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Los cimientos de Cantabria son de caliza, una roca que sucumbe fácilmente a la erosión por agua; por eso existen en esta región kilómetros y ... kilómetros de grutas, galerías y otros fenómenos geológicos que hacen del subsuelo un lugar casi único en el mundo. Para hacerse una idea, este pasado febrero un grupo de espeleólogos logró conectar 206 kilómetros de cuevas cántabras. Faltan sólo cuatro kilómetros más para que puedan ser consideradas como las más grandes de Europa.
Son características que llevan décadas llamando la atención de espeleólogos de todo el mundo que se desplazan a esta región para disfrutar de una gran variedad de grutas de todo tipo de dificultad, extensión y morfología. Amantes de esta práctica que llegan cada año a la región para adentrarse en este mundo oscuro, húmedo y frío.
Para su seguridad, Cantabria ha educado a toda una generación de espeleosocorristas que con el tiempo, y mucha práctica, se han catapultado hacia la élite. Son expertos en cualquier escenario, con pozos interminables por los que hay que descolgarse; ríos y lagos subterráneos que obligan a bucear para seguir avanzando;grutas tan estrechas que sólo se pueden cruzar reptando y un sin fin de situaciones donde se pone a prueba la capacidad física y la mental.
«No vamos a decir que somos los mejores del mundo, porque hay gente muy buena en Francia, en Italia y en los países nórdicos;pero sí que estamos bastante arriba en España», dice Martín González, presidente de Fundación Espeleosocorro Cantabria, integrada por expertos que conocen al dedillo las cavidades más transitadas por los especialistas. Ellos son los que mantienen las instalaciones que permiten realizar los recorridos en la mayor parte de estos lugares.
«Somos aficionados a esto y lo hemos vivido desde hace muchos años porque lo tenemos en casa. Entonces es fácil que estemos familiarizados con el medio y que sepamos qué podemos encontrarnos en cada caso».
Al frente del operativo desplegado el pasado fin de semana para rescatar a la pareja de espeleólogos castellanoleoneses en Soba estuvo Javier Allende, del 112. Ellos son el mejor ejemplo de lo que es un equipo que ha resuelto con éxito los últimos rescates que se han sucedido en los últimos años en la región.
El de Soba es el último, pero no hay que retrotraerse mucho en el tiempo para encontrar los otros anteriores. Tan sólo hace unas semanas, el 10 de mayo, un hombre cayó por una torca de ocho metros en Solórzano y fue rescatado. El 7 de agosto de 2023 sacaron a tres espeleólogos perdidos en la travesía Tonio-Cañuela. El 28 de julio hubo que lamentar la muerte de un francés en una cueva cercana al Portillo de La Sía, en Soba, cuando una roca se desprendió y lo sepultó. Ante una fatalidad de este tipo, nada pudieron hacer los rescatadores, que, sin embargo, sí rescataron ileso a un espeleólogo guipuzcoano en la cueva La Gándara, de Soba, el 7 de agosto de 2022. El 29 de marzo de 2021 sacaron a otro deportista herido en una cavidad de Arredondo, y es más fácil de recordar, porque fue más mediático, el rescate de cuatro espeleólogos portugueses atrapados en la cueva Cueto-Coventosa de Arredondo el 22 de octubre de 2019. La de Cantabria es una historia de rescates con final feliz.
«Es una de las consecuencias de que la gente de aquí esté preparada para cuevas de la variedad que existen en esta región», continúa Allende. «Yo soy coordinador, no soy un especialista en espeleo, pero en el equipo tenemos a gente verdaderamente buena. Gente que te lleva a una cueva y ves la dificultad que entraña. A veces, allí abajo, piensas... ¿Sería posible sacar a un herido de aquí? Pues bueno, sí. Tiene que ser posible. A veces no imaginamos los rescates que pueden durar horas e incluso días. Rescates en que intervienen cientos de personas y donde hay que llegar a provocar microvoladuras para abrir camino en la roca y permitir el paso de una camilla», explica.
Ahora, con la popularización de esta práctica, más y más gente quiere vivir la experiencia de las cuevas. «Vamos a tener a más personas ahí dentro y por eso se van a incrementar las incidencias, como en cualquier otra cosa, por eso tenemos que estar preparados, tener los protocolos claros, etc». Protocolos como el seguido el pasado fin de semana en Soba y que terminó como los espeleólogos castellanoleoneses esperaban:«Sabíamos que vendríais por nosotros», aseguraron cuando fueron encontrados en una vía ciega, a unos 200 metros de la salida de Garmaciega-Sima del Sombrero.
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Ana del Castillo
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