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«Es mi momento más delicado como entrenador del Racing». La frase es de un Ángel Viadero al que la destitución le pisa los talones. La sonrojante derrota ante el penúltimo, el Amorebieta, y el lastre que supone la pobre imagen que arrastra el Racing desde que empezó la temporada han propiciado que mañana se juegue su cargo a todo o nada. A un partido. El calendario viene con prisa y por arte de birlibirloque ha decidido que un partido entre semana y tan solo cuatro días después de tocar fondo, su futuro se decida ante el Burgos, su exequipo. El club del que salió hace dos veranos de manera repentina e inesperada puede ser ahora su verdugo. No podía ser otro. Caprichos del destino.
El Racing -sus dirigentes y el propio Viadero- guardan un silencio sepulcral en la víspera del posible desenlace. Nadie habla. El mutismo es la fórmula elegida para afrontar un partido que puede cambiar el rumbo de la temporada; el equipo es cuarto, pero más allá de sus números -ha perdido tres partidos en las once jornadas de Liga y está a un punto del segundo y a siete de la cabeza- su imagen pusilánime es la culpa que le condena. Los empates ante el Izarra o el Vitoria, las pírricas victorias en El Sardinero ante el Athletic de Bilbao B o el Barakaldo -con remontada incluida- dejaron deshauciado al equipo y con el cuchillo preparado a un futuro tenebroso. Perder en Amorebieta con todo merecimiento ha condenado la continuidad de Viadero a una jugada maestra mañana. Por si fuera poco, el destino ha querido que el reparto de cartas en esa mano ganadora o perdedora sea en El Sardinero, ante el juicio sumarísimo de los aficionados incondicinales del conjunto verdiblanco.
35. victorias de Viadero entre las dos temporadas al frente del banquillo racinguista.
11. empates, nueve la pasada campaña y cuatro esta, ha cosechado como entrenador del Racing.
9. derrotas ha consumado el técnico; seis el pasado ejercicio y tres en lo que va del actual.
Viadero está contra las cuerdas y el presidente del club, Manolo Higuera, también. Ambos han formado una pareja indisoluble desde que en julio de 2016 este último le hiciese una oferta irrechazable al primero. Ahora bien, en el fútbol el presidente y el entrenador hablan el mismo idioma hasta que le 'pelotita' deja de entrar. El Racing de este año no transmite; es plano, gris e inofensivo. Difícil mezcla para ser favorito a campeón. Gana por los pelos, no juega nada bien, sufre con los equipos pequeños y ha perdido su signo de identidad: la fortaleza defensiva. Es cierto que es el cuarto clasificado, pero su crédito es mínimo. Ha perdido tres partidos, prácticamente los mismos que en toda la pasada Liga regular (4), pero más allá de las derrotas, su problema parece ser la confianza.
Viadero sabe que su equipo no funciona, por eso apostó por un cambio de imagen radical en Amorebieta: defensa de tres. El remedio fue peor que la enfermedad. El Racing rozó el esperpento y salió perjudicado hasta el conductor del autobús. Sin tiempo para preparar una revolución -quizás tampoco sea esa la solución- mañana se juega su cargo. Es la primera vez desde que llegó que se encuentra en esta situación. La pasada campaña salió todo rodado y pese a batir el récord de puntos de la historia de la Segunda B -86, los mismos que la Cultural Leonesa- no logró el ascenso. Cayó en la tercera ronda de un play off en el que el racinguismo llenó El Sardinero dos veces. Ese fracaso es ahora su lastre; se le prohiben las dudas. Y es que el Racing se debate hoy entre lo correcto y lo adecuado; el presidente no quiere cesar al técnico, pero sabe que si mañana pierde tiene que hacerlo; una parte del racinguismo ve la solución en un cambio de timón y otra sigue anestesiada por la derrota en Amorebieta y en medio Viadero, para quien salir del Racing sería el fracaso más inesperado.
A favor para su continuidad
Y por el camino, el Burgos; el equipo al que dejó plantado por cumplir el sueño que siempre rondó por su cabeza desde que se convirtió en entrenador. El santanderino perdonó dinero y se la jugó a doble o nada aceptando una salida abrupta de El Plantío para ocupar el banquillo de El Sardinero. Órdago. Le costó un disgusto, dos semanas de insomnio y convertirse en 'proscrito' en la ciudad del Papamoscas, donde cuajó una labor de ensueño. El guión del fútbol tiene a veces carambolas; el propio Viadero salvó su puesto el año anterior en el banquillo del Burgos en la jornada 10 en El Sardinero, con un empate sobre la bocina gracias a un gol por debajo de las piernas a Dani Sotres, a quien condenó. Ese día Viadero pudo prolongar su estancia en el banquillo del club burgalés, que ya le tenía preparado el finiquito.
El santanderino logró clasificar quinto al Burgos al final de Liga. Salvó el 'match ball' y salió reforzado, tanto que en El Plantío le dieron mando en plaza y le aumentaron las funciones; pasó a ser entrenador y director deportivo. Y en plena faena con los castellanos, estrenando su doble faceta laboral, llegó la llamada de Higuera -tras la renuncia de Munitis a prolongar su posible continuidad como entrenador del Racing-. No dudó. Tan solo preguntó qué tenía que hacer para regresar a Santander y lo hizo. Dejó el Burgos a medio hacer, con cinco jugadores y sin técnico. Llegaría Paco Fernández, precisamente el último entrenador que le hizo reír al Racing. Ahora, los blanquinegros, con Patxi Salinas en el banquillo y dos goles encajados en once partidos, pueden ser los que le corten las alas al sueño de una noche de verano del de Canalejas.
En contra para su continuidad
Sólo una victoria puede salvar el cambio de rumbo. Únicamente vencer -ya no se le pide convencer- permitiría que la crisis racinguista se aparcase al menos unos días. Viadero está en manos de los jugadores, ya que tampoco hay tiempo para jugar a ser entrenador. «Tenemos que hacer más cosas en ataque», sugirió el protagonista de esta película tras empatar hace tres semanas en Vitoria. «El equipo demostró personalidad», añadió después de ganar al Barakaldo con una remontada en el tiempo añadido. «Hemos estado francamente mal. El equipo da la sensación de estar bloqueado», sentenció el pasado sábado en Amorebieta.
Es veterano y conoce las reglas del fútbol; hay algunas que no son justas, pero son reglas. A Viadero se le aparecen de vez en cuando los fantasmas del pasado. Su profesionalidad y trabajo le anteceden, pero lo que hoy le falta a su equipo ha sido lo que siempre le condenó: rematar la jugada. Fue destituido del Eibar cuando el conjunto armero marchaba tercero. Lo mismo le ocurrió en el Bierzo al frente de la Ponferradina, en la que cesó dejando al equipo tercero. Del Sestao salió después de rozar el ascenso a Segunda División y ahora, en el equipo de su vida, tras quedarse a un partido de ascender en mayo, en el segundo capítulo podría salir en el día de Todos Los Santos.
«Sólo pido a la afición que aplauda al equipo mientras dure el partido y luego que exprese lo que quiera expresar, pero cuando finalice», sugería en tono de ruego Manolo Higuera el pasado sábado. Su entonación era una encrucijada: decía la verdad y a la vez, no quería escucharla. El fútbol tiene la palabra.
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