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ÓSCAR GOGORZA
Lunes, 20 de enero 2020, 14:54
Urko Carmona perdió una pierna en un accidente de tráfico cuando tan solo tenía 16 años. Ahora, a sus 38 años, acaba de pasar por Kirolene, el centro formador del Gobierno vasco, y trabajará como guía de escalada en cuanto finalice su periodo ... obligatorio de prácticas. Sus profesores aún no se han sacudido el asombro. «Es ciertamente impresionante. No solo escala en pared de forma eficaz, sino que se mueve en montaña con una agilidad y un ritmo muy impresionantes. Ha sido un lujo tenerle como alumno», observa Alvaro Ortiz, tutor de la formación de escalada. Criado a caballo entre Galicia, Canarias y la India, su periplo vital es impresionante.
-Tiene fama de trotamundos…
- Yo soy de todos los lados… Ciudadano del mundo sin pasaporte (ríe). Soy nacido en Barcelona y mis hermanas en Guadalajara, de madre guipuzcoana, de Ataun, padre de León… Hemos vivido en Galicia, Canarias, cuatro años en la India porque a mis padres les gustaba la cultura india y decidieron que probásemos a vivir allí: hacíamos en la India el curso escolar y volvíamos a España a pasar las vacaciones.
-¿En qué circunstancias perdió su pierna?
-Fue en un accidente de tráfico a los 16 años, en 1997. Estaba trabajando en unos campos, en Alicante, con un hombre mayor y nos quedamos sin gasolina para el motocultor y le dije que ya iba yo a buscar… Cogí una de las motos viejas que tenía el hombre y al llegar a la carretera principal y recorrer 100 metros, un camión, que posiblemente ni me vio, me arrolló… El camionero dijo que cuando me estaba adelantando yo me tiré contra el camión. Un sinsentido. Y encima el atestado de la Guardia Civil fue nefasto y me echaron a mi todas las culpas. Suerte que salí vivo, porque una de las ruedas del camión pasó sobre mi pierna y ya no hubo forma de recuperarla.
-¿Qué supuso a nivel mental el accidente?
-Me lo tomé bastante bien, creo que por la educación que recibí. Al principio cuesta verte incapaz de andar, en silla de ruedas, las muletas pero poco a poco fui adaptándome a todo y seguir viviendo una vida normal. Adaptarse y asumirlo es la clave. Yo creo que lo he asumido del todo, sé llevarlo porque no hay nada que hacer. Con el tiempo entiendes que cuanto más tardas en asumirlo peor es para ti y para tu entorno.
-¿Cómo acabó dedicándose a escalar?
-El caso es que yo ya escalaba antes del accidente, desde los 14. Me enseñó Joan Martí, que fue guarda del refugio de Pedraforca, y pasaba allí los veranos. Probé varios deportes y cuando tuve la primera prótesis engañé a mi padre y escalé un poco, regresé al Pedraforca, escalamos alguna vía larga y al regresar a Alicante empecé a buscar compañeros de escalada, me saqué el carnet de conducir a los 18 y era de los pocos que conducía a esas edades, con lo cual siempre encontraba compañero para ir de un lado a otro.
-¿Sentía miedo al rechazo?
-No exactamente, pero sí que me daba cuenta de que la gente se quedaba sorprendida al verme… pero al final haces tu banda entre el rocódromo, las escuelas y ves que todos olvidan que te falta una pierna y te ves como uno más, tanto que a veces me piden cosas que no puedo hacer, porque han olvidado lo de la pierna. Es necesario que se dé un proceso de normalización, que todos te traten como si tuviese ambas piernas y que la gente vea que no hay barreras, que se puede escalar aún habiendo sufrido un accidente como el que sufrí. Si los demás creen en ti, cómo no vas a creer tú en ti mismo. Así consigues mejorar.
-¿Y cómo llegó a proclamarse campeón del mundo de paraescalada?
-En 2010 empecé a competir y en 2011, 2012, 2014 me proclamé campeón del mundo. En 2011 quedé segundo en dificultad y primero en velocidad y este año he quedado segundo. Escalo sin prótesis porque una femoral es incómoda y pesada… otra cosa son las tibiales, así que solo me pongo prótesis para salir de marcha o en alguna arista…
-¿Cómo decidió formarse como guía de escalada?
-Siempre lo tuve en mente, veía muy interesante formarme, enfocar mi vida y además escalar es una pasión. Soy electricista y durante años trabajé en mantenimiento en la estación de esquí de la Molina, pero al no renovarme decidí escalar más y vivir con muy poco, pero necesitaba trabajar y entendí que necesitaba formarme. También escalo mucho en pared, vías largas, incluso con discapacitados, así que necesitaba aprender. Quiero acercar la montaña al mundo de la discapacidad porque cuando perteneces a este mundillo lo primero que intentan es apartarte, te dicen que no hagas nada porque es peligroso. A mi me ha pasado a menudo. Pero debería ser al contrario. La escalada es perfecta porque el rival eres tú mismo, es una escuela genial para romper barreras mentales, para crecer y que la vida cotidiana sea mucho más llevadera. Realmente nuestro problema es más mental que físico.
-¿Qué le ha parecido la formación en Kirolene?
-Me ha encantado tanto la formación como los profesores, la forma de enseñar, las formas de hacer las cosas… Te forman no solo como guía sino como persona. Se incide mucho en el aspecto humano de la profesión. He aprendido la importancia de ser persona para poder trabajar con clientes, a saber expresarme, amén de todos los conocimientos técnicos que aprendemos para movernos de forma segura en la montaña y todos los trucos que nos enseñan los profesores porque están más que curtidos en estos asuntos. De hecho he elaborado un proyecto ya para empezar a buscar mis clientes.
-¿Pensaba que era tan exigente la formación?
-Pensaba que igual no sería capaz de hacerla. Por eso al acabar el primer nivel le planteé mis dudas a un profesor, Santi Padrós, y me dijo que el problema no era mío, sino que era de los profesores y que adaptarían los contenidos para que yo pudiese seguir la formación. Y así ha sido. Ahora, el primer día que me planté en una arista con las muletas vimos que era inviable, así que al día siguiente me puse la prótesis y mejoró el asunto. Luego fuimos probando todas las técnicas de guiado en cuerda corta hasta dar con las que encajaban con mi perfil. Por ejemplo, Jabi Álvarez me animó a que usase una técnica que se llama corto tractor y la verdad es que me ayudó mucho. Los profesores aprendían al mismo tiempo que yo, porque para ellos también era una novedad. Me han dado caña pero me he visto a la altura.
-¿Ha visto limitaciones?
-Sí, llevar en potencia a dos clientes lo veo dificilísimo. He aprendido a ver los límites reales de esta profesión, saber dónde y con quién puedo meterme, cuándo apostar, porque aquí si pierdes lo pierdes todo. Realmente, la adaptación del curso ha sido en lo referido a la cuerda corta porque en pared me muevo bien y he sido uno más.
-¿Cómo ha sido la relación con los compañeros?
-Realmente bien, hemos compartido todo, desde viajes hasta noches en furgoneta o al aire libre y muchos metros de pared. Ellos me han ayudado con el peso, me han llevado la prótesis hasta pie de arista… y eso que pesa 6 kilos… y es una basurilla de 15.000 euros. Me he sentido como uno más y ellos me han visto como uno más. He hecho las mismas aproximaciones en lugares como Ordesa o Montrebei, las mismas vías…
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