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Tras 362.000 kilómetros recorridos por los cinco continentes a bordo de un coche de 1928, la familia Zapp ha culminado en Argentina, su país, la aventura viajera que comenzó hace 22 años. La ciudad de Gualeguaychú, en la frontera de Argentina y Uruguay, es ... una de las últimas paradas antes de llegar el domingo al Obelisco, el famoso monumento en el corazón de Buenos Aires desde donde Candelaria y Herman Zapp partieron el 25 de enero de 2000. Vuelven con cuatro hijos adolescentes, nacidos en distintos puntos del planeta.
«Los sentimientos son muy encontrados. Estamos terminando un sueño o más bien cumpliendo un sueño. Lo lindo es vivirlo. ¿Qué vendrá después? Miles de cambios, miles de opciones», dice a la AFP Herman que, a sus 53 años ya sueña con dar la vuelta al mundo, esta vez en velero.
Candelaria tenía 29 años cuando emprendieron el periplo. Ahora, a los 51, dice que «todo fue más lindo que lo imaginado. Lo que descubrimos fue la gente». «La gente es maravillosa, es increíble la humanidad», insiste la mujer que conoció 102 países, pese a que alguna vez «un conflicto o una guerra nos obligó a desviar el camino».
Llevaban seis años de casados y tenían «buenos trabajos». Habían terminado de construir su casa en las afueras de Buenos Aires, esa que finalmente será el hogar familiar. Deseaban hijos pero antes querían viajar. Comenzó así una aventura de mochileros hacia Alaska. Alguien les ofreció un coche de 1928, un Graham-Paige, que estaba mal de motor y de pintura. «Ni siquiera arrancaba», recuerda Candelaria. «No tiene los mejores asientos, ni la mejor amortiguación, tampoco aire acondicionado. Es un auto que te obliga a estar alerta. No parece cómodo pero fue maravilloso, fue un 'abre-puertas' que nos sirvió para circular por las ciudades, por el barro, por la arena», se entusiasma Herman.
En los 22 años solo usaron ocho juegos de neumáticos y tuvieron que arreglar dos veces el motor. «Si hubiera tenido una 4x4 cero kilómetros ahora ya no existiría. Éste está más lindo ahora que cuando salió», se entusiasma Herman mientras despliega hacia arriba la carpa que el auto lleva en su techo y donde duermen los cuatros hijos cuando les toca acampar.
Ya en ruta y con los dos primeros hijos -Pampa, nacido en Estados Unidos, de 19 años, y Tehue nacido en Argentina, de 16- agrandaron el coche cortándole por la mitad y agregándole 40 centímetros y un asiento. Así quedó preparado para la llegada de Paloma, que nació hace 14 años en Canadá, y Wallaby, en Australia hace ahora 12.
También se sumaron al viaje Timon, el perro, y Hakuna, la gata, adoptados durante su paso por Brasil, donde quedaron varados en 2020 por la pandemia del covid. Desde el techo, cae una lona que les da privacidad adentro del vehículo, donde duermen los padres. Llevan el maletero como cocina y en el motor pueden cocinar huevos y salchichas o calentar agua. Debajo de los asientos se guarda la ropa y los útiles. Como si fuera un caracol, el coche se convirtió para ellos en una casa familiar durante todos estos años.
«Es una casa pequeña pero con un jardín enorme, con playas, montañas, lagos. Si no gusta el paisaje, se puede cambiar», bromea Herman. En la carrocería se lee: «Una familia viajando alrededor del mundo». En general, los Zapp se hospedaron en casas. Estiman que les han acogido en 2.000 hogares por todo el mundo: «Es increíble la humanidad», se entusiasma Candelaria sobre la solidaridad recibida. «Muchos nos ayudaron solo por ser parte de un sueño».
Pero no todo fueron rosas. Durante el viaje Herman contrajo malaria, atravesaron Asia cuando había gripe aviar, África con el ébola, y Centroamérica con dengue. «Salimos de un covid y entramos en una inmensa guerra. Si esperamos el momento adecuado, siempre va a haber una razón para no cumplir los sueños», dice Herman.
Por las calles de Gualeguaychú, las bocinas saludan el paso del Graham-Paige. Fanáticos de autos antiguos se acercan maravillados para sacarse una foto con ellos y con el coche. Muchos también quieren comprar un ejemplar del libro 'Atrapar un sueño', en el que los Zapp cuentan las experiencias vividas durante los últimos años. Con 100.000 ejemplares vendidos hasta ahora, la venta de este libro es su principal fuente de ingresos
Otros 'abre-puertas' por el mundo fueron el astro Lionel Messi y el papa Francisco, por ser argentinos, como ellos. Incluso, los han ido a visitar para agradecerles y llevarles su libro.
Todo empezó como un viaje de seis meses, sin teléfonos celulares ni GPS, y solo 4.000 dólares ahorrados. Les costó cuatro años y un hijo llegar hasta Alaska. Después regresaron en barco a Argentina y recorrieron el país. Luego vinieron África, Oceanía, Asia y Europa. Tocaron el monte Everest, probaron 'balut' (huevo de pato fertilizado) en Asia, bailaron con los himba en Namibia, entraron en la tumba de Tutankamón en Egipto, navegaron muchos mares.
Para los hijos, fue una experiencia directa que completó el colegio a distancia y las clases de la madre. En Argentina les espera la escuela presencial. «Lo que más quiero es hacer muchos amigos», dice Paloma.
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