Secciones
Servicios
Destacamos
«Es la primera vez que me pasa en 67 años». Aunque ya lo sabía de antemano, no dejó de indignarle la situación. Pepe Barros, el aficionado con mayor número de partidos racinguistas a sus espaldas, buscaba comprensión en las taquillas -una mesa ... de camping en la puerta- de las Instalaciones de Tajonar. A Pepe le reservaron una localidad por enchufe, que si no... Junto al veterano hincha, cuatro o cinco más y punto. Sin embargo, algo se barruntaba. Esa fue la presencia racinguista que pasó la tarde en el exilio. Al tiempo que al sol se le acababan las pilas en Pamplona, los seguidores locales iban llegando; todos socios o amigos de los socios. Osasuna pensó durante la semana que era conveniente no mandar entradas a Santander para la afición del Racing, así como también decidió no vendérselas en el propio campo. Una forma como otra cualquiera de disuadirla para que no viniera. Pues lo consiguió. Pero no del todo. Consiguió reducir el partido a la clásica estampa de un entrenamiento con equipajes. Si no fuera porque de la zona de prensa -un pupitre pintorrojeado con capacidad para la mitad de los presentes- se escuchaban las conversaciones con el clásico acento cantarín, el Racing ayer hubiera estado más solo que la una. «No sé, no lo recuerdo», admitía un seguidor local cuando alzaba la vista a la única grada del campo y comprobaba que todos los que veía le sonaban. Todos amigos.
Cuatro agentes custodiaban las inmediaciones deportivas y aparcamiento como para una boda. Lo que más sobró fueron plazas de aparcamiento y también algo de frío, sobre todo a partir del descanso. El ambiente ayer en Tajonar fue tan impersonal que los locales casi ni le protestaban al árbitro, ¿para qué? Salvo cuando su equipo se puso por detrás en el marcador.
Aún siendo una situación del todo anómala, no cabe duda de que ayer los más extrañados con el ambiente que se vivió en Tajonar fueron los jugadores del Racing. Por primera vez en mucho tiempo jugaron sin respaldo, sin los ánimos de los suyos. En cambio, a los osasunistas no les debió extrañar demasiado porque para ellos lo de ayer fue una tarde de sábado. Más de los mismo; los 600 amigos de siempre. Y cuando el partido estaba a punto de comenzar, aparecieron los infiltrados. De repente, un aficionado bajó a la zona de los banquillos y mostró una bandera de Cantabria; se hizo una foto y una decena de infiltrados se levantaron y aplaudieron el gesto. Fue como aquel pequeño bastión de la resistencia gala que a base de pócimas mágicas soportaron las acometidas de los romanos. Nadie dijo nada. Respeto.
El fútbol no deja de ser emoción y programar este tipo de sentimientos desmerece el espectáculo. Los únicos gritos que se escucharon en Tajonar fueron los de los comentaristas de la tierruca. Si es que a buen seguro, hasta los propios aficionados locales debieron echar en falta a los contrarios; cada vez que protestaban alguna decisión del árbitro no había nadie que lo discutiese. Sin rival con quien hacerlo todo se vuelve más frío. Y eso que el partido terminó con cuatro o cinco grados. Que ya está bien.
«Será para que no haya problemas, digo yo», explicaba uno de los de casa, al que le separaba de la zona de prensa una cinta roja y blanca de esas que se colocan para acordonar las obras. El club rojillo ya marcó la pauta la pasada temporada cuando no sólo no accedió a jugar el partido en El Sádar, como sugirió el Racing, sino que mandó 300 entradas a Santander y cerró el quiosco. En plena leyenda racinguista, después de haber poblado las calles de varias localidades con sus aficionados acompañando al equipo por España, 300 localidades fue una declaración de intenciones. La cosa es que ayer en Tajonar fue la crónica del 'no ambiente', del 'otro' fútbol.
Ahora eso sí, siempre hay alguno que vive con intensidad los partidos y al que -anime a quien anime- hay que agradecérselo. No calló y se dejó la voz. Era capaz de silbar de mil maneras; con los dedos índices, con el pulgar y sin dedos. «¡Vamos chavales, vamos!», repetía sin cesar. A todos los jugadores les llamaba por el nombre, por lo que, no había duda, era asiduo de Tajonar. Fue el que mantuvo vivo el espíritu del fútbol, el de siempre. No le faltó un mensaje de ánimo en cada acción. «Es una pena, no digo que no. Se pierde algo de encanto, pero...», reconoció al final del partido. Medio afónico. Eso sí, de repente los jugadores del Racing se acercaron a la grada para agradecer a los aficionados su apoyo y los infiltraron pasaron a ser treinta o cuarenta. Estaban pero no se los veía. Eran más de los que parecían. Los hay que no fallan.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.