Mezcla de urgencias y esperanzas en Guarnizo

La derrota por la mínima (1-2) es lo que menos importa, si de verdad se sacan las conclusiones correctas y se extrae el jugo al test. Al Racing le faltan muchas cosas, que es normal, y a los mandatarios tiempo para corregirlo.

El mismo esquema de salida y las mismas hechuras como carta de presentación de un equipo que quiere ser reconocible, pero al que le faltan caras nuevas. Y esa capacidad de sorpresa que todo proyecto debe tener para ilusionar. Ordenado, pero excesivamente previsible se mostró el primer once inicial de José Alberto que suplió la única baja por lesión, la de Dani Fernández, con Marco Sangalli, que en una lista de treinta jugadores se convirtió en lateral derecho. Le tuvo el Alavés al Racing que sonrojar con un remate de cabeza de Lejeune solo como la luna en el área chica que acabó en gol para sacarle del agujero. Los de José Alberto llegaron diez minutos tarde; a partir de ahí sí que se vieron diagonales de Lago Junior, alguna llegada de Mario García por la izquierda y una total libertad táctica de Íñigo Vicente que tiene permiso y orden para jugar donde le apetezca. Aldasoro voluntarioso, Sangalli cumplidor y un Cedric que cada vez que la coge es como si quisiera señalar al banquillo para recordarles lo que sabe hacer. El delantero apañó un par de ellas en el área y le mandó un dardo con dudas a Mikel Martija, que se tiró todo el partido cuchicheando con Manolo Higuera en la segunda fila de la grada de El Pilar.

Y una de ellas acabó en gol; un desmarque en profundidad y una definición perfecta para batir a Sivera. Se contuvo en la celebración, pero apretó el puño. El hispanonigeriano emborronó alguna hoja de ruta prevista y se dio oxígeno en su ostracismo. La primera mitad del tercer ensayo de la pretemporada tuvo destellos a ritmo medio; en estas fechas todo lo que pasa ocurre más lento que de costumbre, quizás por eso todo cuesta más. Por alto hubo titubeos y quizás de tres cuartos para adelante alguna certeza. La más palmaria ya se sabía; el pase y la diferencia la pone íñigo Vicente. El vasco hace que carbure el ataque; es el que le da ventaja en el pase, el que crea y mira hacia delante. A Morante le faltó presencia y participación. El leonés puede ser ese jugador que le quite funciones a Íñigo Vicente y le permita jugar donde hace daño y no tan lejos del peligro. No se notó en exceso la diferencia de categoría porque a estas altura el ritmo es estándar. Todos corren parecido. Cositas de un retazo de partido.

Y con la segunda parte llegaron los ensayos, que para eso es julio y queda... menos de un mes para empezar la Liga. Así, a vuela pluma, José Alberto apostó con Matheus Aiás como extremo izquierdo, Jeremy de mediapunta y de nuevo un improvisado Jorge Pombo de pivote. Lo del maño como organizador ya no se sabe si es un empeño por descubrir o una necesidad en tiempos de escasez. Los demás sí juraron en sus sitios habituales.

Esa tendencia a jugar en campo ajeno se notó en los primeros compases, con un Ekain enchufado y con recorrido y un Pombo a quien no hace falta que nadie le diga que se incorpore al ataque. Su golpeo de lejos y su llegada desde la segunda línea sí que le da esa necesaria verticalidad de quien quiere ganar. Jeremy tiene gestos que le distinguen y que el equipo agradece. Y cuando Ezkieta parecía un espectador más se sacó la parada del partido a lanzamiento de Miguel a bocajarro. El Alavés metió una marcha más, pero tampoco se produjo el desorden propio de los partidos de verano. No había desmarques en profundidad ni ningún futbolista que quisiese salirse de un guión un tanto anodino y previsible.

La afonía de José Alberto rompía el murmullo de los espectadores que aguardaban algún detalle con el que disfrutar. Y mira por donde fue un error de Matheus Aiás, que se metió donde no debía, el que le dio al Alavés ventaja y Egoitz no la desaprovechó. Sin hacer nada y sin merecer mucho más los vitorianos se adelantaban por inercia. Un tiro cruzado a media distancia convirtió en inútil la estirada de Ezkieta.

Cuatro protestas y algún chillido de más rescató al público del aburrimiento. En la segunda fila de la grada continuaban los susurros entre Martija e Higuera, que a medida que pasaban los minutos se acumulaban las certezas. Al equipo le faltan muchas cosas y a los mandatarios tiempo para ir a remendar cuanto antes las carencias de una plantilla que se ha quedado sin parte de lo que hacía bien. Al menos por ahora.

El test de este sábado fue de más a menos. Languideció en la segunda parte sin nada que destacar y sin esa sensación de peligro que maquilla las actuaciones mediocres. Para ser el tercer ensayo con fuego real algo más debía verse y no se vio. Los goles llegaron por errores de marcaje e imprecisiones que tienen fácil arreglo. Más preocupante es lo de generar fútbol, que por las fechas que son es pronto, pero por los recursos que hay difícil de imaginar que dé para mucho más.

Los primeros aplausos llegaron con un tiro de Jeremy en el minuto ochenta. Fue la primera vez que la pelota fue entre palos y de paso despertó a Owono, internacional guineano, que había echado una cabezadita hasta entonces.

A tres semanas de lamentarse urge evitar sobresaltos y comenzar la Liga más tarde que los rivales. Fue Íñigo Sainz-Maza el que con un gesto personal dejó buen sabor de boca en las gradas. Owono, que estaba en racha, sacó una mano providencial para impedir el empate a dos. Los últimos cinco minutos fueron más divertidos, por decir algo. Al menos obligaron a los chavales de la grada a pegar algún chillido. Los futbolistas se quitaron el corsé del miedo e improvisaron algún repertorio que no contaba en el manual. Pero poca cosa. Muy poco.