Secciones
Servicios
Destacamos
Salón del Real Club Marítimo de Santander, cuna de la vela en la capital y referencia en todo el país. Dos y media de la tarde. Todo lleno de banderas españolas. Ya casi no hay sitio en los asientos más cercanos al televisor. Nadie ... quiere perderse «la regata del año», prevista para las 14.43 horas, en la que un cántabro puede lograr una medalla en los Juegos de París. La gloria olímpica al alcance de uno de ellos, «de los nuestros». Se nota la alegría, pero también la incertidumbre en los rostros de los más jóvenes. La expectación, pero también la confianza entre los mayores. Y en todos ellos, una palabra común: Diego.
«Yo tengo plena confianza en Diego, sé que lo puede lograr», señala el presidente del Real Club Marítimo, Fernando Pereda, minutos antes de que comience la regata. «Y como gane el oro, se va a convertir en el mejor a nivel mundial», añade.
Noticia relacionada
Empieza la prueba. La última. La definitiva. La que decidirá los metales. Diego y su compañero, el catalán Florian Trittel, salen bien. Mejor que bien. «¡Los primeros!» Van directos a la marca, que atraviesan líderes, divisando a lo lejos a sus principales rivales, los neozelandeses y los irlandeses. La medalla comienza en ser una realidad en los salones del Club Marítimo, que ve que el oro está cada vez más cerca. Se oyen comentarios, ánimos, análisis calmados, algún que otro grito y, sobre todo, certezas de que Diego lo va a conseguir mientras la televisión muestra el buen hacer de Botín y Trittel. Y de repente, lo que muchos se temían. Regata suspendida. No hay viento. Tripulaciones atrapadas, velas caídas y vuelta a empezar. En el peor momento. Cuando oteaba la medalla más preciada. «¡Que no cunda el desánimo!» «Sabrá mejor una victoria doblemente merecida», se oye en la sala, mientras jóvenes y mayores buscan cómo aguardar el tiempo de espera a que se celebre una nueva regata. Volver a empezar. Mala suerte. Así es la vela. El viento. Marsella.
Los primeros en abandonar la sala, lo veían claro. Entre los que no desisten se palpa cierta desesperación. Nadie sabe si la competición continuará o no. Las noticias que llegan son contradictorias. Que sí. Que no. Y más espera. Algo a lo que todos los amantes de la vela están ya acostumbrados, aunque en la sala hay ciertas matizaciones. «Se nota la importancia de los Juegos porque siguen a la espera del viento y no paran de cambiar la ubicación», comentan. A partir de las cuatro y media, la falta de noticias se hace pesada. Los más jóvenes no sueltan el móvil. Buscan información, la confirmación de cuándo se reanudará la competición, la ubicación del campo de regatas, del viento.
Por fin llegan buenas nuevas. Habrá otro intento. El segundo. Vamos a por ello. Salida. No tan buena como en la regata inicial. La televisión marca que Diego y Florian marchan octavos. Hay nervios. Muchos. Se echan cuentas. Se mira dónde está Nueva Zelanda. E Irlanda. Manda Países Bajos. Y eso calma un poco el ambiente. Llegan a la primera marca. Los españoles pasan séptimos. «Ahora son plata», se oye en la sala cuando se muestra cómo quedaría la clasificación final. Se abren los spinnaker. El momento de volar. O no. Porque todo se detiene. De nuevo. Adiós al viento. A la regata. Vuelta a empezar. Otra vez. ¿Hasta cuándo? Hasta hoy, cuando el salón del Real Club Marítimo de Santander vuelva a llenarse para animar a Diego Botín y Florian Trittel en su lucha por lograr una medalla en los Juegos. ¿Y si es de oro? Será de oro. Seguro.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.