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Óscar Gorgoza
Domingo, 12 de enero 2020, 15:51
La primera conquista del escalador y alpinista francés Robert Paragot (3/06/1927-24/10/2019) fue un bloque de roca… de cuatro metros de altura y un lado vertical escondido en los Bosques de Fontainebleau, a las afuera de París. Escalarlo tras muchos ... intentos cambió su vida: desde entonces dedicaría sus esfuerzos a sentir las emociones que experimentó mirando al suelo, erguido sobre la modesta roca. «Después de varios intentos infructuosos a lo largo de una tarde regresé y tras pelear mucho, logré escalar mi primera montañita: sentí alegría y un sentimiento extraño, algo que podía parecerse al orgullo de un conquistador», escribiría décadas después. El motor de su pasión nunca perdió fuerza. Aún a los 92 años, enfermo, pedía noticias de los alpinistas del momento, seguía con curiosidad la evolución de una disciplina que no es un deporte sino un taller en el que experimentar alegrías, miedos, decepciones y obsesiones. Le llamaban con cariño el abuelo del alpinismo francés.
Paragot descubrió Fontainebleau tras la Segunda Guerra Mundial. Tras años de miedo e inmovilismo, necesitaba explorar al menos las afueras de París para recuperar un sentimiento olvidado durante su adolescencia: la libertad. «La vida, la vida real, reclama sus derechos y yo lo quiero todo, pero no todo tiene por qué ser necesariamente accesible», observaría en su juventud. Así que Paragot se lanzó a la caza de lo que era posible y se divirtió explorando lo que parecía imposible. De esta necesidad nació un grandísimo alpinista con una lista de conquistas tan impresionantes como atrevidas para la época: en 1954 se plantó con sus amigos bajo la interminable cara sur del Aconcagua (6.962 m) con la idea de asediar la pared… pero pronto entendieron que su lentitud les condenaría así que completaron la ruta en estilo alpino, soportando varios días de frío extremo y con lo mínimo en la mochila para sobrevivir. Hoy en día, la mayoría de los montañeros que acuden a la ruta normal del Aconcagua, mucho más sencilla que la sur, emplean un estilo de ascensión pesado… Su éxito le permitió fijarse en dos de las montañas más bellas y salvajes del planeta: la Torre Muztagh (7.276 m), con la apertura de una nueva ruta y el Jannu (7.710 m), firmando su primera ascensión en 1962. Ambas montañas, ubicadas en el Himalaya, siguen estimulando los desafíos de las nuevas generaciones de alpinistas.
Su influencia y capacidad de liderazgo le colocó en la presidencia del Grupo Francés de Alta Montaña y a la cabeza de la Federación Francesa de Montaña y Escalada. En 2012 recogió el máximo galardón que concede el mundo del alpinismo: fue Piolet de Oro por su trayectoria en las montañas. Esa noche, durante la ceremonia de entrega de los galardones, en Chamonix, no lo dijo en voz alta, pero seguramente recordó su mantra: «Lo mejor nunca es suficiente».
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