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Todo ha sido demasiado rápido. 26 tardes son pocas. Con la de hoy 27. Muy pocas. Eso es lo que le ha disfrutado Pablo Torre ... del patio de recreo. Debutó el 19 de octubre de 2020 después de ganarse el billete para el primer equipo en un verano de mascarillas en el play off de ascenso en Sarón con el filial. No ha pasado año y medio y ya tiene pasaje para el Barcelona. 26 partidos en casa y otros 28 fuera le han bastado para doctorarse en el fútbol nacional al último genio de bolsillo salido de La Albericia. No importó que el año pasado, el de su debut, fuera el peor de la historia del Racing para que el de Soto de la Marina brillara con luz propia, Sin edad para conducir dirigió lo que pudo a un equipo desgobernado. Con la madurez y la personalidad de un veterano tomó las riendas esta temporada y se abrió paso con su fútbol entre planteamientos tácticos que incluso alguna vez le mandaron al banquillo.
Compaginó su varita con el Racing para coger la batuta de una selección sub 19 a la que también comandó en cuatro días. Tuvo tiempo para encandilar a El Sardinero, marcar diez goles, hacerse con el puesto en la selección y quedarse a nada de llevar al combinado al Europeo y... ascender a Segunda División.
De vaselina, de falta directa, penaltis a lo Panenka... sus goles siempre fueron especiales. «Mi cabeza está aquí». Así les explicaba a los aficionados que aún le quedaban varias canciones que bailar con la camiseta del Racing antes de partir. Con aquel gorro verde que se puso en Talavera tras marcar de cabeza y con ekl que apareció en el balcón del Ayuntamiento, desde donde se dio cuenta un poco más de lo que significa este equipo en el que creció y del que no se fue antes de tiempo porque no quiso ni él ni su familia. Allí, con quince mil seguidores gritando «¡Pablo, quédate, Pablo quédate!» se despidió por primera vez. Hoy será la última. La última canción. El último baile en los Campos de Sport.
Se va dejando al Racing una hucha de cinco millones de euros y otros tantos en función de cómo le vaya en Can Barça. Sirvió de mucho decirle que no a los grandes desde los trece años. Sirvió de mucho hacerle caso a 'papá' y esperar el momento justo. Lo agradecerá el día de mañana y lo agradece el racinguismo que le pudo disfrutar aunque menos de lo que hubiera querido.
Hoy le espera una ovación por todo lo alto. El público en pie. Aplausos. Será difícil retener una lágrima para un chico de 19 años que deja su casa, pero no está al alcance de cualquiera conseguir tanto reconocimiento en tan poco tiempo. Jugará de inicio, una vez más, y se retirará del campo, como casi siempre, a falta de poco más de un cuarto de hora. Lo que tantas veces ocurrió por rutina hoy será una obligación. Su entrenador, Guillermo Fernández Romo, le concederá la pista perfecta para que baile como quiera. Como él, Quique Setien, Pedro Munitis, Gonzalo Colsa... Algunos de los mejores ejemplos de lo que es capaz de fabricar La Albericia hicieron lo mismo que él y años más tarde emprendieron el camino de vuelta para apagar la música de su fútbol con la camiseta del Racing. No es tiempo de pensar en la vuelta cuando aún no se ha ido, sino de disfrutar lo que queda. La semana que viene viajará a Lezama y el 3 de junio, quién sabe, lo mismo se despide con un título –aunque muy simbólico— en esa final de campeones. Sea como fuere, lo cierto es que Pablo Torre juega hoy su último partido como racnguista en El Sardinero y no es porque se retire. La pasada temporada, las restricciones de la pandemia privó al racinguismo de disfrutar del todo de su magia. En esta, todo cambió, tanto que si hoy no pierde se podrá marchar para Barcelona sin una derrota en todo el curso ante sus aficionados. Invicto en casa. El Sardinero ya gita: «Que te vaya bonito, Pablo».
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Ana del Castillo
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