Así se salvan vidas tras un alud

Lo más importante en estos casos -en que no hay contacto visual con la persona, porque está sepultada bajo la nieve-, es la localización. Para eso existe el detector de víctimas de avalancha (DVA). Un aparato capaz de registrar las señales de radio de un emisor que todo montañero precavido y sensato llevará siempre. «Es lo más parecido a un detector de metales», cuentan los expertos. La señal emisora es capaz de superar varios centímetros de nieve y el agente de la Guardia Civil camina tras su pista. La pantalla del dispositivo en superficie indica la distancia y dirección en que se encuentra la víctima y además emite un pitido característico, que aumenta la intensidad y la rítmica a medida que se acerca al objetivo.

Para manejar bien esta tecnología, aunque es muy intuitiva, se necesita entrenamiento. «Hay que saber cómo orientarte para localizar a quien se encuentra bajo la nieve». Lo importante es alcanzar el punto donde el aparato marque un espacio de dos por dos metros.

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Una vez allí, hay que guiarse por el tacto. Los agentes portan una lanza de aluminio que se despliega hasta cuatro metros. La pinchan en la nieve para tantear. A veces es todo nieve, otras encuentran piedra y al fin al cuerpo sepultado, que debe desenterrarse con la mayor premura, porque puede que de ello dependa su supervivencia.

«No se puede cavar justo encima del sujeto. Hay que saber hacerlo en un punto donde sepamos que va a resultar sencillo extraerlo y para eso hay que estudiar el terreno», señalan quienes conocen esta técnica. El agente pide refuerzos y son varios los que utilizan sus palas para una rápida extracción. Y así una y otra vez, hasta mejorar la técnica, hasta acortar los tiempos de rescate. Los equipos del Greim de Cangas de Onís, Potes, Mieres, Trives y Sabero continuarán haciéndolo estos días, de forma repetida, en Alto Campoo.