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Por la autovía, a estas alturas del año, si uno pasa por el viaducto de El Hayal, lo normal es ver blanco. Ya sea en la misma carretera, en los bordes o solamente en las cumbres. En las crestas. Pero ver algo de blanco. Ayer, un 4 de enero a primera hora, había huellas de la helada, el termómetro del coche marcaba tres grados fuera y el sol ya amenazaba con pegar duro más allá de alguna nube perezosa y rezagada en el valle. Sin nada de blanco. Ni siquiera tomando el desvío hacia la estación. Nestares, Espinilla, Abiada... Tampoco. Ni en las montañas más altas, a lo lejos. La carretera, desierta, y buena parte de las casas y de los negocios andan con la persiana bajada. Eso pasa en Brañavieja. Silencio. Si uno toma el camino que se eleva, desde un lado, sobre la estación de esquí verá la única nieve. Un puñado de manchas, de regatos, junto a los cañones de Alto Campoo. Artificial.
Saltaron el lunes por la noche porque las condiciones de temperatura o humedad eran propicias. Pero si a las pocas horas todo cambia, eso no sirve. El fin de semana hizo tanto viento que ayer andaban por Pidruecos poniendo en su sitio el cable que se había salido del telesilla. La estación de esquí está seca. Cero días de apertura y sin previsión de nevada. Y eso seca la economía de la comarca. Porque aquí pocos viven directamente de la nieve, pero si no hay, les afecta a todos.
9millones de euros anuales es el impacto estimado de la estación en la economía regional.
151días abrió Alto Campoo la pasada temporada. En esta, por ahora, cero aperturas.
La charla se repite. Están los que dicen que no han visto esto nunca y los que –son los más mayores– sí que lo han visto. «No es muy frecuente», coinciden. Lo poco que ha caído –días contados– se ha marchado sin despedirse. Sol, algo de lluvia, viento sur... Adiós. Los cañones de nieve artificial funcionan sólo bajo determinadas condiciones meteorológicas. Se usan –por eficiencia y por ahorro energético– cuando pueden ser útiles. Son un gran refuerzo, ayudan a que lo que cae se mantenga... Pero si no cae nada o se va en horas, nada. Se ha intentado, confirman desde Cantur. En noviembre, en diciembre...
El caso es que ya de lleno en enero, ni un día de apertura. «Una temporada buena es la que pasa de cien días y de 100.000 visitantes», relata el director de Cantur, Bernardo Colsa. Una norma no escrita. Lo «normal» es «abrir en diciembre y cerrar en marzo». Y lo que venga antes o después, bienvenido sea. La pasada campaña, por ejemplo, se abrió 151 días (en siete hubo que cerrar por el tiempo). En total, 152.000 visitantes. «Fue un año extraordinario».
Astrid del Barrio tiene su negocio en Espinilla, un bar pensión llamado El Henar. La falta de nieve es estos días el tema de conversación más habitual. fotos: juanjo santamaría
Veterano, ya con 74 años, a Ángel Rábago le conoce todo el mundo por la zona. Tiene historias de esquí de todos los colores. Desde sus negocios dice que un año así es «una ruina».
Un equipo de trabajo se encarga estos días de tener todo a punto con la idea de que la estación pueda abrir al público en cuanto haya nieve en cantidad suficiente.
Llorián, Manuel y Vanesa vinieron desde Llanes a pasar unos días y conocer una estación de esquí. Ayer jugaban con la nieve artificial. Estaban prácticamente solos en Alto Campoo.
Los operarios trabajaban ayer para poner a punto el cable que el viento sacó de su sitio el pasado fin de semana. Ese viento es el mayor enemigo de la nieve.
Benito Gutiérrez (derecha) es una de las tres personas que vive en el poblado todo el año y tiene una escuela de esquí. José Antonio González va a abrir un local allí esta primavera. Un emprendedor.
Ahora nada. Cero. «Ya firmaba que podamos llegar a noventa días. Pero es difícil. La situación es la que es. Pasa aquí y en casi todas las estaciones del país este año». Salvo en el Pirineo catalán y en el aragonés (en muchos casos, bajo mínimos), casi todo lo demás está cerrado.
A partir de aquí, consecuencias. Un dato para empezar. La estación cuenta con una plantilla fija de unos quince trabajadores, sin contar hostelería. A estos se suma estos días un retén de mantenimiento. Redondeando, entre unos y otros, 25. Con la temporada a pleno pulmón, tirando de fijos discontinuos y eventuales, llegarían a 99 empleados. Contando con el personal de hostelería, 130 puestos directos en Cantur. Y a eso hay que sumar los casi doscientos empleos indirectos vinculados a escuelas, negocios de alquiler de material, alojamientos, restauración... Más cosas. Un estudio de la Universidad de Cantabria estima que el impacto de la estación sobre la economía regional es de nueve millones de euros anuales. Por cada euro que se gasta en Alto Campoo, se generan ocho en la zona. Cantur calcula que el gasto medio por día del que sube a esquiar es de 130 euros, «un dinero que en buena parte retorna a la comarca».
Todo eso se queda en nada con la estación cerrada. Astrid del Barrio explica mientras pone un café tras la barra de El Henar, en Espinilla, que para la caja de su negocio que haya nieve o no supone un 80% más o menos de facturación. Es un bar-pensión «con tres o cuatro habitaciones». «Nos influye a todos. Hasta que no arranque, no hacemos nada. Y este es un año atípico», dice. Todos –«menos los ganaderos», ironiza– hablan estos días en el local de la falta de nieve (ayer se podía estar perfectamente al sol en la terraza).
Arriba, en Brañavieja, Ángel Rábago está aprovechando para hacer una pequeña reforma en La Pequeña Suiza, uno de los negocios que hay junto al aparcamiento de la estación (alquiler de material, escuela y cafetería). «Ya que no hacemos nada, estoy cambiando el sistema de secado de botas. Con la luz al precio que está...». Rábago es una institución. Un pionero que militó en el equipo nacional de esquí y fue monitor, director de escuela. De todo. Lo cuenta junto a un esquí de madera con una albarca acoplada. «Con eso aprendí yo». Habla de «agujero». «Esto ya ha empezado mal y no termina de nevar. La temporada ya va a ser mala y en enero no hay perspectivas de que mejore. Ya ha pasado otras veces, aquí hemos visto de todo. Pero las pérdidas son muy importantes. Yo tengo esto y abajo, en Riaño, el complejo Puente Romano (un negocio de alojamiento y hostelería). Durante el puente algo de gente tuvimos alojada, menos mal. Pero no como si hubiera nieve. Entre esto y lo de abajo es mucho dinero, una ruina».
La cuenta de Alto Campoo esta temporada está a cero. No ha abierto ningún día. «Si nevara mañana lo suficiente, podríamos abrir al día siguiente porque está todo listo», explica Bernardo Colsa, director de Cantur, tras enumerar el personal que está trabajando ahora y que lleva a cabo «una puesta a punto continua». Consciente del impacto «muy importante» para la comarca, Colsa asegura que, aunque no ha pasado muchas veces algo así, «no es algo nuevo y son cosas que pueden ocurrir». «Y además miras el parte y nada, las previsiones no son buenas».
También sabe bien de lo que habla Benito Gutiérrez. Y tanto. Es una de las tres personas que vive todo el año en Brañavieja. Él da una clave para entender lo que supone la falta de nevadas. «Aquí –en la comarca– dos personas contadas viven exclusivamente de la nieve, eso es muy complicado. Pero a todo el mundo en el valle le afecta. Desde el estanco más pequeño de Reinosa hasta el hotel más grande de la zona. Todo el mundo, al final, en parte vive de esto». También él que, entre otras cosas, es el responsable de la escuela de esquí Tres Mares.
«Es un año catastrófico. El pasado fue tan bueno que todos apostamos por renovarnos, crecer, y ahora nos encontramos este panorama. Yo he traído gente de otras escuelas, de otras provincias, y han estado viviendo aquí en el pueblo, muertos de risa (ahora se han ido unos días por Navidades). ¿Qué hacen aquí? Invertimos en trajes, en renovarnos, en redes... Y todos estamos mirando al cielo a ver si empieza a nevar de una santa vez. Si no, esto es la ruina. Claro que estamos acostumbrados a esto, pero hay que producir», resume mientras va a recoger una paellera al local que anda poniendo a punto José Antonio González. Hace tan bueno, que prepararon una paella esta semana, «y tuvimos que quitarnos la chaqueta del sol que hacía».
En casa de Manuel Corao, Vanesa García y el pequeño Llorián, Papá Noel dejó como regalo unos días de estancia en Soto para conocer una estación de esquí a pleno rendimiento. Así que, ya que tenían la habitación reservada y que están de vacaciones, se han venido desde Llanes (Asturias). Pero claro, lo de conocer la estación a tope, ha sido «un regalo fallido». Ayer andaban tirándose bolas en los regatos de nieve artificial de los cañones y haciendo planes para conocer Fontibre o el castillo de Argüeso. Turismo por la zona. «Bueno, no conocíamos una estación de esquí y no es lo que teníamos previsto, pero es lo que hay. Tendremos que volver otra vez más adelante».
González va a abrir en primavera El Glaciar. Sí, en Brañavieja, ya pasada –en principio– la temporada. Será la sede de un club de snow y un punto de encuentro en forma de local de hostelería para reunirse tras una jornada de actividad. «A pesar de todo, estamos intentando invertir aquí». Lo de a pesar de todo lo dice porque su idea es estar operativo todo el año. «Todo aquí en la actualidad tiene sentido por la estación. Lo que nosotros queremos –reflexiona– es que la zona tenga sentido por sí misma, porque este entorno debería ser una fuente de riqueza para el valle todo el año. Y es la idea de mucha gente. Que la zona tiene tirón, que todo el valle, más allá de la nieve, debería ser atractivo».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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