![Mis primeros pasos](https://s3.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/201901/30/media/Pepin%20(1).jpg)
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Hace apenas ocho horas que regresé de Pirineos, de donde llegué directo de los Dolomitas, Italia. Son las nueve de la mañana y espero en el Aeropuerto de Barajas para embarcar un año más al país de la nieve polvo: Japón. Durante esta espera, me vienen a la cabeza mis primeros pasos en la montaña y el esquí.
Existe un pequeño pueblo, en el Pirineo Francés, a 800 metros de altitud, en el borde del Parque Nacional, con una preciosa estación de esquí que se llama Cauterets. Por circunstancias familiares y la profesión de mi padre -involucrado al cien por cien en la montaña y los viajes-, mi niñez se desarrolló allí.
Recuerdo con apenas dos años recorrer la estación en trineo durante el invierno y con la bici durante la primavera. Para mí todo era simple, bonito, no analizaba... pero estaba viviendo unos años extraordinarios donde estaba aprendiendo mucho más de lo que podía imaginar. Recuerdo ir a la escuela del pueblo. Nos ponían música relajante mientras, a través de grandes cristaleras, al sol, contemplábamos detenidamente las grandes montañas de alrededor.
Me viene a la mente la misma pregunta que hacía todos los mediodías, después del colegio: «¿Vamos a esquiar?». Y siempre recibía la misma respuesta: «Vale». Como si de una acción cotidiana fuese, ese era el ritmo de mi vida. También recuerdo tener miedos, encontrarme obstáculos... pero siempre con una mano al lado para ayudarme a superarlos.
Pero, sobre todo, recuerdo crecer entre montañas, la nieve con esquíes en invierno, las praderas verdes en primavera, los ríos, rincones secretos en los bosques, los animales y las grandes cimas que me parecían de otro planeta. Todas esas vivencias me hicieron crecer bajo el mundo natural y tener, a diario, necesidad de montaña, aventura y nieve.
Hoy en día siento que todo lo que la montaña y la nieve me han dado, debo devolvérselo de alguna manera a los más jóvenes. Por eso, sigo haciendo hueco en la agenda, entre tantos viajes largos y complicados, para compartir semanas de esquí con los más pequeños. Como hice hasta anoche con un colegio de Santander al que tengo especial aprecio. ¡No hay nada como disfrutar de las sonrisas del grupo en la nieve!
Perdonad. Me llaman mis compañeros de viaje, es hora de embarcar. ¿Sabéis esos momentos en que te pones a recordar cosas buenas y pueden pasar horas y horas? Pues me acaba de pasar ahora mismo.
Hasta la próxima amigos. ¡Japón me espera!
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