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El Centro Cultural El Avellano de Miera será escenario mañana, viernes, a las 19.00 horas de la conferencia sobre el sistema Alto del Tejuelo, una cavidad subterránea situada en el municipio de Ruesga, de 210 kilómetros de longitud, que lleva explorándose -y descubriéndose- desde ... 1958. La charla correrá a cargo del espeleólogo francés Guy Simonnot que lleva desde 1974 recorriendo los intestinos del subsuelo cántabro. Como él, han contribuido al hallazgo espeleólogos procedentes de diversos puntos de España y de Europa y entre todos, han ido tejiendo esta red de cuevas, hasta topografiar más de doscientos kilómetros de galerías. Una cifra que, tal y como adelantó ayer el profesor francés, «está en constante evolución», porque el mundo bajo nuestros pies es un mundo por descubrir. Así lo afirma Virgilio Fernández Acebo, académico, miembro del Centro de Estudios Montañeses y organizador de esta cita. «En más de cincuenta años, han visitado estos laberintos miles de espeleólogos». Afirma Fernández que existen hasta «cuatro mil cuevas catalogadas solo en una zona del Alto Asón». Un descubrimiento que se ha hecho de forma paulatina, conectando las diferentes grutas que abrían al tiempo varios grupos de espeleólogos en diversos puntos, que han ido enlazando decenas de kilómetros de túneles. Que continúan avanzando en la conquista de las profundidades del Alto Asón.
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Colectivo Alto del Tejuelo
Simonnot hablará mañana de cómo ha vivido estas experiencias y de lo que aporta el subsuelo de Cantabria a los conocimientos sobre geomorfología. «Más allá del aspecto puramente deportivo, las exploraciones nos dan información importante sobre el drenaje hidrográfico del macizo y permiten, por ejemplo, delimitar la cuenca de abastecimiento de una fuente captada. Numerosas observaciones nos permiten enriquecer los conocimientos geológicos locales o perfeccionar los conocimientos sobre geomorfología», expone Simonnot, que comenzó a investigar esta cavidad con su club de espeleología de Dijon cuando aún se desconocía su extensión y belleza. Así lo afirman quienes han tenido la suerte de entrar en las cuevas, una realidad paralela que habita bajo nuestros pies y que se presenta virgen e ingobernable.
Si uno tarda dos horas en recorrer doscientos kilómetros en coche, bajo tierra es otra cosa, «de manera que las grandes dimensiones del complejo nos obligan a veces a instalar campamentos subterráneos durante varios días para poder continuar con las investigaciones al respecto».
En el camino, uno se encuentra con lugares infranqueables o también, como Simonnot, «con un gran río subterráneo que fluye a lo largo de cientos de metros en el fondo de un estrecho cañón con paredes que se elevan a más de cien metros». Imágenes que tan solo los amantes de este deporte se llevan a la superficie y de las que mañana viernes podrán escuchar hablar en Miera.
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