Encantos acuáticos y aguas misteriosas
Cascadas de Lamiña (Cantabria) ·
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Cascadas de Lamiña (Cantabria) ·
El río Barcenillas discurre por el valle de Cabuérniga entre bosques, casas montañesas y vacas tudancasSantiago Yañiz
Lunes, 6 de mayo 2024, 14:55
Comarca cántabra de Saja-Nansa. Valle de Cabuérniga. Un río discreto susurra. Entre bosques, donde solo el agua y los trinos de infinidad de pajarillos rompen el silencio, el cauce del Barcenillas, un río discreto llenado por la primavera, se pone a saltar. No una ... sino varias veces. Siempre empapado de belleza, una cascada tras otra, el Barcenillas baja en busca del Saja.
Hay 18 pueblos en el valle de Cabuérniga, todos con sus casas montañesas, abalconadas y de recias y antiguas piedras. Ruente está abajo, arriba las montañas -los puertos de Sejos, los montes de Ucieda, la sierra de Bárcena Mayor, la sierra del Escudo de Cabuérniga con su excelsa divisoria, río Saja a un lado, río Nansa al otro, en la collada de Carmona-. Por arriba corren los ciervos, campea de vez en cuando el lobo, pastan en torno a las brañas, allá donde terminan los bosques, las duras y grises vacas tudancas.
También hay árboles singulares, con nombre y apellido: la Castañera de Terán, el Haya Cruzá, el Plátano de Sopeña, el Cubilón. Desde ahí, desde los bosques de hayas y robles se alimentan las fuentes naturales de todo el Parque Natural Saja-Besaya y desde ellas corren valle abajo ríos de belleza sublime, más cuando se despeñan como si quisieran regalar estampas fotogénicas al viajero. Pero, aunque se atreva a obtener fáciles fotografías del agua saltarina seguro que se le escapan, incluso a la mirada, nutrias y desmanes que ahí viven en sus escondites, donde el caminante no llega.
Abajo, serpenteando por galerías de bosques de ribera, entre avellanos, castaños y serbales, los arroyos Mascadoino y Barcenillas fabrican esas cascadas que algunos fotógrafos buscan en lo mejor de la primavera, cuando lluvias abundantes y verdes intensos propician belleza para llevarse coleccionada en instantáneas. A las de Lamiña les llaman cataratas de Doña Úrsula; las hay de hilo fino y caída larga, las hay de frente ancho y melena deslizante. Total, tanto salto para dulcificar toda esa energía un poco más abajo, en el Saja que ahí baja ya muy calmado.
¡Ah! Pero la belleza de las cascadas hace la competencia a la enigmática Fuentona de Ruente, que hay quien dice que quizás fuera la «fontes Tamarici» que describió Plinio el Viejo. Esa surgencia subterránea tiene caprichos misteriosos; le sucede que, de pronto, deja de manar y se seca durante varias horas. Pasado el rato vuelve a reanudar su cauce, como si alguien hubiese abierto el grifo bajo tierra. No tendrás suerte, o sí; la última 'seca', que duró varias horas, sucedió en 2011. Hay una explicación científica pero es mucho más bonita la del hada buena: esos caprichos de la Fuentona son responsabilidad de la 'Anjana', protectora de gente de buen corazón y de parejas amorosas, menuda, de largos cabellos, quien calzando sandalias y pertrechada con un báculo deambula por el bosque cerca de arroyos y manantiales. Dicen las leyendas que manda pararse al río subterráneo cuando le apetece y de la misma lo deja libre para que siga discurriendo hacia el Saja después de pasar bajo los nueve ojos del puente medieval.
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