Secciones
Servicios
Destacamos
«Coraje no es ser más valiente que nadie. Es una actitud contra el miedo». La frase es de Luis Viera Landaluce (Caracas, 1981), embajador de Ron Santa Teresa en España. En realidad no es suya, es de Alberto Vollmer, presidente de la ... compañía del ron venezolano, perteneciente a la quinta generación de aquella familia que hace más de 200 años decidió emprender el proyecto entre cañas de azúcar. Viera, de origen vasco, vive en Madrid y aparte de extender las virtudes del ron lleva consigo un mensaje que trasciende lo empresarial. Viera visita estos días Cantabria invitado por Chucho Mozimán, entrenador del Aldro Energía Independiente, que a su vez cumple ahora un año desde que puso en práctica el proyecto Espartanos, una iniciativa que utiliza al rugby como herramienta de resocialización de los presos en las cárceles. Se trata de darle valor. «La segunda oportunidad que todo el mundo tiene», explica Mozimán, que junto a Viera comparten anécdotas y progresos en algo que está vivo. Más de 60 internos del Penal de El Dueso pertenecen al proyecto, un éxito por todo lo alto.
Sin embargo, la historia que Viera ha venido a contar a Santander es digna de todo elogio. En 2013, varios delincuentes asaltaron la hacienda familiar en Venezuela. Cuando fueron apresados por la policía, Alberto Vollmer y su hermano Enrique, los propietarios, le propusieron a los agentes que antes de ir a la cárcel los culpables trabajasen tres meses en la hacienda. Aceptaron. «Allí nació el proyecto Alcatraz que se extendió a siete cárceles de Venezuela, que posteriormente fue asimilado en Argentina y que es estudiado como modelo de socialización y negociación por el gobierno colombiano o por la universidad de Harvard», explica Viera. Lo que allí ocurrió es también el embrión de lo que humildemente Mozimán trabaja en El Dueso.
«Para empezar una pelea se necesita una parte, pero para hacer las paces al menos se requieren dos y allí fue donde realmente comenzó Alcatraz», señala Viera. En la hacienda de Santa Teresa los jefes de la banda criminal aguardaron cómo los propietarios salían en busca de su banda rival. Entre ellas sumaban décadas de peleas y asesinatos mutuos. «Localizaron a sus jefe y los juntaron en la hacienda». La tensión, el miedo. «Les propusieron que se acabara en ese momento su rivalidad y acabaron llorando». Para continuar la labor de paz -impensable en Venezuela por aquel entonces- se apostó por el rugby como herramienta. «Era algo nuevo, nadie sabía jugar; se eliminaba la jerarquía; todos empezaban de cero; el respeto al compañero, al rival y al árbitro es primordial... Y además, hay un tercer tiempo en el que se hacen las paces de lo que ocurriera en el campo. Era un traje a medida», explica Viera.
Parece increíble que en un país en el que los jóvenes tenían una experiencia de vida de 25 años, el rugby sirviera para que cambiasen el chip. «La alternativa era clara: o la cárcel y el cementerio o intentar participar de este proyecto».
«Alcatraz es, por un lado, una cárcel, pero también un ave que realiza largas distancias... Tú eliges», confiesa el embajador de Santa Teresa. Hoy en día, en aquella hacienda, junto a los campos de caña de azúcar donde se elabora el ron existen varios campos de rugby. Allí se juega cada año el mayor torneo de interpenales que existe. Los presos salen de las cárceles para competir, custodiados por la policía expresamente para acudir al lugar donde empezó todo. «Nosotros no inventamos nada, sólo cogimos una receta que funciona. Demuestra que se puede apostar por una segunda oportunidad».
Hoy en día, en aquella hacienda por la que pasó Simón Bolívar o la guerra de la independencia, el líder de una de las bandas que aquella noche hicieron las paces dirige a siete personas, es el capitán del Alcatraz Rugby Club. Más de 2.000 niños juegan al rugby «y han pasado de querer una pistola, como la de sus padres, a un balón de rugby», añade Viera. El proyecto Alcatraz sigue reclutando bandas a nivel internacional y afronta con valentía las negociaciones con los gobiernos de turno y los Pram (líderes de las cárceles en Venezuela). Es el espejo en el que Espartanos sigue reflejándose sin ningún pudor. «Nosotros ya hemos conseguido que varios presos jueguen en nuestro equipo, aprovechando el régimen de tercer grado; hemos jugado varios partidos en El Dueso, y hemos conseguido que los internos cuando quedan en libertad puedan acceder a un trabajo», admite con orgullo Mozimán.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.