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ARANTZA FURUNDARENA
Martes, 31 de diciembre 2019
Nacida en Barcelona, sus padres le inculcaron el esquí y a los cinco años ya tenía claro que no quería vivir en una ciudad. Muchas cumbres después (y superado un grave traumatismo craneal por el impacto de una piedra), Miriam Marco es a sus 39 ... años la primera mujer que obtiene en España el título internacional de guía de alta montaña. «Este tiene que ser un avance para todas», reivindica poco antes de irse a la Antártida.
-¿El liderazgo le viene de serie?
-¿Si soy una mandona? Ja, ja, ja... No, nunca me ha gustado ser la delegada de clase ni nada de eso.
-Pues en la montaña manda.
-Más que mandar, lo que me gusta es llevar a la gente a conseguir sus cimas.
-¿Fue educada en la igualdad?
- Sí, mi hermano y yo hemos recibido los mismos estudios y las mismas opciones. Luego hemos salido opuestos. Él es muy casero y yo nunca paso tres noches seguidas en casa.
-¿Se ha sentido cuestionada por ser mujer?
-Nos pasa a todas. Se nos pone más en duda. A veces en la montaña, cuando estoy con mi pareja, si un montañero tiene una duda se dirige antes a él que a mí. Pero mis clientes no. Ellos confían en mí plenamente. Aunque como guía de esquí alguna vez he tenido que apretar más en la primera bajada para dejar claras mis aptitudes.
-¿El alpinismo es un deporte machista?
-La montaña siempre ha sido algo masculino, pero estamos en un momento muy bonito en el que las mujeres nos estamos dando cuenta de que también es nuestra.
-Sufrió un grave accidente en 2015. ¿Qué pasó?
-Estaba asegurando, en escalada deportiva, en el valle de Benasque, donde vivo, y cayó una piedra que me fracturó el cráneo. Entonces no llevaba casco, como tantos escaladores. Ahora no me lo quito. Me tuvieron que poner 54 grapas de titanio. Por suerte el rescate fue rapidísimo.
-Creo que tuvo que volver a aprender a hablar, a andar...
-A mi familia le dijeron que no volvería a escalar ni de broma, y que no volvería a hablar. Estaba en coma y no reaccionaba. Pero al noveno día empecé a respirar. El día decimoquinto estaba ya en planta. Y a los veintitrés días del accidente volví a escalar, aunque hecha un asquillo...
-¿La montaña es una droga?
-Sí, claro. Estamos enganchados a toda esa búsqueda de sensaciones. Ahora no me gusta escalar cuando caen piedras, pero no tengo ningún trauma ni malos recuerdos.
-¿Hacer cumbre es adictivo?
-En mi caso no. Lo más adictivo es superarme a mí misma. A mí las cumbres a veces me dan bastante igual.
-¿Alguien le rogó que no volviera a escalar?
-No, no. Incluso mi madre le dijo al doctor que su hija iba a volver a escalar seguro. Y eso que mis padres odian la escalada.
-¿Ha cruzado alguna vez la frontera del sentido común por amor al riesgo?
-¿Y dónde está el sentido común? ¿Quién lo ve? Hay que ser muy consciente de lo que haces, pero si todo fuese sensato nunca habríamos llegado a la Luna.
-¿Cómo ve los atascos en la cumbre del Everest?
-He ido cuatro veces al Himalaya y me apasiona. Pero no me gusta la masificación en la montaña, como tampoco me gusta en la Ronda de Dalt de Barcelona.
-¿La avaricia se cargará el alpinismo?
-Alpinismo y negocio han estado siempre unidos. La montaña es el reflejo del capitalismo salvaje de esta sociedad. Pero toda Europa comercializa sus montes. No les vamos a decir a los nepalíes que no lo hagan, que queremos que aquello sea nuestro reducto de paz.
-¿Qué ocho mil nos queda por conquistar a las mujeres?
-Lograr la igualdad plena en los puestos de poder. Ese es quizás el Everest que nos queda por subir.
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