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Álvaro Machín
Domingo, 21 de septiembre 2014, 20:25
Hay imágenes certeras. Tan precisas en lo que significan que son capaces de definir el sentido de una tarde entera. El chico, de aspecto nórdico y deportista, comía un pincho a la carrera en una de las casetas instaladas frente al CEAR a eso de las siete y media. Estaba rodeado. De todo el gentío que ya se marchaba de Gamazo en oleadas justo al acabar la ceremonia de clausura. De eso y de maletas. Porque fue un domingo lleno de despedidas. Se fue el Mundial con un acto sencillo que se centró en el agradecimiento a una ciudad volcada y, con él, terminó también un verano que se resistió a marcharse. Por el sol, por el ambiente... Hasta el discurso del alcalde, Íñigo de la Serna, que se emocionó durante su intervención le sonó a despedida a más de uno. «Ya no sé como retrasar la partida para quedarme más aquí», decía una joven de Madrid. «Gracias Santander». Eso, tres veces y en español, lo dijo el concejal de Deportes de Aarhus la próxima sede cuando recibió una bandera, la del campeonato, que se bajó de su mástil santanderino para siempre. Otra imagen de las que resumen una tarde.
Fue más que el acto en sí de la clausura. Fue una clausura por todas partes. La principal, la marcada en la agenda, en el escenario de Náutica. Con las autoridades, los voluntarios, las banderas... Pero el adiós se repartió por los rincones que han estado llenos de protagonismo estos días. La Duna y el agua, otro día más. Regatistas y público. Compartiendo espacio con delegaciones recogiendo barcos y haciendo equipajes. En la explanada de Gamazo, en Los Peligros... «¿Te lo has pasado bien?», le preguntaban en una cafetería de Castelar a un hombre que respondió con un rotundo muy bien en portugués. Y también en las carpas. En una, cerca de la caseta de los Prácticos, anunciaban fiesta para la última noche. En otra, junto al Palacete, justo en el otro extremo, las dependientas de una perfumería contaban que habían quedado para abrir una botella de cava al final del día. Despedidas. Sí, se abrieron, de hecho, muchas botellas. Tras el desfile de los voluntarios con las banderas de todos los países, el cava sirvió para celebrar las últimas medallas en juego. Así se inició la clausura. Con la entrega de los trofeos. Las brasileñas subieron con su bandera a recoger el oro en 49. A las italianas (bronce), de tanto calor, se les abrió el cava solo, antes de tiempo. Una anécdota, como cuando intentaron que Sardi también pegara un trago por su boca o cuando lanzaron los ramos de flores. Los chicos del 49, los de Finn, los Nacra... El himno de Nueva Zelanda no es tan familiar como el God save the Queen o La Marsellesa. Los tres sonaron. A los franceses, de hecho, les dieron el trofeo como mejor equipo de todo el campeonato.
«Han sido días históricos en Santander», dijo el presentador de la gala, Jesús Mazón, antes de dar paso a los discursos. «Me llevo de esta organización y de este Mundial al pueblo de Santander, que se ha volcado». El primero en reconocerlo fue el presidente de la Federación Española de Vela, José Ángel Rodríguez Santos. Le siguió Miguel Cardenal, del Consejo Superior de Deportes que confundió a la Federación Internacional de Vela con la de atletismo, otra de las anécdotas. «Habéis hecho historia cambiando la manera en la que se entiende un acontecimiento deportivo», aseguró respecto a las miles de personas que siguieron las regatas. Y lo confirmó Jan Abascal, obligado a subir al escenario por el alcalde, que definió al regatista como «el Mundial hecho nombre». «Lo que hemos visto en el agua y en la Duna, y yo he visto muchas regatas, no se había visto nunca».
Jan estaba emocionado, pero De la Serna hizo sus sensaciones aún más visibles ante el público. Seleccionó mensajes cargados de intención. «Hemos dado una lección contra viento y marea», en relación, sin mencionarlo, al calvario organizativo previo al campeonato y a unas dificultades «que se han vencido con el coraje, esfuerzo y capacidad de superación que Santander ha demostrado a todo el mundo». «Scott, tenemos que repetir», lanzó desde el atril al vicepresidente de la ISAF. «Tenemos que hacer más cosas aquí, tienes que traernos más competiciones a Santander, por favor». Directamente a él. Pero tras repartir agradecimientos a los voluntarios, a su equipo de trabajo y recordar las visitas de Felipe VI y Mariano Rajoy, se guardó un minuto para sí mismo. «El inconformismo y la resistencia al cambio sólo nos lo ponemos nosotros». Ahí empezó a emocionarse. «Como alcalde he vivido momentos muy agradables y otros no tanto. Me habéis regalado con este Mundial algunos de los momentos más apasionantes de mi vida política». Entre el público corrió como la pólvora un «suena a despedida».
«Una demostración
Del alcalde al presidente de Cantabria. «Santander ha sabido demostrar al mundo su capacidad organizativa». Ignacio Diego felicitó a los voluntarios por su «lealtad a la ciudad», achacó al principio de la «colaboración» entre todas las partes la explicación para poder hacer «cosas difíciles» y expresó un deseo dirigido «a todos los que estos días habéis pasado por aquí». «Que volváis dijo para conocernos aún mejor».
A los organizadores locales les interesaba, especialmente, escuchar las palabras del vicepresidente de la ISAF, Scott Perry. El máximo dirigente de la vela mundial ya dio una palmadita en la espalda al Mundial en la ceremonia de inauguración al alucinar con la respuesta de los santanderinos. Pero ahora, a su segundo, le tocaba hacer balance. Poner nota. Primero bromeó con el tiempo. Le parecía imposible que fuera septiembre y no agosto. Luego repasó las cifras de regatistas, barcos, medallas... «Espero que algún día se superen, pero, a día de hoy, son un récord». Y si quedaba alguna duda, remató con su valoración del campeonato: «Sería para mí imposible agradecer a todas las personas que han conseguido que esto sea un éxito rotundo». Y, de hecho, también se dirigió desde el atril directamentehacia De la Serna por su «trabajo incansable y su paciencia admirable». «No sé si vamos a poder entregarte todos los campeonatos que quieres, pero vamos a hacer un esfuerzo».
Traspaso de poderes
Quedaba lo último, el final del acto y del Mundial. Fueron dos regatistas los que izaron la bandera del campeonato en Las Llamas. Dos hombres de éxito y salitre. A Jan Abascal y a Toño Gorostegui les tocó ese privilegio en la inauguración. Su puesto, esta vez y para hacer descender el símbolo de la prueba, fue para dos jóvenes voluntarios. Como un homenaje, como un reconocimiento al viaje común que los participantes y los chavales han compartido estos días.
A partir de ahí, protocolo. El trapo pasó de los jóvenes al alcalde de Santander y de él, a Perry. Como si la ciudad le devolviera a la ISAF su campeonato, ya concluido y listo para ser entregado a su próxima sede. Y justo eso ocurrió. Rabih Azad-Ahmad, concejal de Deporte, Cultura y Servicios Ciudadanos de Aarhus, recibió el legado y la responsabilidad. «Al revés, al revés», le decían desde el público cuando posaba con la bandera en una imagen que unió a una ciudad española y a una danesa a través de barcos y regatas.
«Gracias Santander»
En la pantalla sobre la pared lateral del Palacio de Festivales pusieron el vídeo promocional de la próxima sede. A más de uno le llamó la atención el plano de un proyecto similar, en cierto modo, a la Duna en su concepción como tribuna. «Gracias por un gran evento». Azad-Ahmad se esforzó por empezar su discurso en español. Luego, repartió unos agradecimientos que volvieron a incluir a los voluntarios y a los santanderinos en general. «Nos habéis dado un único y gran campeonato. Vuestra bella ciudad y vuestro frente marítimo han sido estos días un lugar maravilloso». De hecho, aseguró que el balance de Santander les obliga «a hacer un esfuerzo mayor para tratar de mejorarlo». «Espero que juntos podamos repensar el futuro de la vela», expresó antes de invitar a todos a Aarhus en 2018 y repetir otra vez en español y hasta en tres ocasiones «gracias Santander».
Así concluyó el acto, pero no las despedidas. Porque los chicos de la vela, los que quedaban, seguían recogiendo trastos y embarcando, esta vez, en vehículos sobre el asfalto. Tirando de los nacras por la carretera. Intercambiando teléfonos y prometiendo solicitudes de amistad eterna por el Facebook. Los daneses se fotografiaban con Sardi, sudando por dentro porque el calor también quiso quedarse. Como la regatista de Serbia que, a esa hora, llegaba justo a Belgrado tras horas y horas en coche desde Santander. Alguien le mandó fotos de la bandera de su país en el desfile como respuesta a un «me gustaría estar ahora allí». Historias muy del final del verano. Porque el otoño entrará de verdad este martes, a eso de las cuatro y media de la mañana. Pero en Santander nadie recuerda una despedida tan evidente de la estación desde Verano azul. Una despedida mundial. «Si hasta dan malo para mañana», decían por Gamazo.
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