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Su domicilio es una furgoneta, afirma, «para estar más cerca de las montañas». Barcelonés de nacimiento (1981), es un trotamundos enganchado a la escalada. Aún más, si cabe, tras perder una pierna en un accidente de tráfico cuando tenía 16 años. Trepa sin prótesis y ... llega donde muchos, sin su desventaja, no alcanzan. Ayer habló de todo en la Semana de la Montaña y la Naturaleza de Camargo.
–Resulta difícil encontrar una definición que le identifique.
–Fácil. Soy un chico de 37 años que ya llevo media vida sin una pierna, pero que he luchado por mis sueños en busca de lo imposible en la escalada, hasta llegar a realizar algunas de gran dificultad y ganar varios campeonatos del mundo.
–¿Qué le sucedió?
–Con 16 años iba en moto, un camión no me vio y me arrolló.
–¿Qué pensó?
–Lo asimilé bastante rápido, lo que me permitió rehacer pronto mi vida. Cuando me desperté en el hospital lo primero que valoré es que, al menos, estaba vivo. Porque fue un accidente grave. Me golpeé también la cabeza. Después fui consciente de que me faltaba una pierna.
–Pero ya escalaba antes.
–Sí. El accidente fue un revulsivo. Me dio más ganas de seguir disfrutando con lo que había hecho desde siempre.
–¿Qué lectura hace?
–Que no existen los límites. Nos los ponemos nosotros mismos. Sólo están en nuestra cabeza.
–Ahora escala sin prótesis pero antes sí la utilizaba.
–Con las primeras empecé a probar todos los deportes que practicaba con anterioridad: bicicleta, jugar al balón… Y la escalada ya era para mí una de las cosas más importantes. En cuanto comencé a controlar, me fui al monte para probar y ver qué tal me hallaba.
–¿Qué sensaciones tuvo?
–Me costó mucho poner el pie de gato a la prótesis –dice entre risas–. Pero me di cuenta de que podía seguir escalando.
–¿Cuándo decidiste prescindir de ella?
–Al no ser muy técnica, estaba pensada para andar y no para escalar, no tenía mucha precisión. No me fiaba porque me resbalaba mucho. En escaladas difíciles necesitas disponer del máximo tacto, así que decidí que tenía que apañármelas únicamente con la pierna que me quedaba.
–¿Qué grado escalabas antes del accidente?
-Entre 6c+ y 7a –un grado de dificultad muy elevado–.
-Y entonces llegó su revolución...
-Nunca imaginé, ni antes del accidente, que sería capaz de hacer un 8a+.
–Al sólo utilizar una pierna, ¿las vías serán mucho más difíciles de lo que marcan las guías?
-Sí, pero al final es ir probando. Lógicamente, los escaladores utilizan las dos extremidades para los pasos. Y yo no puedo. Me las tengo que arreglar de otra manera. El grado es muy relativo. Lo que para la gente es un 8a+ para mí no sé exactamente qué será. Pero más fácil, seguro que no. Lo tengo más complicado.
–¿Qué grado te marcas de meta?
-Quiero pasar al siguiente nivel: 8b, 8b+...
–Las aproximaciones hasta las paredes y los descensos de las cumbres son una dificultad añadida.
–Sí, siempre son por terrenos escarpados. Tengo que desplazarme apoyado en las muletas y durante unas cuantas horas. Eso me desgasta más físicamente antes y después de la actividad.
–¿Cuando te ven con todos los bártulos y las muletas en mitad de las montañas qué te dicen?
–Los que no me conocen se sorprenden. Primero me preguntan qué me ha pasado. Después se fijan en que me falta una pierna.
–Se dice que se escala con los pies y te ayudan las manos. ¿Has tenido que invertir esa relación?
–Un poquito. He desarrollado más fuerza en los dedos y he ganado más resistencia en los brazos. Pero tampoco me he entrenado de manera expresa. ¡No me he puesto cachas!
–¿Dónde escalas habitualmente?
–El lugar me da igual siempre que vaya con buenos compañeros. Al final, la escalada es estar tú y las rocas en medio de la naturaleza. Esa es la combinación perfecta. En España tenemos suerte de tener rincones espectaculares.
–¿Yen Cantabria?
–Me encanta la zona en torno al río Miera. Es impresionante. Hay mucha tranquilidad porque es un lugar poco masificado. También conozco la zona del desfiladero de la Hermida, pero es algo a más comercial al estar más cerca de la carretera. Picos de Europa también me gusta muchísimo.
–¿Te gustaría vivir de la escalada?
–Por supuesto. Quiero ayudar y transmitir a la gente todo lo que me ha aportado. Es un deporte muy completo, muy en contacto con la naturaleza. Ahora estoy estudiando para sacarme la titulación.
–También das charlas para motivar a personas que están en tu misma situación.
–Quiero difundir el mensaje de que todos debemos tener las mismas oportunidades y derechos. No debemos sentirnos de menos. Claro que a nosotros nos cuesta más lucha y sacrificio que al resto, es obvio. Pero la vida es eso, batallar contra los elementos. Cuanto más te cuesta algo, más disfrutas y saboreas el resultado.
–Además de escalar por placer, también compites. ¿Desde cuándo?
–Empecé en 2010 de mano de la Federación Española. He ganado dos campeonatos del mundo y todos los de Europa y España que se han celebrado desde entonces. No es lo que más me apasiona. Lo que realmente me gusta en estas competiciones es conocer a gente con discapacidades como yo y entre todos dar a conocer la paraescalada.
–Pero eres una referencia para el resto...
–Un poco sí –dice con modestia–. Pero hay mucha más gente y cada día se animan más.
–¿Cómo va el año?
–He estado en varias competiciones y he quedado segundo en el Mundial de Austria. Tengo ganas de seguir compitiendo, pero lo que más me gusta y donde más disfruto es al aire libre, en la naturaleza.
–¿Tienes algún sueño en la competición?
–Participar en unos Juegos Olímpicos, ahora que la escalada estará en Tokio 2020. Nos gustaría participar en la versión paralímpica. Lo veo difícil porque creo que nuestra modalidad no va a estar reconocida para entonces.
–Siempre os toca ir por detrás luchando.
–Es lo que más rabia da. Nos sucede en todo, no sólo en el deporte. Tenemos que demostrar más que el resto. Pero ya estamos acostumbrados.
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