«Dejamos el miedo en el Aconcagua»
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Las cholitas escaladoras Cecilia Llusco y Elena Quispe presentan en Santander el documental en el que protagonizan su inspiradora ascensión al techo de SudaméricaLa pollera, el aguayo y el sombrero definen la identidad de las cholas, las mujeres indígenas bolivianas. Y con pollera, aguayo y sombrero ascendieron los casi 7.000 metros del Aconcagua cinco de ellas, Dora, Liita, Lidia, Cecilia y Elena, las bautizadas y reconocidas como ... Cholitas Escaladoras, que han convertido su ascensión al techo de América y a otras muchas cimas de envergadura en una reivindicación de la cultura aymara y también de un lema que repiten cada poco en sus entrevistas: «Nada ni nadie nos puede detener».
Cecilia Llusco y Elena Quispe han hecho de embajadoras de sus compañeras en una larga gira por España que les ha llevado por once ciudades y que ayer concluyó en Santander. Porque además de escaladoras consumadas, estas cinco mujeres son protagonistas del documental 'Cholitas', dirigido por Jaime Murciego y Pablo Iraburu. Auspiciadas por las ONG Entreculturas, Alboan y Oxfam Intermón, ambas recalaron ayer en el Centro Cultural Doctor Madrazo de la capital cántabra, donde se proyectó el documental. Había cola para entrar. Quispe y Llusco, ataviadas con unos coloridos aguayos anudados al cuello, esperaban a que comenzara el acto con una sonrisa franca. También con mucho que contar.
Lo más difícil de la ascensión al Aconcagua quizá no fueran las caminatas, la altitud, las noches a raso. «Para mí, por ejemplo, fue vencer mis propios miedos», cuenta Elena Quispe, y con ello se refiere a la timidez, a la dificultad para expresarse, a la falta de confianza en una misma. La expedición que nació de una pregunta tan sencilla como rotunda – «¿por qué las mujeres no podemos ir a escalar?», se cuestionan las cholas en un momento del documental– le dio valor para plantearse otros retos, otras preguntas. Ya en el avión rumbo a Argentina sintió «una paz» diferente, y «al llegar a esa altura [a la cima], me sentí libre, libre de todo, con lágrimas en los ojos por la emoción. No me creía que podía lograrlo, pero, a pesar de las discriminaciones y las dificultades que hemos tenido en el camino, hemos roto todas las barreras y los estereotipos. El miedo lo dejamos en el Aconcagua», celebra Quispe. Las cholitas escalando y también moviendo montañas.
A su lado, Cecilia asiente. Ella habla también de la belleza de las cumbres, del silencio, del «oxígeno puro» que se respira en lo alto. «Cada cima tiene cosas bonitas. Allí me siento libre, siento que toco las nubes, que juntas tocamos el cielo. Porque somos un grupo de mujeres que nos unimos, que juntamos los brazos y volamos», evoca pensando en sus compañeras. A ellas les da las gracias repetidas veces y también a los directores del documental, por llevarlas en volandas hasta las «pantallas gigantes». La cumbre, por tanto, es una cuestión de equipo, aunque luego cada cholita escaladora haya rehecho su camino con mucha determinación a tenor de los testimonios de Elena y Cecilia.
Y esos caminos permanecen en la montaña para Elena, para Cecilia y para otras compañeras. Ambas se han convertido en guías profesionales y conducen a los escaladores –unos más experimentados que otros– por la montaña adelante. Posando con sus piolets y sus polleras, ambas dan a conocer sus rutas, sus mensajes, sus viajes, sus encuentros, sus servicios y su amor por el deporte –son forofas del fútbol, que practican con mucha habilidad– en las redes sociales. Es fácil encontrarlas: Llusco es 'Cecilia cholita escaladora'; y Quispe es 'Ely de las Montañas'.
Las cumbres les han cambiado. Se han convertido en guías de montaña, un oficio reservado a los hombres, «y ya no nos ponemos límites», dicen ambas. Y también han llevado su cultura «de mujeres indígenas aymaras, de mujer indígena de pollera y aguayo» allá donde han ido.
Han jugado al fútbol en las alturas y hasta en Lavapiés —han disputado en su gira española un partidillo con el equipo de las Dragonas–; han escalado con sus faldas y pañuelos ocho montañas de más de 6.000 metros, han viajado y han compartido tiempo con sus compañeras. «Y ahora queremos seguir conociendo las montañas que nos esperan, llegar más lejos».
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