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JAVIER MENÈNDEZ LLAMAZARES
Lunes, 21 de noviembre 2022, 01:00
Sekou Gassama había echado de menos al Racing tanto como su equipo a él y quedó clarísimo en los primeros segundos del partido, cuando una simple presión en banda de la pantera verdiblanca convirtió un balón controlado del rival en un saque de banda a ... favor, con el defensa por los suelos preguntándose si ya había llegado el Ave hasta Santander.
Que el Racing es otro con Gassama no lo dudaba el Burgos, que desde el principio le puso en libertad vigilada: dos centrales custodiándole de continuo, a los que se sumaban los laterales y hasta algún medio volante, dependiendo de la proximidad a portería. Una precaución más que justificada: en el primer balón en que dejaron pensar a Pombo, se lo puso en los pies con un pase de treinta metros. De no ser por Aitor, que se lo rebañó en el balcón del área, habría encarado en solitario al meta Caro.
Hacia el cuarto de hora, Gassama empieza a cobrar protagonismo; reclamará penalti cuando la defensa corta un pase de Mboula, tras su mejor jugada en el partido; pidió mano con insistencia, aunque infructuosamente. En el saque de esquina, sufriría un bloqueo de baloncesto, aunque casi acaba rematando a portería el rival Atienza.
El equipo, cada vez más volcado hacia la portería burgalesa, le buscará por arriba; en un primer intento parece tenerlo todo a favor para rematar en el segundo palo, pero se lo impedirá el pequeño Matos, que le mete el cuerpo para impedir su salto.
Al filo de la media hora, tampoco podrá rematar un pase de Tienza dentro del área; para el árbitro y el VAR, el abrazo de Aitor Córdoba tan solo sería una muestra de cariño.
A la tercera, una falta colgada por Vicente, por fin podrá rematar con cierta comodidad; esta vez, no será capaz de precisar su cabezazo, que se va a las nubes. El cabreo lo pagará con el poste, al que lanza un puñetazo.
Matos, de nuevo, volverá a aguar la fiesta a Sekou, que había controlado un balón dentro del área. Tras zafarse del central, mientras intentaba darse la media vuelta golpearía al lateral en el rostro, en un manotazo involuntario.
En el cuarenta y uno llegará el momento clave del partido: el penalti. Uno algo discutible, por aquello de la involuntariedad de las manos 'pegadas al cuerpo', como si hubiera de las otras. Pero Gassama no parece creer en las maldiciones de los penaltis injustos y coge el balón. Mío, parece decir. Sin discusiones: es suyo.
Tras la espera de rigor por el VAR, el ariete intenta distraer al portero; amaga la arrancada, da dos o tres saltitos y termina la danza con un disparo raso, hacia el palo diestro. Pero el guardameta no cae en el engaño y detiene el lanzamiento. ¿Acierto del cancerbero o fallo del lanzador? Habrá opiniones para todos los gustos.
En la reanudación, el delantero acusa el mazazo, recordando aquel valdanismo de que el fútbol es un estado de ánimo. Ver a Matheus calentando en banda tampoco debió de ayudar. Aunque también entra en juego el previsible bajón físico, tras un mes de inactividad. Serán unos minutos aciagos, con menos movilidad, con pases que no consigue alcanzar, coronados con una falta sobre Elgezabal, al que arrolló al intentar disputar un balón aéreo.
Todavía tendrá tiempo de meter al Burgos el miedo en el cuerpo, cuando poco antes de la hora Dani Fernández le ponga un balón al punto de penalti. En un salto a lo Santillana consiguió rematar, con mucha más potencia que precisión. Poco después, le llega un balón en tres cuartos pero, en lugar de acercarse a portería, prueba fortuna desde muy lejos. Centrado y flojo, sin problemas para Caro.
Sekou sopla y sopla, no se sabe si de cansancio o de desesperación. Resoplará luego, cuando intente salvar un pase de Pombo en la línea de fondo y lo ponga en la Tribuna Sur. Y rozará la hiperventilación cuando un contragolpe del Burgos ponga el cero a uno en el marcador.
Pero ya no tendrá tiempo para más, porque en el sesenta y ocho dejará su lugar al brasileño Matheus Aiás. Se va con cara de pocos amigos; su presencia había servido al equipo para vertebrar el ataque, con una referencia clara arriba, que neutralizaba en todo momento a dos defensores. La zaga rival no estuvo en ningún momento cómoda, pero faltó la conexión con Pombo que se había dado en otros partidos; algo que supo impedir el Burgos, cuyo entramado defensivo extraordinariamente tupido obligó a retrasar mucho la posición del mediapunta. Tal vez el parón por la lesión haya restado frescura a un Gassama muy voluntarioso y, de haber entrado el penalti, la lectura sería muy distinta, pero claro, eso sería hacer fútbol-ficción. Y eso es otra cosa.
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