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J. A. PÉREZ CAPETILLO
Viernes, 20 de septiembre 2019, 08:17
A falta de horas para que arranque el Mundial de rugby de Japón con el duelo entre los anfitriones y Rusia, una de las grandes figuras del deporte oval, el exseleccionador de Argentina Daniel Hourcade ha estado durante estos días por Santander y Bilbao. «¡ ... Que tenga mucho cuidado Francia este sábado!, ¡que no se descuiden porque les vamos a ganar!», desea Daniel Hourcade, quien ofreció el pasado fin de semana toda su experiencia en una charla con los jugadores del Aldro Independiente Rugby Club y el pasado martes y miércoles, ya en el País Vasco, ha dado conferencia en la Universidad de Deusto y una ponencia dentro del Foro 'Guztion Artean Eginez'.
Hourcade fue designado entrenador del año en 2015 por la Rugby World y por Planet Rugby. Condujo a Argentina a las semifinales en el pasado Mundial de Inglaterra. Aquel 25 de octubre de 2015 los pumas cayeron ante Australia en Twickenham por 29-15. En ese equipo estaban Tuculet, Cordero, el 'Mago' Hernández, Juan Imhoff, Nicolás Sánchez... «En ese Mundial el sentido de pertenencia, un concepto que habría que ampliar en cualquier ámbito de la vida, porque da un plus, nos permitió competir por encima de nosotros con garra, corazón, entrega… Ahora somos capaces de competir de igual a igual con poca estructura. No solo se compite, hay otros muchos aspectos. El rugby en Argentina es un deporte cien por cien amateur. Y el chico no solo se pone la camiseta del club, sino también se la pinta», afirma Hourcade (San Miguel de Tucumán, 1958), que entrenó a la absoluta de Argentina desde 2013 hasta 2018 y que ha realizado unas sesiones de entrenamiento con los equipos del Independiente Rugby Club de Santander y del Universitario Bilbao Rugby.
Destaca que «la vida es esfuerzo, y yo la he tenido difícil». Aunque Hourcade siempre ha resaltado que fue un 'pibe' feliz. Le marcó la temprana muerte de su padre, por lo que tuvo que trabajar desde los 12 años en un banco para ayudar a su madre. Se levantaba a las 6.30 y allí trabajaba hasta las 13.30. Luego iba al colegio y después cantaba la lotería hasta las once de la noche. Los sábados entrenaba. Llevaba una vida ordenada para llegar a todo y cumplir con sus responsabilidades.
«El rugby trabaja en muchos ámbitos sociales. Hay un ejemplo: entre aquellos que delinquen y prueban a jugar al rugby el 75 por ciento que lo hacen no vuelven a delinquir. Si desde el deporte no estamos capacitados para ayudar a la sociedad, estamos equivocados en el concepto. En un equipo hasta el utillero es muy importante. No hay nadie más relevante que otro y no se constituye por los mejores jugadores, sino por entender la importancia de las funciones de todos. El deporte debería ser un ámbito para hacer mejores personas. En otros deportes se fingen lesiones y en el rugby se finge estar bien para seguir jugando. Te enseña a darlo todo y a salir vacío de la cancha», remarca.
El sentido de pertenencia fue uno de los términos más repetidos por Hourcade. «El que tienen los All Blacks es tal que hasta quieren cambiar la bandera del país para poner la negra con la 'pluma' (el helecho). Para la clave de un éxito no hay receta mágica. Con trabajo aparecen los logros, que a veces no son más que un mero resultado numérico», subraya.
Tras visitar Japón, sede del campeonato internacional, el argentino descubre «una organización espectacular. Todo está medido. Y desde la parte deportiva, observo un Mundial cada vez más parejo. Es verdad que Nueva Zelanda siempre está un poco más arriba que los demás, pero no lo va a tener fácil. Todos los equipos son competitivos y en Argentina hay mucha ilusión.», recuerda, antes de manifestar con orgullo que «estos chicos -por los pumas- son mis hijos. De hecho, ellos me han pedido que vaya a Japón y les he dicho que al partido de Francia de este sábado no voy. Si pasan de ronda, creo que sí acompañaré a la selección». No lo tienen fácil los pumas al estar en el grupo de la muerte, el C, con Inglaterra y Francia. Solo dos pasan a cuartos.
También recuerda el Mundial de Sudáfrica de 1995. «Mandela es mi ídolo, es un maestro de la vida. Fue un antes y un después para la humanidad. Me acuerdo también de aquel campeonato por el recién fallecido Chester Williams, por lo que significó para hacer desaparecer el apartheid. Y por supuesto de Lomu, ese niño grande tan lindo».
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