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Oskar Ortiz de Guinea
Viernes, 28 de mayo 2021, 14:44
Roberto Sánchez, Rober, volvió a nacer el 22 de marzo de 2018, cuando un alud de nieve se llevó a los dos montañeros con los que se dirigía al Lac Redon (Pirineo catalán), el vasco Unai Pérez de Arenaza y el salmantino Gaspar Giner. ... El montañero, que tiene 47 años, no recuerda «nada» del accidente, pero la prótesis que sustituye a su pierna izquierda por encima de la rodilla le impide pasar página a la tragedia. «Llevo más de tres años luchando para superarlo, pero hay cosas que nunca se van a olvidar», explica.
Su relato sobrecoge. «Estoy muy apaleado, el alud me destrozó y truncó mi vida anterior. Tengo amputada la pierna izquierda, casi perdí la derecha, tengo una lesión nerviosa en el brazo derecho, una operación en el izquierdo...». El parte médico no recoge la lesión más grave. La psicológica. «Tengo mis bajones, pero estoy trabajando mentalmente para que mi estado anímico no sea dientes de sierra sino colinas, de modo que aunque baje un poco, no llegue a tocar fondo».
El pasado domingo trascendió el hecho de que un juez de Vielha investigue a la presidenta del Centro Superior de Investigaciones Científicas, en el marco de la vía penal que las familias de los montañeros muertos abrieron contra la agencia estatal, en la que estaba contratado Rober. El montañero entrar en detalles sobre la situación laboral de los fallecidos para no interferir en el proceso judicial. «Cuando salió la noticia del juicio, se me removió todo. Unai era un amigo, a Gaspar le conocía menos».
Tampoco puede aportar datos sobre el accidente. «Nos dirigíamos al Estanh Redon, en el parque nacional de Aigüestortes. Es un lago que se lleva investigando años y debíamos tomar muestras de agua para analizarla». No llegaron al destino. «Hubo una avalancha, nos atrapó y nos escupió montaña abajo con la mala suerte de que era un terreno escarpado».
Ahí acaba su lucidez. «Es que no recuerdo nada», repite. «En el valle de Boí, donde vivo, nos conocemos todos. Los rescatadores me han dicho después que me encontraron consciente. No lo sé. Tengo recuerdos un tanto paranoicos con algún retazo de realidad, pero cuando le conté mi versión al primer rescatador que se acercó a mí, me dice que para nada fue así».
Según explicaron los bomberos, el suceso tuvo lugar en el valle de Conangles, cerca de la boca sur del túnel de Vielha. Unai y Gaspar fallecieron en el lugar y Rober fue evacuado al hospital de Vielha, pero la gravedad de sus heridas aconsejaron su traslado en helicóptero al hospital Bellvitge. «Me han dicho que muchas veces el cerebro bloquea los recuerdos traumáticos y puede que en un futuro se activen o no. Es pero que no. Las consecuencias son evidentes y con eso voy a convivir el resto de mi vida».
Rober nació en Lasarte-Oria, donde residió 25 años en los que hizo suyas las cimas del Buruntza, Adarra y Txindoki. «Son mis tres montañas. Las he subido decenas de veces. El Txindoki me lo sé de memoria, también todas sus aristas. Sé que no podré volver a ellas, pero durante mi recuperación me ayudó mucho ponerme el sueño de volver al Txindoki», apunta.
Dejó Gipuzkoa en 1999 junto a su pareja, Carol, de Trintxerpe. «Nos apasionaba la montaña y queríamos vivir lo más cerca posible de los Pirineos y trabajar en estaciones de esquí. Nos instalamos en Boí, donde hemos vivido hasta que nos hemos mudado a Barruera, que está cerca pero tiene menos cuestas y me viene mejor para mi discapacidad».
Pese al accidente que marcó su vida para siempre, su pasión por la montaña penetra como un torrente a través del teléfono. «Ella no tiene ninguna culpa; está ahí y tú decides si vas o no. En todos los ámbitos hay accidentes. Está claro que en la montaña hay más, el riesgo cero no existe». A base de un «palo tremendo», ha comprendido que todos tenemos marcado nuestro día. «Aquel día en la montaña íbamos tres, pero la vida me eligió a mí. No era mi día». Tampoco era el del director de la investigación, que debido a una luxación de hombro que había sufrido una semana antes no fue parte de la cordada fatal. «Quedé muy tocado -admite Rober-, pero siempre me he dicho que si Unai y Gaspar no están con nosotros, yo debo seguir luchando por mí, pero también por ellos. La vida me ha dado una segunda oportunidad».
Su tono de voz contagia vitalidad, pero tampoco desea transmitir una falsa sensación de heroicidad. «Aunque los médicos y enfermeras me dicen que es un milagro que sobreviviera, no soy ningún héroe. Soy una persona normal que dentro de mi desgracia me siento afortunado por estar vivo».
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