«Todavía me tiembla el cuerpo cuando lo pienso»

Peña participó en la prueba de remo del cuatro mixto con timonel y su resultado fue el esperado. «Para nosotros estar ya era un triunfo. Acudimos invitados porque hicimos una gran repesca y en la final estuvimos al nivel que esperábamos», explica. Fueron novenos, a tan solo doce segundos del diploma olímpico.

Más allá del resultado, al santanderino lo que le tiene prendado fue lo que vivió. «Los diez días de Villa Olímpica fueron una pasada. Estar allí, compartir, disfrutar... Es que hasta los franceses nos decían 'Viva España'», bromea.

El desfile, la ceremonia de inauguración «fue impresionante. La gente no se iba, nos saludaba, nos aplaudía. Yo les di lo que tenía; banderas, gorra... Me daba igual todo. Los voluntarios nos trataban increíble», señala con la misma emoción que seguramente sintió el pasado 28 de agosto.

Su experiencia ha superado cualquier previsión. Han pasado ya otros diez días desde que compitió y aún tiene a flor de piel muchos de los sentimientos que descubrió que tenía allí sobre el terreno. «En la Villa Olímpica te cruzabas con deportistas. Todos tenemos una historia. Yo estoy completo, pero allí había impresionantes deportistas que les faltaban piernas o brazos, como el nadador chino Juncheng Guo que ganó cinco medallas y mira cómo nadaba. Los ves y te preguntas, ¿pero qué deporte hace? Y luego ves lo que hace».

Nada es cotidiano en unos Juegos. Nada es como uno piensa. Peña jamás pudo imaginar que formaría parte de aquello alguna vez. Han pasado quince años desde aquel fatídico día en el que una patada en la cabeza de alguien que lo agredió en el Barrio Pesquero le mandase al quirófano. 79 días de hospital, más de mes y medio en la UCI y una batalla personal para recuperarse es su historia. «El remo me ha salvado la vida», sentencia. Se lo dijeron los médicos que lo atendieron. Tenía 18 años cuando le sucedió y llevaba cuatro con los remos en la mano. Su fortaleza le mantuvo vivo en aquel silencio clínico en el que luchó por salvar su vida. «En cuanto salí, lo que quería era mejorar. No podía hablar, no podía comer, no podía andar. Fue empezar de cero». Todo cambió aquel día que decidió «dar una sorpresa a mi madre». Se levantó de la silla de ruedas y anduvo hasta la cocina. «Más que una sorpresa fue un susto», confiesa. Sin embargo, fue el primer día del calendario. Ya no paró. No dejó de avanzar en su recuperación. Primero en el Club de Remo de Santander, donde ejerció de patrón «porque no podía remar todavía». Resistió y no dejó de creer en él mismo. Las operaciones fueron duras. Una neumonía obligó a los cirujanos a practicarle una traqueotomía para que pudiera respirar. Tanto tiempo en la cama inmóvil el produjo daños en la cadera. El resultado fue que sufrió daños en el lado izquierdo de su cuerpo. «No han podido dar con lo que me ocurre con certeza; cuando se fatiga mi cuerpo, la pierna izquierda se bloquea. Es probable que sea un tema de los nervios», explica con naturalidad.

Nada le frenó y quiso ir a Tokio 2020. No recibió ayudas y no pudo cumplir su sueño. Pero no se rindió. «Hablé con el coordinador de la Federación Española para que me ayudase y me puso en contacto con Sorin Manole. Él ha sido el que me ha ayudado en todo», admite. Sorin pertenece a la estructura de San Pantaleón. Es un rumano que lleva «muchos años en Cantabria» y que fue entrenador y remero de la selección española. Lo sabe todo del remo y se volcó con Peña. «Me ha acompañado hasta cuando tenía que ir al médico«, recuerda.

Que no puede estar quieto es un hecho que salta a la vista. Nada le detiene y su búsqueda de nuevos retos le mantiene en guardia. Una semana «de descanso activo» y le empiezan a entrar las prisas. Ya tiene un objetivo a corto plazo. «El próximo 28 de septiembre voy a Castropol, con el equipo absoluto sin discapacidad, como uno más». Competirá con el cuatro masculino de San Pantaleón en una embarcación más estable, diferente con la que fue a París. Esto es lo primero que va hacer. Lo tiene a la vuelta de la esquina. Pero sus miras están más allá. «A Los Ángeles 2028 quiero ir. Tengo que volver a vivir lo que he vivido», insiste Peña. Hasta ahí puede resultar normal. Su infatigable capacidad de superación no descansa y quien lo conoce sabía más o menos que esto era inevitable. Ahora bien, su facilidad para sorprender sigue intacta. «Voy a probar con el atletismo. Me gustaría mirar los tiempos que se hacen y probar. Serían 100 o 200 metros porque grandes distancias no puedo correr con la pierna como la tengo, pero...». Su sonrisa, la que nunca pierde, torna a cómplice. Sabe que es otro reto más en la mochila a cumplir. «Ojo, sería compartir con el remo porque el remo no quiero dejarlo», se apresura a dejar claro. Como si necesitara disipar dudas. Porque al remo le debe mucho y no quiere darle la espalda.

Se siente agradecido, y le gustaría recordar a tantos que le echaron una mano que no sabe por donde empezar. Sin embargo no quiere olvidarse de la Federación Cántabra de Personas con Discapacidad Física, «que sin que el remo esté en sus competencias accedieron a ayudarme hace dos años». A ellos y a tantos otros les va un recuerdo de este Quijote que sigue sin mirar atrás.