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Siempre resulta curioso que alguien venga del país en el que el rugby es casi más que una religión, Nueva Zelanda, para jugar en España, donde el deporte oval aún forma parte de los deportes minoritarios. Pero a Harry Lafituanai (Christchurch, 1992) no le ha ... importado irse –en lo físico y lo rugbístico– al otro lado del mundo. Con la temporada acabada con su equipo, el Thames Valley, Lafituanai ha decidido cambiar de aires. Por su propio espíritu aventurero –le encanta viajar– y por aprender más de cara a regresar a su país de origen y formar parte de un equipo profesional. Recién aterrizado en el Bathco, el pasado domingo ya jugó sus primeros minutos en el Pepe Rojo ante el Silverstorm El Salvador. Uno de los pesos pesados de la División de Honor y que le enseñó cómo se las gasta el rugby patrio.
–¿Por qué alguien que juega en Nueva Zelanda decide venir a España, un país en el que el rugby es tan poco importante?
–Acabé la temporada allí y se presentó esta oportunidad para seguir jugando. Tenía ganas de una experiencia fuera de Nueva Zelanda. Allí el rugby es algo muy importante. No es que no haya oportunidades para ser profesional, pero hay que ser muy bueno para ser profesional allí. También me animó el hecho de viajar, de jugar fuera. Y de conocer otras Ligas. Quería seguir mejorando para cuando pueda volver allí.
–¿Cómo se enteró de la oferta de Bathco? ¿Sabía algo de Cantabria o Santander?
–Sobre la oferta, me contactaron y no lo pensé mucho. Me gusta estar fuera de mi zona de confort.' Me contactan, me gusta la oferta, me apetece...', pensé. Además, me dije que a quién no le apetecía venir a España. Sol, calor... Se nota que no conocía Cantabria y Santander, porque al llegar me he encontrado lluvia y viento (risas). ¡Y es que yo vengo de estar casi en verano!
–¿Y qué le ha parecido?
–Llevo apenas dos semanas. Estoy asentándome y empezando a funcionar. Pero todo el mundo me ha dado una buena bienvenida. Estoy muy a gusto.
El desconocimiento del idioma le hace ser algo tímido, pero Harry Lafituanai esboza una sonrisa siempre que puede. Apasionado de los viajes –«por eso he venido»–, en cuanto a la comida se reconoce carnívoro. «Me encanta la carne. De cualquier tipo». La familia y estar con los amigos ocupan su tiempo libre en Nueva Zelanda. Como jugador, ha desterrado una superstición. «Jugaba siempre los partidos con los mismos calzoncillos. Pero ya se rompieron», apunta entre más risas.
–Ya ha jugado un partido de la División de Honor ¿Qué le ha parecido el rugby español?
–Bastante similar al que jugaba allí. Al no tener una información previa de la Liga española, tampoco tenía expectativas generadas. Me ha sorprendido para bien el nivel, el juego en sí. Es intenso, duro, 'golpeado'... (más risas).
–A un neozelandés le parecerá que aquí se juega a cámara lenta...
–Creo que esa intensidad con la que jugamos es algo cultural. Allí a los niños lo primero que se les da es un balón de rugby. Igual que aquí sucede con el fútbol. Entonces vas cogiendo esos automatismos ya de pequeño. El gran salto es cuando llegas al instituto. La rivalidad que existe entre los institutos es tal que te obliga siempre a ir a más. Todo el mundo quiere ser mejor que el otro. Ahí se fragua la velocidad, la estructura de rugby de Nueva Zelanda. Porque además, es una etapa en la que si tienes las destrezas suficientes, el camino hacia el profesionalismo es muy directo.
–Usted ha jugado en el Heartland XV, uno de los equipos de los All Blacks ¿Qué se siente al vestir esa camiseta negra?
–¡Oh, yeah! (no puede reprimir una expresión de admiración en inglés). Jugué solo un partido, ante Samoa. Me siento muy honrado y privilegiado de haber podido lucir el helecho de plata. Es un combinado en el que no se diferencia el ser profesional o no. Esa camiseta está bien guardada en casa.
–¿Cómo se ha integrado en el vestuario del Bathco? ¿Quién le hace de intérprete?
–Me ha sorprendido la manera diferente de gestionar las cosas en un vestuario aquí. Obviamente, el idioma es una barrera para mí. También me han sorprendido los viajes. En Nueva Zelanda, la distancia máxima a los partidos que tenía se cubría en 40 minutos. Así que esto del autobús es nuevo para mí. Pero aunque el idioma sea una barrera, al final en el Bathco todos tenemos un nivel de rugby en el que ya sabemos lo que tenemos que hacer. El capitán, Niels Van de Ven, es el que más me ayuda y me hace de intérprete. Aunque también Tyran Fagan y Rex Pollock, que además es neozelandés. El entrenador, Agustín Rodríguez, también habla algo de inglés.
–Ya le habrán dicho que el objetivo del Bathco es salvar la categoría...
–Sólo he jugado un partido, pero para ser un equipo que acaba de ascender, estamos ahí. Lo estamos haciendo bien. Entrenador nuevo, nuevos jugadores, una Liga nueva... Vamos por el camino correcto. El mayor problema es el gran número de lesionados que tenemos. Si se tiene todo en cuenta, el equipo está suficientemente sólido. Y se pudo demostrar ante El Salvador –perdimos por 22-16–. Cuanto más juguemos juntos, mejor. Y los lesionados se incorporarán el equipo. Todo tiene que ir a mejor.
–¿Se ve en España por más tiempo?
–Si la oportunidad está ahí y el club me la da, ¿por qué no? Por el momento, yo estoy encantado aquí.
–Puede jugar en todas las posiciones de la tres cuartos ¿En cuál está más cómodo?
–Me da igual jugar en un puesto o en otro. Yo juego donde mejor le venga al equipo.
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