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Yo pongo el autismo sobre la mesa. Pongo mi autismo, que no tendría por qué hacerlo. Lo que quiero es que se hable de ello, que la gente entienda que dentro del espectro todos somos distintos», explica con determinación una voz femenina al otro lado ... del teléfono. Es Vanesa Almeida (Vitoria, 1978), que sabe de sobra lo que es alcanzar cumbres altas. A fin de cuentas ha sido deportista de élite durante muchos años en el mundo de la vela. En su haber cuenta con un Campeonato del Mundo, tres de España e incluso la preparación para los juegos Olímpicos de Sydney en el 2000.
Y quiere seguir alcanzando la cima, pero ahora de manera literal. La vitoriana, que está afincada en Cantabria, tiene entre manos un proyecto espectacular. Aspira, en septiembre u octubre de 2025, a ascender el Manaslu, un exigente 8.000, y convertirse en la primera persona del mundo con Trastorno del Espectro Autista (TEA) en lograrlo. Además, colaborará con la ciencia porque quiere demostrar que se puede realizar una preparación más eficiente para escalar las montañas más altas del mundo. Para eso trabaja con una terna de científicos que controlan su entrenamiento, nutrición y suplementación. Asimismo, cuenta con la supervisión de un médico especializado en altitudes extremas e hipoxia.
Aunque inspirar al colectivo de personas autistas y dar visibilidad a este trastorno es el motor de la iniciativa. «Creo que hay que tener cierto compromiso social y decir, oye, yo quiero aportar esto a la sociedad, que esté más informada, que sepa qué es el autismo», detalla Vanesa, que está diagnosticada con autismo de grado 1, de altas capacidades. «Yo soy, dentro del espectro, algo suave, pero hay otras personas por ahí que están muy mal. Parece que no están en la sociedad porque no se ven, pero están ahí, sufriendo. Ellos y sus familias, y creo que hay que poner voz a eso, ¿no?», señala.
El diagnóstico de Vanesa llegó en 2021. Después de ser una figura destacada en el mundo de la vela, la vitoriana cerró la etapa ligada al mar y abrió una nueva. La pasión por la montaña, que descubrió a través de un curso de la Federación Cántabra de Deportes de Montaña y Escalada, llegó casi al mismo tiempo que su diagnóstico. Desde pequeña había intuido que no era como los demás. Su cuerpo y su cerebro funcionaban de manera diferente. «Siempre he sabido que algo me sucedía, porque he pasado fases muy duras y de mucho sufrimiento, pero cuando uno está continuamente en un estado, se acostumbra. Yo decía: 'Algo me tiene que pasar'», cuenta. Como había dejado de competir, empezó a llevar una vida más tranquila y esa introspección le hizo darse cuenta de aspectos que había tratado de mantener adormilados durante años. «Empecé a compararme con amigos, con mi pareja... Pensaba: '¿Yo funciono así? ¿Tú cómo funcionas?'. Supe que algo pasaba».
Entonces entró en su vida la psicóloga Nora Aguirre. La terapeuta tenía experiencia con el autismo porque había trabajado en un centro Waldorf, en Bristol (Reino Unido). «Al poco tiempo me soltó. 'Vanesa, yo creo que tú eres autista'», cuenta Almeida. No se lo podía creer, pero en cuanto llegó a su casa le faltó tiempo para consultar los síntomas. «Dije, ¡Madre mía! Si esto es lo que me pasa a mí, solo que no he podido ponerle palabras a todo lo que me sucedía dentro».
Eso fue en 2021. Vanesa acudió a la Universidad de Salamanca, donde realizan diagnósticos especializados, y confirmó sus sospechas. «Al detectarlo, mi vida cambia; está todo mejor. Se necesita un diagnóstico, se necesita saber quién eres», exclama. Por eso no quiere perder esta oportunidad. «Lo pongo sobre la mesa por ese motivo, para que se hable, que se sepa. Contra más informada esté la sociedad, será más inclusiva y mejor», asevera. Y si encima puede añadir su amor por la montaña a la ecuación, mucho mejor.
De las 14 montañas más altas del mundo, el Manaslu es la octava. Está situada en el macizo Mansiri Himal, parte del Himalaya en la zona centroccidental de Nepal. La ruta de ascenso comprende un recorrido enteramente glacial, salvando un desnivel de 3.300 metros, y es la elegida por Vanesa para desplegar su reto. «El Manaslu tiene el campo base alto, y cuanto más alto, más segura es la montaña, porque si te pasa algo, pueden llegar antes a ayudarte», explica, mientras imagina el momento de alcanzar la cumbre y saber que ha hecho historia. «Cada montaña que hago, aunque sea bajita, me emociona. ¿Qué puedo decir? Que los sueños no tienen cima. Es que es tan emocionante, es el viaje, lo que has tenido que luchar hasta allí», detalla con efervescencia en la voz.
Y eso que el autismo también influye en cómo abordar la empresa. «Las áreas que más afectadas tengo son las de hipersensibilidad sensorial. Me causa un alboroto interior bastante severo y grave». Para entenderlo basta con poner un ejemplo. «Cuando hago deporte tengo una sensibilidad tan alta que puedo percibir el ácido láctico en la saliva», confiesa. Y precisamente, esa hipersensibilidad sensorial la hace capaz de percibir muchísima información que le da su cuerpo y que podría ayudar a la ciencia. «Estoy con unas líneas de investigación de nutrición deportiva, porque se han dado cuenta de que tengo una capacidad ahí, como un superpoder», cuenta la alavesa. «Doy mucha más información de la que puede dar otro deportista».
Ayudar a todos los niveles. Avanzar. Científicamente y como sociedad. Vanesa ha dado un paso al frente para poner en el foco un problema silencioso que cada vez afecta a más personas. «Supongo que mucha gente, cuando vea que me pongo de pie, saldrá y dirá: 'Yo tengo esto y no pasa nada'». Y el resto no son más que guijarros que caen al vacío.
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