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Si hay dos palabras de moda en el remo cántabro son proyecto y reconstrucción. La larga travesía del desierto que atraviesan las traineras montañesas ha obligado a regresar a la esencia; a esa cantera que no se cuidó lo suficiente cuando los presupuestos eran gruesos ... y se podía fichar en el País Vasco.Con técnicos que se lo creen pero deben navegar la calma chicha que heredaron con presupuestos autárquicos en la confianza de que ese trabajo dé frutos a largo plazo, aunque tampoco existen garantías y la ACT es un puerto demasiado atractivo cuando llama a cualquier remero cántabro. Con este escenario trabaja Astillero, donde con un hombre de la casa como José Luis Cruces 'Garru' afronta su segundo año como máximo responsable del barco.
Lo hará en una ARC2 muy corta que solo tiene cinco barcos confirmados, a la espera de que se ratifique la inscripción de Santoña y puedan ser al menos seis: tres vascos y otros tantos cántabros.Lo hará con el ascenso como objetivo, pero sin prisas ni angustias.Si no es este año, habrá que esperar al próximo, sobre todo tras sufrir algunas bajas sensibles, aunque espera que en 2024 la San José arañe algunos segundos al cronómetro respecto al año pasado.
Para ello cuenta con una ayuda de excepción: la de José Manuel Francisco, mito del remo y más aún de Astillero que ha aceptado echar una mano a su amigo y a su antiguo equipo con la preparación física en lo que espera que contribuya a dar un salto de calidad. «Contar con él es un privilegio. Gracias a la amistad que nos une y al cariño que le tiene al club, le llamé para que echara una mano porque no teníamos preparador físico y él, desinteresadamente, se ha volcado», explica Cruces. Ya se ha visto y se volverá a ver al gallego por El Astillero: «Ahora está embarcado en un atunero y hasta mayo no volverá, pero estamos en contacto semanalmente y nos ponemos al día. Nos marca línea de entrenamiento y cuando desembarque, volverá por aquí».
La San José plantea el verano a la expectativa; en reconstrucción. «El año pasado fue el arranque de un nuevo proyecto basado en los chavales que empezaban a llegar desde las categorías inferiores. Es a largo plazo y los triunfos tardarán en llegar, porque tenemos mucha gente joven, aunque también algún veterano para acompañarla. Hay que tener paciencia, siendo conscientes de las limitaciones económicas. Somos el quinto presupuesto en Cantabria, con 70.000 euros para todo, y no podemos pagar ni la gasolina a los remeros».
Ese crecimiento al que aspiran los azulones no está garantizado pese a su buen trabajo. No es sencillo retener remeros en un deporte muy sacrificado y con mucha competencia no solo de los clubes vizcaínos, sino de otras actividades. Más aún sin no se recibe ningún tipo de recompensa. «Respecto al año pasado tenemos ocho bajas. En un equipo como Astillero todas son sensibles y se notan. Tenemos un grupo limitado tanto en cantidad en gente como en experiencia y al final todo se nota. ¿Las bajas? Al final, como siempre digo, en Astillero estará todo el que quiera estar».
El ascenso, que a principios del verano pasado se veía posible y después se quedó muy lejos, está de nuevo en el horizonte, máxime en una Liga tan exigua, pero en marzo todo es aún una incógnita. «El año pasado había en ARC2 un par de equipos con un nivel bueno: Orio B y Portugalete B, y la prueba es que subieron. Luego Donostiarra B y nosotros, casi todo el año a la par, y este año creemos que podemos estar un peldaño por encima. Aunque hemos perdido efectivos, a nivel de entrenamiento y madurez del equipo, sobre todo de los chavales, estamos mejor. Podemos bajar un segundo, pero lo que pasa es que nosotros solo jugamos una parte de la baraja. Los demás imagino que también habrán corregido errores».
Lamenta, eso sí, y mucho, el tiempo perdido. La nueva directiva de Astillero, desembarcada tras la pandemia, se encontró un club no solo en economía de guerra, sino muy desilusionado, con pocos remeros y que había perdido parte de su apoyo social y, con ello, de patrocinios privados. Apoyos de no demasiado montante, aunque importantes para las firmas locales, que unidos son además muy necesarios para crecer. Por el dinero y por la implicación.
Garru fue uno de los que comenzó la reconstrucción de la cantera. Lo hizo en 2019 desde La Planchada, el club satélite, que no arrastraba deudas ni amenazas de embargo. Después comenzó a trabajar en el reflote azulón junto a la actual directiva en un trabajo que ha traído consigo, entre otras cosas, la salida de la trainera femenina a la Liga ETE.
«Cuando entramos en 2019 y cogimos la escuela –explica– sabíamos que la situación que había dejado la directiva de Elisabet Carral era económicamente un desastre, pero no imaginábamos que a nivel deportivo y social estuviéramos tan mal. Gente que había apoyado muchos años a la trainera había desaparecido. Empezamos con la escuela por medio de La Planchada para que la herencia no afectara a nuestra gestión al ser un club independiente. Después nos empezaron a llegar marrones, órdenes de embargo, empezamos a contactar con colaboradores que no querían saber nada... La deuda era brutal, a nivel deportivo empezábamos de cero y a nivel social, teníamos que reenganchar a la gente y ganar credibilidad. Lo hemos conseguido poco a poco, aunque aún con muchas limitaciones económicas».
Ahora el reto es subir a ARC1 y consolidar al club en la segunda categoría. Lo de la ACT ya se verá en el futuro, si es que puede llegar a verse. Los tiempos de bonanza quedan lejos y sin más apoyos es una meta imposible.
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