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ÓSCAR GOGORZA
Martes, 14 de mayo 2019, 12:35
El alpinismo moderno, se lleve a cabo donde se lleve a cabo, e incluso en las grandes cimas del Himalaya, habla de estilo, de ligereza, de velocidad, de escasez de medios, de calcar la forma de escalar que se emplea en alturas menores. Habla, ... por supuesto, de compromiso, de ética, discurso que ya manejaba a finales del siglo XIX Albert Frederick Mummery cuando proclamó que toda escalada debía acometerse 'by fair means'.
Hay varias maneras de traducir la propuesta de Mummery: 'por medios lícitos', 'justos', éticos' pero su exigencia (denostada medio siglo después cuando los diferentes nacionalismos decidieron conquistar las montañas de 8.000 metros por asedio) inspiró a Hermann Buhl, a Reinhold Messner y a todos los grandes especialistas del estilo alpino como Ueli Steck, Steve House, Marko Prezelj, o los recientemente desaparecidos Hansjorg Auer, David Lama o Jess Roskelley.
El apellido Mummery, inglés nacido junto a los acantilados de Dover en 1855, ha recuperado brío éste pasado invierno, a la luz de la trágica desaparición de Tom Ballard y Daniele Nardi en el Nanga Parbat. La pareja desapareció cuando trataba de escalar una ruta que discurre por el centro de la pared del Diamir, una línea directa a la cima explorada por vez primera en 1895 por Albert F. Mummery. Entonces, fue el primer intento documentado por conquistar una de las 14 montañas del planeta que superan los 8.000 metros de altitud. Mummery llegó a alcanzar una altitud vecina a los 7.000 metros, antes de decidir que aquél no era el mejor camino a la cima.
Para celebrar su intento, la ruta (sin acabar) se conoce como espolón Mummery. Después de explorar la vertiente Rupal de la montaña y quedar espantado por su verticalidad y longitud (con 4.500 metros es la pared más grande del planeta) decide explorar junto a dos guerreros Gurkas del ejército de Nepal, la vertiente Rakhiot. Un alud acabó con sus vidas. El Nanga Parbat no sería conquistado hasta 1953, obra de Hermann Buhl: fue el primer 'ochomil' conquistado sin ayuda de oxigeno artificial y en solitario, con un vivac dramático en el descenso. De no ser por los estimulantes que tomó Buhl, Mummery hubiera aprobado su ascenso 'by fair means'…
Hasta que irrumpió Mummery en el mundillo del alpinismo, los guías de montaña eran de uso obligado para cualquier empresa en alta montaña. Así, Mummery y su famoso guía suizo Alexander Burgener conquistan la arista Zmutt al Cervino, la primera ascensión al Dürrenhorn así como el Corredor de la Y a la Aguja verde, entre otras de la calidad de la travesía de la Aguja de Grands Charmoz.
Pero su concepción del montañismo cambia cuando regresa de un provechoso viaje a las montañas del Cáucaso: entonces decide prescindir de los Guías y firma primeras asombrosas como las del Dru, la Brenva o la travesía del Grépon, iniciando una tradición: igual que los turistas ingleses buscan las costas españolas, los alpinistas de ese país peregrinan desde hace décadas a Chamonix, buscando un terreno de juego del que carecen en su isla.
Las crónicas se refieren a Mummery pintando un cuadro de debilidad fisica, de un hombre con problemas de espalda, delgaducho y miope. De hecho, aseguran que si escogió la ligereza y la velocidad fue para no tener que acarrear durante días pesadas mochilas. Visto así, el estilo alpino habría nacido fruto de una coincidencia, de un defecto físico. Con todo, si la espalda de Mummery flojeaba, su inteligencia y su fuerza de voluntad explican sus éxitos. Por muy mal que tuviese la espalda, esto no explica ocurrencias tan reveladoras como ésta: «Cuando todo indica que por un lugar no se puede pasar, es necesario pasar. Se trata precisamente de eso».
Así se inventó el juego del alpinismo: ya no se trataba de conquistar una cima, sino de explorar todas las posibilidades de una montaña, de una pared, buscando caminos diferentes, aventura, todo esto movido por la pasión del gesto, del descubrimiento.
Así, Mummery escaló el Cervino por seis rutas diferentes, la primera de ellas a la temprana edad de 15 años, apenas seis después de la primera ascensión. En 1894, llegó a guiar a su joven amigo, el Duque de los Abruzzos, por la arista Zmutt hasta la cima del Cervino. Su trabajo como curtidor le permitía dedicarse por igual a sus dos pasiones: la montaña y la economía, y también le dejó espacio para convertirse en alcalde de Dover.
Visionario, sabía que toda ascensión acaba por parecer mucho más sencilla bajo el escrutinio del paso del tiempo, algo que aplicaba a sus propias conquistas: «se observa con frecuencia que todas las montañas pasan por tres etapas y son, sucesivamente, un pico inalcanzable, la ascensión más complicada de los Alpes y, finalmente, un paseo sencillo para una dama». Si obviamos el carácter sexista de su afirmación, lo que queda es su hambre de conquistas, su determinación y su valentía, capaces de compensar su aparente falta de músculo. Hermann Buhl homenajeó su memoria calificándolo como «uno de los mejores alpinistas de todos los tiempos». El hombre miope que vio mucho más lejos, hasta el siglo XXI.
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