Los acuíferos de Picos de Europa «no están tan bien como debieran»

No se trata sólo de testar la salud de las aguas y hacer recuento de las especies que lo habitan (incluidas las invasoras) sino también de analizar y poner soluciones prácticas a los efectos que cambio climático o el impacto de una montaña humanizada -en este caso por el turismo, la ganadería o el sector hidroeléctrico- está provocando en los cauces del Deva o el Urdón y lagos como el de Ándara para programar intervenciones conjuntas y «conciliar» intereses con su población. De hecho una de las aristas principales en las que trabajan ya los expertos (un equipo multidisciplinar de investigadores, biólogos, geógrafos, ingenieros o periodistas entre otros muchos perfiles) es el de contar con aquellos que viven y se retroalimentan del parque. Nunca dejarles a un lado de su trabajo. «Nuestra filosofía es que en todo momento se concilien nuestras acciones con los habitantes del territorio», insiste José Barquín director del proyecto e investigador del Instituto de Hidráulica. «Tenemos que trabajar con la gente que vive dentro, sensibilizando, no de espaldas a ellos o imponiendo las cosas desde un despacho», apostilla también Noel Quevedo de la Red Cambera que se ocupa de las acciones de información y voluntariado en restauración de espacios.

Life Divaqua tiene una duración de cuatro años. Arrancó en 2019, pero la pandemia también aquí ha marcado los tiempos. De ahí que los trabajos de campo y análisis de la biodiversidad de lagos, ríos, arroyos o abrevaderos se estén realizando desde este verano. En el mismo proyecto se incluyen todos los municipios castellano leoneses, asturianos y cántabros que intervienen en este espacio. En el caso de Liébana, se ha implicado tanto a los municipios que están dentro del Parque, como Cillorigo, Tresviso y Camaleño, como los que no lo están: Peñarrubia, Pesaguero, Cabezón y Vega de Liébana.

De los primeros estudios sobre el terreno ya se puede deducir que los acuíferos del Parque Nacional «no están tan bien como debieran» y hay que intentar minimizar esos impactos y tratar estos espacios «como se merecen», reflexiona Barquín.

«En la zona de Bulnes ya nos indicaban que había ganado que había bajado de la parte alta de la montaña para buscar agua porque arriba se había secado», explica gráficamente el director del proyecto como ejemplo de uno de los impactos a los que se refieren y que se están detectando por los efectos del cambio climático.

¿Y cómo luchar contra esto? Con acciones concretas de «custodia de territorios». Arrimando el hombro en colaboración con los ganaderos «construyendo puntos de agua para el ganado» en las zonas que se indiquen evitando así que entren o contaminen acuíferos de gran valor, preservando estos lugares con «pastores solares» que luego se quedan los propios ganaderos. También colaborando con las centrales hidroeléctricas que operan en la zona, implicándoles en la construcción de escalas y pasos para salmones y truchas o a través de acciones divulgativas «kits de información para turistas», jornadas de sensibilización, talleres con la población, voluntariado para restaurar ciertos hábitats o la creación de un punto divulgativo en Fuente Dé están dentro del saco de propuestas de los promotores.

En el proyecto también participan el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Centro Tecnológico Agrario y Agroalimentario Itagra, Repsol, Navarro Generación y los Gobiernos autonómicos de Cantabria, Asturias y la Junta de Castilla y León.