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A Viktor Kovalenko (Dnipro, 5 de agosto de 1950) el boicot de los Juegos de Los Ángeles en respuesta al que sufrió cuatro años antes la URSS le afanó la oportunidad de ser medallista olímpico. Navegaba en la calse Flying Dutchman y el día en ... que le comunicaron la decisión optó por dejarlo, pero como el holandés errante no ha podido dejar el mar. Se convirtió en entrenador y sus éxitos con la Unión Soviética y Ucrania le catapultaron al equipo olímpico australiano, donde se ha ganado el sobrenombre de 'gold maker' (el hacedor de oros). Once oros olímpicos llevan su nombre... como responsable directo. Como director del equipo 'aussie' lleva unas cuantas medallas más. Conoció Santander en el Mundial 2014 y ahora ha elegido las aguas de la capital cántabra para los entrenamientos de su equipo. Lo ha hecho este mes de junio y regresará antes de los Juegos Olímpicos de París de 2024. Aunque lleva tres décadas viviendo en Australia, su inglés de seco acento delata su procedencia ucraniana y vive con tristeza y desde la distancia la guerra: «No solo para mí, para todo el mundo ha sido impactante. De pronto Rusia y Ucrania somos enemigos», se lamenta un deportista que nació cuando eran el mismo estado.
-¿Por qué ha elegido Santander como base de entrenamiento del equipo australiano?
-Estuve aquí en el mundial 2014, me pareció un lugar fascinante y había varias razones parta volver. La primera, que Santander tiene unas condiciones únicas. Puedes encontrar vientos fuertes o en calma y momentos de grandes olas y otros sin ola, así que permite trabajar todas las condiciones que se necesitan para una preparación perfecta. Otra razón muy importante es el Centro de Alto Rendimiento, que es absolutamente número uno en el mundo. Tiene todas las instalaciones: gimnasio, mecánica, salas de trabajo, puedes meter los barcos dentro... Y además hay muy buenos profesionales y muy buen ambiente, que también es muy importante para nosotros.
-¿Qué impresión le causa ver el Flying Dutchman con el que Jan Abascal se proclamó campeón olímpico en Moscú colgado en la sala principal?
-La primera vez que vine dije: '¡El barco del oro!'. Pero en esa primera visita a Santander estaba muy centrado en la competición y no tuve oportunidad de ver nada. Esta vez he venido para entrenar y con mi mujer y he visto que es una ciudad fabulosa. Una parte de mi corazón se queda aquí, porque es unja ciudad muy especial y volveré seguro. Probablemente el año que viene para entrenar.
-También tiene una buena amistad y ha desarrollado una carrera paralela con Abascal...
-Es el padrino del centro de entrenamiento. Llevó su idea a la realidad para crear el CEAR y ha formado campeones mundiales y olímpicos. Es una persona muy especial, porque fue campeón olímpico, entrenador de campeones olímpicos y campeón mundial. Aparte de él, nadie lo ha conseguido en toda la historia. Y, además, ha creado un centro único.
-Coincidieron en Flying Dutchman cuando él se proclamó campeón olímpico y usted competía con el equipo local, el soviético...
-Sí. Coincidimos en Tallin, en los Juegos de 1980. Él ya lo había hecho muy bien en Montreal, pero solo pudo ser séptimo porque tuvo muchos problemas con el barco y muy mala suerte. Le dije: «Alejandro, vas a ser campeón olímpico'». Me contestó: «No, no, no, Viktor, hay mucha gente muy buena'. Y cuando ganó, vino donde mí y me dijo: «¡Viktor, tenías razón!».
-¿Cómo fue su paso del barco a entrenador?
-Estaba preparando los juegos de Los Ángeles 84. Había sido dos veces campeón nacional y era mi mayor oportunidad. Estábamos muy bien preparados, pero llegó el boicot. Cuando nos lo dijeron, cogí a mis compañeros, dejé el barco y dije: «Ha terminado para mí». Después escribí a la Federación un informe sobre cómo consideraba que se podían mejorar los resultados y me ofrecieron ser entrenador.
-Desde entonces no ha hecho más que coleccionar títulos con tres equipos nacionales...
-He tenido la suerte de trabajar con grandes regatistas y producir medallistas en la Unión Soviética, en Ucrania y en Australia.
-¿Cómo recaló en Australia?
-Tras coincidir en varios Juegos y Mundiales, entre ellos el de Australia en 1991, y como había tenido buenos resultados, me ofrecieron hacerme cargo del equipo. Al no haber las mejores condiciones en Ucrania decidí cambiar, porque se hacían muchas promesas, pero no todas se cumplían, así que decidí marcharme a Australia y allí sigo viviendo.
-¿Qué espera de los Juegos de París dentro de poco de un año?
-Esperamos varias medallas. Estamos bien colocados en muchas clases. Tenemos muy buen equipo y muy buenos técnicos. Dos de ellos, españoles: Víctor Payá, de Santander -en realidad se estableció para trabajar en el CEAR y trajo a toda su familia-, que entrena en el 42er FX, y Rafa Trujillo, que fue medallista olímpico con España.
-¿Cómo ve a Diego Botín, que hace tres años rozó la medalla en Tokio en 49er?
-Es un regatista muy especial y tiene potencial para ser campeón olímpico. Tiene muchísimo talento, es muy inteligente y lleva una buena dinámica. Todo lo que hace, lo hace a la perfección. Está desarrollando un gran trabajo y es un candidato al oro olímpico, aunque falte más de un año. Su progresión es muy buena. Támara Echegoyen también tiene todo para ser medallista. Víctor Paya estuvo entrenando con ella y es una buena amiga. Es otra de las grandes bazas de España.
-¿De dónde sale la motivación para seguir entrenando después de acumular decenas de medallas en distintas competiciones?
-En primer lugar, de la confianza de la gente con la que trabajo. Yo trabajo con mi equipo exclusivamente para conseguir medallas olímpicas. Recuerdo la de plata en Río de Janiero. Iban a ser mis últimos Juegos y así se lo prometía a mi mujer, pero cuando obtuvimos la plata en Río me dijo: 'No puedes dejarlo aquí; tienes que buscar el oro en Tokio'. Tardamos cinco años, porque llegó el covid y los Juegos se retrasaron, pero llegó. La otra fuente de motivación es precisamente el apoyo y confianza de mi mujer.
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