Pablo Torre. Más músculo para intentar someter a su rival. Pero el cuadro cántabro no logró mostrar una superioridad acorde ni a su presunto potencial ni a las simples cuentas del once contra diez. Un disparo muy cruzado de Álvaro Bustos se marchó fuera.

Al Racing, ahí, sumido en el fondo del pozo, ya no sólo le llegaba al agua a las rodillas sino que se estaba echando tierra sobre sí mismo. Todo por su incapacidad. Sin embargo, en ese momento, el equipo cántabro tuvo la suerte que seguramente no mereció. Decía Nana el día de su presentación que su principal defecto se hallaba ante la meta rival. El ghanés ha debido trabajarlo estas dos semanas que lleva en Santander. El africano se elevó por encima de toda la zaga para cabecear un córner botado por Álvaro Bustos y salvar del ridículo a su equipo. Rozada, que no había acertado con el planteamiento, sí tuvo algo tino con los cambios. Eso sí, no lo suficiente.

Había que volcarse. El Portugalete penaba el cansancio y el Racing iba al fin en dinámica positiva. Pablo Andrade no supo introducir en la meta un balón franco en el segundo palo y el ataque verdiblanco no fue capaz de aprovechar un error del meta visitante tras una acción fantástica de Cejudo. Cédric, de cabeza, mandó un centro desde la esquina.

No iba a tener mucho más margen el conjunto cántabro, porque el árbitro tenía prisa. Cuatro minutos de añadido en un segundo tiempo con múltiples incidencias. Villapalos remató desviado en otro córner. Y se acabó. Porque el Racing no hizo más méritos que esos. Y, en una temporada en la que todo corre prisa, lo visto no ofrece demasiadas esperanzas a las que aferrarse en busca de una nueva salida del pozo. Dos primeros puntos que se escapan y no está el tema para regalar.