Andanzas por las Merindades: de Valdeporres a Villarcayo

Salimos de Rozas, cuya imagen más icónica es la antigua iglesia que perteneció al terreno amurallado en el que se levantaba el castillo del conde de la Revilla. La torre del templo está en ruinas y cubierta de hiedra, pero mantiene su atractivo.

Por la senda natural del Santander-Mediterráneo enfilamos hacia Pedrosa de Valdeporres, capital de la Merindad. Tras dos kilómetros de recorrido encontramos dos señales que nos informan de que podemos optar entre descender hasta el pueblo por la derecha y, en el vecino Santelices, bajo su viaducto, tomar la pista forestal que nos conducirá hasta Puentedey, o bien coger el GR1, ascender a la izquierda por las faldas de la peña de Paño hasta Dulla y seguir con atención las indicaciones para llegar igualmente a Puentedey por la montaña.

En Puentedey nos recreamos en la observación del gran puente natural abierto por el río Nela en la roca, sobre la que se erigen la iglesia de San Pelayo, el palacio de los Brizuela y algunas de las casas nobles de la parte alta del pueblo, uno de los más bonitos y conocidos de las Merindades. Es aconsejable desviarse unos cientos de metros por la carretera que lleva a Quintanilla de Valdebodres y tomar un camino muy corto a la izquierda para visitar la cascada de La Mea, un salto de agua que baja desde el monte y se precipita por una enorme cornisa de roca. Es posible transitar con plena comodidad y holgura por detrás de la caída del agua. El espectáculo es impresionante, pero hay que esperar a épocas de desnieve o de abundantes lluvias, ya que el resto del año no mana ni una gota.

Desde Puentedey nos dirigimos a Brizuela, donde encontraremos rehabilitada la antigua estación del tren, aunque el bar que acoge está ahora cerrado. Aquí también cabe escoger la senda del ferrocarril o bien desviarse por el Camino del Río y continuar por el GR1 hasta Nela. En estos momentos la explanación del Santander-Mediterráneo está en obras porque se habilita una vía verde hasta Oña, por lo que es recomendable elegir otros itinerarios.

Desde Nela nos dirigimos a Escaño, donde veremos reducido a ruinas el pequeño edificio del apeadero del ferrocarril. El siguiente pueblecito es Escanduso. Pegada a la carretera está su iglesia románica, famosa por su extrema pequeñez.

Un último esfuerzo en el que ya apenas hay ascensos y alcanzaremos Cigüenza. Desde el puente sobre el río Nela se aprecia el trabajo que ha acometido la junta vecinal, sin esperar al Ayuntamiento, para limpiar y recuperar las riberas, por las que merece la pena darse un paseo. El agua devuelve reflejos sorprendentes. Y muy cerca ya está Villarcayo, donde podemos estirar músculos en el parque público y, a la vez, disfrutar del espectáculo de colores que ha plasmado el recién despedido febrero primaveral. La floración se ha adelantado y los árboles bosquejan de rosa un paisaje del que todavía no han desaparecido los ocres de las hojas que el viento agita sobre la hierba verde. Los narcisos y otras flores silvestres puntean ya de amarillo, lila y blanco los caminos a lo largo del recorrido, que supera los veinte kilómetros, pero puede acortarse (o prolongarse) a gusto del senderista. Podemos partir de donde queramos y llegar hasta donde se nos antoje. Y si por fin se completan los trabajos en la vía verde, las posibilidades que se abren son enormes.