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La fe mueve montañas y las montañas, si hay nieve, multitudes. «Esto está a tope ya», decía a las 09.32 minutos de la mañana un operario encargado de gestionar el tráfico en la estación de esquí de Alto Campoo. A esa hora ya hacía ... rato que no se podía acceder al aparcamiento de Calgosa, ubicado junto a la estación. Ya se sabe que los esquiadores madrugan. Y más, si es el primer fin de semana de la temporada con nieve. Y más aún, si la previsión meteorológica es buena, como la de este sábado. La nieve en Alto Campoo no se ha hecho de rogar este año –el anterior se estrenó el 19 de enero– y, aunque la mayoría de los usuarios opinaba que nieve, «la justita», el manto blanco aguantó, con hasta cuarenta centímetros de espesor y buena visibilidad. El sol, sin embargo, entraba y salía de las pistas –se abrieron nueve de 23–, con 8,73 kilómetros esquiables y seis remontes de doce. Nada espectacular, «pero suficiente», señalaba Jaco Fernández, de Santander. Suficiente al menos para esquiar con su hijo de seis años. En general, la estación de Alto Campoo resulta «muy básica» para este amante de la nieve, «pero para tenerla a una hora de casa, es un lujo», admitía Jaco mientras el pequeño mostraba sus «guantes de dragón».
Y es que la indumentaria para acudir a la montaña blanca es importante –había una niña con un casco de unicornio– y no siempre tanto por la necesidad de ir abrigado, sino por el postureo. Aunque en Alto Campoo la gente, salvo alguna aislada excepción, va a hacer más deporte que fotos. Eso se nota. A pie de pista, cuatro niños de la misma estatura atendían a un chico que les daba instrucciones sobre cómo manejar los esquís. Todo parecía indicar que era uno de los monitores de la estación, pero no. «Son los hijos de mis amigos», aclaraba César Nieto, de Santander. «Todos mirándome a mí –les indicaba–, ponemos un pie dentro del esquí y otro fuera, movemos la cadera, el cuello...». Era como una coreografía ensayada muchas veces. «Esto es como patinar, ¿eh chicos? no levantamos el pie, sino que lo deslizamos...».
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Unos pocos metros más allá, Rebeca Cavieces, de Zurita de Piélagos, señalaba a César, el no monitor, e instaba a sus hijos a fijarse en los movimientos. Rebeca pensaba esquiar «mientras los niños, de siete y seis años, juegan con el trineo». «Es el primer día y vamos a tantear un poco el terreno», explicaba. Llegaron a la estación en uno de los autobuses que Cantur, encargada de gestionar las instalaciones, ha puesto a disposición de los asistentes para facilitar el acceso. La que tenía muchas ganas de acceder a pistas era Daniela González, de Bezana, que esperaba que hubiera «más nieve y más pistas abiertas». Pero menos es nada «y el año pasado no pude venir». Como ella, hay esquiadores que 'cabalgan' las montañas del Pirineo, en Candanchú o Formigal, y a los que les gustaría que hubiera más nieve en este alto de Cantabria. También, quizá, menos gente, porque cuanto más despejado el terreno, mejor. ¿Y qué más hace falta? «saber aguantar los golpes, un buen culote y rodilleras», respondía Eider Sainz, de Bilbao, 'snowboarder'.
En medio de este ambiente familiar, dos jóvenes se apoyaban sobre los soportes de los esquís. «Somos de Marruecos y es la primera vez que venimos a esquiar», relataban enfundados en sendos trajes de esquí. «Un poco a la aventura», admitían sin intención alguna de apuntarse a uno de los cursos de aprendizaje. A medida que pasaba la mañana, se iba agrandando la cola para acceder a los telesillas. La gente tenía ganas de esquiar en Cantabria y desde que se abrió la estación el miércoles, «no ha dejado de venir». El viernes pasaron por Alto Campoo más de 1.600 esquiadores. El sábado hubo más afluencia. ¿Seguirá así la cosa? «Dependerá del tiempo, porque si no hace malo...», comentaba un camarero. Es el hándicap de la instalación cántabra, que su éxito depende de la climatología. «Si hay viento Sur, desaparece la nieve», así de simple. Y hoy, aunque se pudo esquiar, en los aledaños de la estación había campo despejado. En las zonas más altas, eso sí, algunos aprovecharon para hacer esquí de travesía. Se denomina así a la práctica de subir las montañas caminando –con esquís– y bajar esquiando. Esta modalidad requiere tener un buen nivel en el deporte blanco. Saber desenvolverse cuando la naturaleza saca su lado más crudo.
La mañana estaba animada y divertida. «Ahora hay mucha gente que quiere esquiar», le decía una madre a su hijo. «Papá, ayúdame a juntar los esquís», gritaba otro. Y así iban pasando las horas en esta especie de cielo blanco, que ayer estrenó el primer fin de semana de la temporada. El olor a tortilla de patata se 'escapaba' por la puerta de la cafetería situada junto al aparcamiento. Unos metros más arriba, donde las telesillas, salía música de un local con terraza. En todos y cada uno de los rincones de Alto Campoo hay buenas vistas. Y mejores experiencias.
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