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Cada vez que un alpinista conocido -o vagamente mediático- muere o sufre un grave accidente, los medios de comunicación nos lanzamos a un sesudo análisis de lo peligroso y a veces inconcebible que es este deporte. O mejor dicho, esta mezcolanza de disciplinas que conforman los llamados deportes de aventura o de riesgo. He preferido esperar unas horas más para escribir sobre el tema y no reincidir en esa postura.
Carlos Suárez murió el martes en un accidente de paracaidismo, como asesor en un rodaje que versaba sobre su propia biografía, de una manera puramente casual, como pudo haberle pasado a cualquiera al cruzar la calle. Carlos era un deportista fuera de lo común en el apartado técnico, algo que resultaría redundante detallar y pormenorizar para los entendidos y largo de leer para los demás. Y no quiero enumerar una retahíla de ascensiones o logros deportivos; la fuerza y vitalidad de Carlos residía en todo lo demás.
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Empezó a escalar y subir montañas en la adolescencia, como casi todo el mundo en su generación, movido por el deseo de un contacto vital con la naturaleza. Su precocidad y genialidad pronto le llevaron a gestas completamente inusuales para su edad y fue conformando un halo legendario a su alrededor que nunca le abandonaría. Sin embargo, lo que le hacía especial a los ojos de sus compañeros, más cercanos o lejanos, era lo que transmitía. Carlos se tomaba la molestia de trascender los números, los datos y las hazañas. Carlos se llenaba con momentos de extraordinaria intimidad entre él y las montañas donde desarrollaba sus actividades. Gozaba de la vivencia, era un alpinista sincero y fiel a sus principios, exprimía al máximo tanto su cuerpo como su mente, sin olvidar su corazón. Amaba las montañas como campo de juego, como entorno vital en que su vida transcurrió con enorme intensidad. Siendo un auténtico renovador del alpinismo «rápido y ligero», Carlos era un montañero tradicional en lo espiritual. Sentía todo lo que hacía con la punta de sus dedos, allí, cerca de esas cimas que simbolizan todo lo que un alpinista desea alcanzar como persona.
Carlos estaba también fuertemente vinculado a las montañas de Cantabria. Siendo un deportista que recorrió la inmensidad de los macizos montañosos de todo el globo, tuvo en los Picos de Europa uno de sus parajes fetiche, junto a la Patagonia. En el Pico Urriello firmó alguna de sus más exigentes escaladas en su etapa temprana y, más recientemente, participó en ocasiones en la Semana de Montaña de Reinosa, en las Jornadas de Montaña Lebaniegas, así como en pruebas deportivas como la Travesía Régil de esquí de montaña, y en el Kilómetro Vertical de Fuente Dé. Tenía la capacidad de disfrutar de absolutamente todo, desde una increíble y dura escalada, hasta mantener una charla con escolares o público en su faceta divulgativa.
Por ello su pérdida tardará en ponerse en perspectiva. Se ha ido uno de los escaladores y alpinistas mágicos en la España del cambio de milenio y su legado será difícilmente igualable por una sola persona.
«La razón por la que voy a volver a saltar algunos días de avión y con traje de alas no es otra que hacer un gran homenaje a varios de los amigos que se fueron ya hace unos años. Lo estamos preparando a conciencia para hacerlo bien seguro. Lo haremos también rodeados de los mejores. No puedo decir más que será un trabajo muy bonito. Y estoy deseando compartirlo pero habrá que esperar».
Este es uno de los últimos mensajes que publicó en su perfil de Facebook Carlos Suárez, el último de un grupo de cuatro amigos que han fallecido en parecidas circunstancias haciendo salto BASE, que es el nombre de un deporte extremo que consiste en saltar a gran altura desde objetos fijos, usando un paracaídas para descender hasta el suelo. Sus siglas significan: Building («edificio»), Antenna («antena», también referido a chimeneas o torres de tendido eléctrico), Span («viaducto» o «vano») y Earth («Tierra», pudiendo hacer referencia a riscos o acantilados).
Lo que escondía ese mensaje era, ni más ni menos, que el rodaje de la película 'La Fiera', dirigida por Salvador Calvo y producida por Atresmedia Cine y MOD Producciones, cuyo propósito era contar la historia de Carlos Suárez y la de tres de sus compañeros que iniciaron en España esta disciplina deportiva y el vuelo con traje de alas, como son Álvaro Bultó, Darío Barrio y Manolo Chana, fallecidos en parecidas circunstancias practicándolo en los últimos años.
La casualidad ha querido que el último de ese grupo de cuatro 'locos' del salto BASE haya fallecido, precisamente, haciendo un homenaje a todos ellos. Un fatídico accidente que tuvo lugar este martes en los primeros ensayos del rodaje, ahora suspendido, que estaba desarrollándose en el municipio toledano de La Villa de Don Fadrique, donde Carlos Suárez sé lanzó desde un globo y murió al fallar el paracaídas e impactar contra el suelo.
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