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Las deportistas Iris Cagigas, Nadia Gómez, Silvia Martínez y Lucía Castillo posan en el Muelle de Albareda, en el Paseo de Pereda. ALBERTO AJA
Cualquier tiempo pasado no fue mejor
Deporte femenino | 8M

Cualquier tiempo pasado no fue mejor

Silvia Martínez, Iris Cagigas, Nadia Gómez, Lucía Castillo y Sara Fernández han sido testigos del salto cualitativo que ha vivido el deporte femenino en los últimos años, aunque todavía está muy lejos de tocar techo

Leila Bensghaiyar

Santander

Lunes, 7 de marzo 2022, 07:16

La evolución del deporte femenino ha sido tan formidable en la última década que en ocasiones parece que antes casi ni existía. En realidad siempre ha estado ahí, pero muchas veces escondido, silenciado. Y desde luego en continua lucha por ganar visibilidad y reconocimiento. Los rescoldos de siglos de discriminación todavía queman de vez en cuando. Ya en la antigua Grecia a las mujeres no se les permitía participar en los Juegos Olímpicos, y si no estaban casadas, ni siquiera podían acudir como espectadoras. Entonces ellas crearon los Juegos Hereos, donde solo participaban mujeres y también se celebraban cada cuatro años. Resistencia ante las trabas.

Han pasado siglos, y afortunadamente la cosa ha cambiado. Y si no que se lo digan a la futbolista del Racing Féminas Silvia Martínez 'Pinxis' (Requejada, 1985), a la que prohibieron disputar un torneo internacional cuando era benjamín de segundo año. «Era mi primer torneo con chicos, pero al meter mi ficha vieron que era una chica y me prohibieron automáticamente disputarlo y también jugar», cuenta echando la vista atrás unos cuantos años. «No sabíamos por qué y nos enteramos en la Federación Cántabra de Fútbol que había una norma que prohibía jugar a las niñas con los niños», recuerda. Entonces no había equipos femeninos en Cantabria. Era la única niña que jugaba al fútbol.

A Kathrine Switzer trataron de impedirle correr la maratón de Boston, que era solo para hombres, en 1946, pero lo hizo. Y Silvia tampoco se detuvo, quería jugar al fútbol. Y lo hizo. De hecho, fue la primera futbolista federada y gracias a ella, su pasión y la obstinación de su padre, el panorama para las futuras jugadoras de Cantabria cambió radicalmente.

LAS FRASES

«Aún hay muchas diferencias entre hombres y mujeres, aunque se han dado pequeños pasitos por la igualdad»

Iris Cagigas

Jugadora de bolos

«Antes no se veía tanto a las mujeres dedicándose a pelear y ahora somos muchísimas, está más igualado»

Nadia Gómez

Karateka

«El paso que se ha dado en diez años es gigante. Hemos pasado de nada a muchísimo, sobre todo en la base»

Silvia Martínez

Futbolista

«Ahora las niñas se lo toman mucho más en serio, ya no es un pasatiempo y les interesa el deporte»

Lucía Castillo

Jugadora de hockey

Padre e hija se plantaron en la puerta de la FCF y denunciaron el asunto en los medios de comunicación. «Durante medio año tuvimos que estar luchando mi padre y yo. Salió en prensa, se denunció y al final cambiaron la normativa y permitieron a partir de ese año, en la temporada 94-95, jugar a las niñas con chicos, pero solo a dos por equipo», detalla.

Ahora las cosas han cambiado. Y mucho. «Yo era la única niña, después, con 10 años éramos tres. Ahora hay equipos de la base con dos, tres y hasta cinco equipos», comenta satisfecha. Y aunque el estatus de los equipos femeninos aún está a mucha distancia del que disfrutan los masculinos en relevancia y salarios, Silvia cree que se avanza por buen camino. «En estos últimos 8 o 10 años ha ido creciendo el fútbol femenino, sobre todo el fútbol base, que es lo que necesitamos. El paso es gigante en 10 años, se ha pasado de nada a muchísimo».

Iris Cagigas (Cubas, 1997), de la Bolística de Torrelavega, también sabe lo que es derribar prejuicios y estereotipos de género. «Soy la única chica que ha conseguido meterse en los campeonatos de cadetes de los niños», explica orgullosa. Empezó a jugar con los chicos después de que Óscar González, uno de los grandes en esto de los bolosy su monitor en la escuela de Orejo, le animase a hacerlo en categorías menores.

Y ahí ha estado desde los 11 hasta los 18 años, cuando se centró en la Liga Femenina. «Jugué con los chicos con las mismas normas, los metros y las categorías, que son distintas a las de las mujeres», apostilla. En los bolos los metros para tirar van en relación a las edades. «Los chicos cadetes tiran hasta de 14 metros. Pues yo he sido la única que ha tirado de 14 metros, me he metido en los Campeonatos Regionales y de España con los niños, y he quedado quinta y séptima», explica con una voz que destila orgullo. Aunque toda parte de luz tiene también una de sombra. Y pese a los avances, el mundo de los bolos todavía está en pleno proceso de apertura a los cambios. A la pregunta de si aún es muy cerrado con las diferencias entre hombres y mujeres, Iris confiesa: «Lo que he vivido yo en mis carnes y mi familia, sí».

Y un dato curioso es que cuando ella competía con chicos en torneos, quienes peor lo llevaban no eran su compañeros. «Tuve que oír algún comentario diciendo que qué hacía yo allí, quitándole un puesto a un niño». Sin embargo, los chicos estaban encantados con Iris. «Cada vez que no iba a un concurso me decían: 'Oye, que no has venido a tirar, que todavía hay hueco'. Lo llevaban peor los adultos que los niños», recuerda. Jugadoras de bolos ha habido siempre, aunque hace aproximadamente un lustro que los equipos femeninos resurgieron de nuevo, pero «sigue habiendo muchas diferencias entre hombres y mujeres a pesar de que se estén dando pequeños pasitos por la igualdad», explica la bolista.

El aspecto físico, otra batalla

En los últimos años se han implantado medidas para tratar de equilibrar el desnivel entre las Ligas femeninas y masculinas. O al menos poner la primera piedra. «Se ha creado un torneo que es mixto y da bastante visibilidad. Y están intentando hacer los mismos torneos grandes que hay en chicos, para las mujeres», aclara.

A pesar de los avances, la inversión todavía es una cuenta pendiente en el deporte femenino

Y no es lo único que ha cambiado. «La gente nos ha empezado a ver más», reconoce. Y eso también ha ayudado a dejar de lado ideas preconcebidas, porque también el aspecto físico de las bolistas se sometía a examen. «Antes cuando decías que una chica jugaba a los bolos se tenía la imagen de una marimacho tipo armario», apunta. «¿Qué ha pasado? Que las chicas hemos cambiado. Somos más delgadas, porque ha cambiado la forma de tirar, la técnica, venimos de escuelas...», explica Iris.

La karateca Nadia Gómez (Santander, 1997) también piensa que, por fortuna, la percepción de las mujeres en ciertos deportes, como el kárate, ha cambiado para bien. «En los deportes de contacto se tiende a pensar que se es marimacho... Pero hay todo tipo de chicas con todos los perfiles que te puedas imaginar», explica. Está acostumbrada a vaciarse sobre el tatami desde que sus padres le apuntaron a clases extraescolares en su colegio y desde entonces no ha parado. En 2017 hizo historia al ser la primera española en colgarse la medalla de oro y proclamarse campeona del Mundo en el Mundial de Kárate, en modalidad kumite. Y al año siguiente se convirtió también en campeona de Europa.

Y aunque le ha costado un mundo llegar hasta donde está, al menos no ha tenido que luchar contra las desigualdades enfundada en el kimono. «Al ser un deporte minoritario no se ha notado esa diferencia tanto entre chicos y chicas», valora. Aunque eso no quiere decir que no hayan cambiado cosas desde que empezó. «Antes no se veía tanto a las mujeres peleando y ahora somos muchísimas. Está más igualado y se ve a la mujer compitiendo y dedicándose a pelear», apunta.

También se ven más niñas en el hockey. Esa es la percepción de Lucía Castillo (Santander, 1992), portera de la RS Tenis, aunque reconoce que la repercusión no es la misma para hombres y mujeres. «Sí se nota. Solo hay que bajar a ver un partido de chicas y unos de chicos, a ellos les ven más», aduce. Para la jugadora, que fue portera de la selección española y se proclamó subcampeona de Europa con la sub 21, junto a otra cántabra, Bea Pérez, la evolución se nota en que «ahora las niñas se lo toman mucho más en serio, antes era un pasatiempo y ahora les interesa el deporte». Eso sí, todavía quedan barreras importantes por derribar, como la precariedad laboral. «En chicos se nota mucho que pueden llegar a vivir del deporte. En chicas es muy difícil que alguna llegue a hacerlo», se lamenta Lucia.

La campeona de Europa Sara Fernández posa con sus trofeos. DM

«Esos prejuicios, por suerte, se van acabando»

Desde que Sara Fernández (Santander, 1985) entró en el mundo del motor allá por 2005, el panorama sobre las cuatro ruedas ha cambiado mucho. «Cada día se ven más mujeres, sobre todo en la base de la pirámide, que son los Regionales y en Copas Promoción, cuando yo empecé no había tantas», explica la vigente campeona de Europa de copilotos.

Pero la cosa va poco a poco. Demasiado. «Sí es cierto que una vez que vas subiendo de categoría y llegas a campeonatos internacionales, de Europa o el Mundial, hay muy poquitas, prácticamente somos dos o tres, que no es mucho», reconoce Sara. Y aunque pequeño, ese es un avance significativo. Por fin las chicas tienen referentes. Mujeres fuertes que son espejos en los que mirarse. «Siempre se ha dicho que era un deporte más masculino, pero todos esos prejuicios, por suerte, se van acabando», detalla.

Y es que para la copiloto la idea de que el deporte del motor es peligroso, y al serlo es solo para hombres, ha tenido un calado negativo a la hora de que la mujer se anime a ponerse al volante. «Creo que por eso no solo las niñas no querían empezar en el karting o en los rallies, sino que también a sus familias les costaba por si les pasaba algo».

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