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Ceballos; Roncal, Merino, Sañudo, Gelucho; Solaeta, Zygmantovich, Quique Setién,Sabou; Pineda, Mutiu. La Generación X cántabra recuerda casi en pleno aquel equipo, una alineación que se había aprendido de carrerilla a lo largo de la temporada y a la que se unieron a última hora un exsoviético y un hispanofrancés para dar el último empujón a un Racing histórico capitaneado por Quique Setién. El 29 de junio de 1993 los Campos de Sport se abarrotaron. No hay cifras oficiales porque no existían los tornos y porque se había sobrepasado el aforo oficial. Se calcula que unas 26.000 personas vieron en directo el partido en un estadio cuya capacidad oficial es ahora de 22.222 espectadores.
Aquel día Cantabria se volcó como pocos con su equipo. Había estado a punto de ascender de forma directa, pero el tercer puesto final le abocó a una promoción con el Espanyol, aquel año 18º en Primera y favorito en la eliminatoria.Pero el Racing tenía la flechita para arriba. Llegó a Sarriá de puntillas y con un histórico de los periquitos con el dorsal 9 a la espalda: Michel Pineda, delantero de aquella plantilla que llevó al Espanyol a la final de la Copa de la UEFA y que había llegado a Santander pocos meses antes para suplir la baja de Benito, obligado a retirarse tras una lesión en el partido inaugural ante el Badajoz, nueve meses antes. A los 48 minutos Pineda, que había marcado siete tantos en diez partidos, abrió el marcador. Ni siquiera celebró el gol por respeto a su parroquia, pero aquello poco importaba. Tras ganar 0-1 en Sarriá el Racing se plantó en El Sardinero convencido de que todo era posible.
Vaya si lo fue. Ni siquiera hubo goles, pero tampoco hacía falta. Un empate que se celebró como pocos devolvió a los verdiblancos a Primera División seis años después de su descenso, tras una travesía de seis temporadas, incluida una en Segunda B, que con la perspectiva actual no parece larga, pero que se había hecho eterna.
El descenso de 1987 y la posterior y sorprendente caída a Segunda B de 1990 habían resultado catárquicos. Durante ese periodo, el Racing había cambiado de estadio (los actuales Campos de Sport se inauguraron en agosto de 1988) y se había transformado en Sociedad Anónima Deportiva. El curso 90-91 en la categoría de bronce sirvió para reconstruir la plantilla con gente de casa y la siguiente fue la de consolidación.
Así se llegó al verano de 1992 con una directiva, la de Pancho Mora, convencida de que el ascenso era factible. Paquito sustituyó a Felines en el banquillo y se fraguó lo que ya se había intentado antes sin éxito: el regreso de Quique Setién al Racing. Con el Flaco volvió otro veterano: Tuto Sañudo. De inmediato se convirtieron en líderes de un vestuario que destilaba Primera. Se fichó bien. Futbolistas con experiencia en la máxima categoría como Barbaric y otros formados en las canteras de los grandes, como Mutiu, que llegó del Castilla, y Merino, del Bilbao Athletic, que había debutado con los leones en Primera. Sin grandes dispendios pero con un buen rastreo del mercado, se completó el bloque con un menudo delantero cántabro como Chili y el osasunista Edu García, que también había debutado en la máxima categoría.
Se unieron a Sabou, incorporado el año anterior, y otro jugador importante aquel año, y a un bloque de canteranos en crecimiento: los Ceballos, Roncal, Esteban Torre, Solaeta, Juan y Geli. La experiencia de Gelucho y la que debía haber aportado Benito de no ser por su lesión completaban la fórmula en un equipo con fondo de armario, porque en aquella plantilla estaban también Aguilar, Julián, Cantudo, De Diego, Salceda y Gil.
Comenzó bien el Racing, con una serie de victorias que le colocaron en cabeza en un mano a mano con el Lleida, pero los catalenes, a la postre campeones, comenzaron a despegarse en la décima jornada. Al final de la primera vuelta el Racing era tercero, pero un pequeño bajón le descolgó en la jornada 31 al quinto puesto, fuera del ascenso (dos equipos subían directos y otros dos jugaban la promoción).
La llegada de Pineda y Zygmantovich, a quien le costó convencer a Paquito (fue Setién quien le insistió, y le puso un vídeo de un España-URSS en que ambos se enfrentaron) dio un nuevo impulso a un equipo que remontó en la recta final y llegó a la última jornada con opciones de ascenso directo, empatado a puntos con el Valladolid en la segunda y tercera plaza. El problema, que en caso de victoria pucelana debía golear al Castellón. En una agónica tarde, el Palamós cayó 1-2 ante un Valladolid vio cómo le señalaban dos penaltis fuera del área para llevarse los dos puntos a domicilio. De nada sirvió el 5-1 que un Racing volcado endosó a los castellonenses. Tocaba jugársela en la promoción. Aquella eliminatoria fue un premio en el que los cántabros recuperaron lo que por derecho les correspondía.
Tras el ascenso se anunció que Paquito no seguiría en el banquillo, una controvertida decisión que no fue a más después de que, de la mano de Jabo Irureta, los racinguistas completaran la campaña de su regreso en un espléndido octavo puesto. El viernes las peñas, que han puesto a la venta una réplica de aquella camiseta, homenajearán a los protagonistas en una cena en el Hotel Sardinero.
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