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En las charlas lo dejaban caer. Al hablar del equipo del 93, de lo divertido que es ver jugar a este Racing, del mal estado del césped, del último ascenso a Primera... Todos los exjugadores que han pasado por esta sección para repasar sus recuerdos, ... para contar lo que vivieron y cómo a ellos también les persigue una ilusión, dejaban una coletilla. Merino, Roncal, Geli, Moratón... En mitad de un optimismo más que justificado, un paréntesis con frases como: «Habrá que empujar si empiezan a pasar cosas». ¿Qué cosas? Como si estuviera en su mente, pero resultara mejor no llevarlo a la boca. Como si la mala racha fuese un tabú. Un 'sabes que llegará, pero evita mencionarlo'. «¿Tendrá malos partidos? Sí. Pero hay que estar con ellos porque esto que estamos viviendo es algo histórico. Hay que estar y ver que se puede. Es algo muy grande», dijo uno de ellos. Pues bien, ya está. Tres partidos sin marcar. Un empate y dos derrotas. «Pasa en todos los equipos. Hay que administrar el colchón para llegar a los últimos cinco partidos y ver cuántos puntos necesitamos». Esa frase es del gran Manolo Chinchón. Saben de qué va la cosa. Nunca fue un camino de rosas. Los dos últimos ascensos a Primera no se libraron de la mala racha. Incluso, más de una. Nada nuevo.
Si es «como en el 93» tiene que ser sufriendo –vaya novedad para un racinguista–. Aquel año, una derrota en Villarreal en la décima jornada marcó el inicio de un tramo de turbulencias. Desde el 8 de noviembre hasta fin de año, tres partidos perdidos en Liga, dos en Copa (el Oviedo nos dio un buen repaso), un empate y únicamente dos victorias intercaladas para coger aire. El Racing se comió las uvas en tercera posición, pero se armó un buen Belén. Se sufrió, sobre todo, fuera de casa. La flecha apuntaba hacia abajo y el ambiente se caldeaba con Paquito al frente.
Tres triunfos seguidos en enero cambiaron la dinámica, pero, tras semanas de calma, lo peor estaba por llegar. En un tramo ya con pinta de decisivo –y eso pesó mucho en el ánimo y en el nerviosismo de la grada, de los medios...–, el equipo se atascó. Más de uno lo recordará. Partido en Lugo, en casa de un colista moralmente sentenciado. Sólo habían ganado tres partidos de 23. Únicamente diez goles a favor y seiscientos minutos sin marcar. Un día de perros con barro y nieve. Marcó Grampón, un delantero de Surinam que cerró la campaña con sólo dos dianas. También Delmás y José. Tres a cero. El Racing había llegado segundo en la tabla con la intención de asaltar el liderato (estaban a un punto del Lleida) y se marchó goleado. Escoció.
Fue el primero de una racha nefasta. Derrota en casa con el Bilbao Athletic (expulsaron a Sañudo y a Barbaric), derrota en Valladolid (con dos goles de Alberto, años después racinguista), empate en casa con el Palamós y derrota con el filial del Barça (por allí andaban Sergi o Jordi Cruyff). Entre la jornada 24 y la 28 (eran 38 en total), cuatro tropiezos y un empate. De la segunda posición al cuarto puesto. Mazazo.
Puede que por eso se recuerde con épica aquel ascenso. Por la capacidad de superar los momentos difíciles. Por levantarse. Por una apisonadora llamada Racing a partir del 9 de mayo (ese día se ganó en Eibar). La gesta incluye ocho partidos seguidos con victoria. Ante rivales como el Betis, el filial del Madrid, el Sabadell o el Castellón, entre otros. Sí, ocho de una tacada. Las últimas siete jornadas de la liga regular y el primer duelo de la promoción ante el Español (el del gol de Pineda). Incluso para ese partido decisivo en campo de un Primera hubo que levantar la moral al quedarse fuera del ascenso directo de forma sospechosa en la última fecha. El cierre de aquello es historia.
Si en el 93 fue complicado, el inicio de la 2001-2002 hizo pensar que era imposible. El Racing que acabó celebrando un ascenso a Primera a final de temporada estaba en puestos de descenso a Segunda B en el mes de octubre. Ojo al dato –en 2002 se retiró José María García, así que la expresión es pertinente–: hasta la cuarta jornada no llegó la victoria (tras dos empates y una derrota). Más aún, de los nueve primeros choques –contando también uno de Copa del Rey– sólo se ganó uno. Para un equipo que venía de descender del olimpo futbolístico, que estaba tocado en lo anímico, ese arranque parecía una losa.
El cambio de rumbo llegó con una cara nueva en el vestuario (Gustavo Benítez dejó paso a Quique Setién) y un progresivo relevo en las alineaciones. Poco a poco, mejora y escalada en la tabla. Pero la calma no tiene hueco ni en los baños de El Sardinero. Esta vez, la parte oscurecida del calendario llegó a mediados de enero. La mala racha. Empate en Oviedo, tablas también en casa ante el Extremadura, derrota a domicilio frente al Xerez y otro empate en Burgos. El tramo de Liga entre la jornada 23 y la 26 se saldó sin victorias. Por eso, ganar al Jaén en los Campos de Sport con goles de Mazzoni y Txiki fue un alivio. Más, incluso. Los dos siguientes partidos tampoco se ganó. Empate y una dolorosa derrota en casa con el Racing de Ferrol. El Racing, quinto. Tocaba volver a creer.
Desde ese momento y hasta el final de temporada, el equipo sólo perdió dos veces. Una en un partido que se caldeó como una fiesta ante el Recre –y que puso los pies en el suelo a todo el mundo con un 1-5– y otro, en El Ejido, en una intrascendente última jornada porque Moratón ya había marcado siete días antes el tanto del ascenso contra el Atlético de Madrid.
Hace poco, en una charla sobre liderazgo, le preguntaban a José Alberto precisamente por su receta para cuando vinieran mal dadas. Eran días de euforia, con el Racing desatado en el césped y en la tabla. El míster insistió en que era consciente, aunque su carácter sea «optimista por naturaleza», de que la mala racha siempre puede llegar. ¿Qué hacer entonces? La fórmula, el manual. «Que el ruido externo –respondió el entrenador– no afecte. Intentar no variar, encajar con normalidad, con naturalidad, los resultados».
Dijo eso y también que hay que sacarle partido «al tiempo». A lo vivido, a lo que se aprendió otras veces. «Permite saber cómo has pasado por las malas rachas. Si va mal siempre se mira a uno. Que no te vean titubear. Las experiencias curten».
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