Cinco rincones con historia para disfrutar de los Pirineos

Una pista asfaltada parte de la plaza hacia el collado de Organbide. Pasa por el refugio de Azpegi y se convierte en un sendero entre dólmenes para alcanzar las ruinas de la torre romana de Urkulu. También te puedes acercar a la cueva Arpea, emplazada en un lugar idílico.

365 ventanas, tantas como días tiene el año. 75 puertas. Varios muelles para transbordo de mercancías, depósito de máquinas, hotel... y un vestíbulo para viajeros, una de las pocas zonas visitables de la estación. Un lugar lleno de vida desde su inauguración en 1928 hasta 1970, cuando un accidente ferroviario puso fin a la línea Canfranc-Pau y al esplendor de este singular edificio.

Rodeada de montañas, en el camino hacia la estación de esquí de Candanchú, sorprende por sus grandes dimensiones, su estética y su ubicación. Aún conserva su porte majestuoso. Fue el complejo ferroviario más importante de los construidos en España en el primer tercio del siglo XX y el segundo de Europa tras la estación de Leipzig. Su unión con territorio francés se realizaba a través del túnel de Somport, de casi 8 kilómetros de longitud, que actualmente alberga las instalaciones del Laboratorio Subterráneo de Canfranc, principalmente dedicado al estudio de la materia oscura.

Entre otros lugares con historia, podemos mencionar la Torreta de Fusileros, que te llamará la atención desde la carretera cuando te dirijas hacia Canfranc. Y si decides realizar alguna ruta de senderismo, la del embalse de Izas pasa junto a los restos del Coll de Ladrones, fortaleza construida a mediados del siglo XVIII que dominaba el paso a Francia.

La ermita de San Úrbez ha sido centro de devoción de los habitantes del Valle de Vío durante siglos. San Úrbez, protector de las reliquias de los Santos Niños, nació a principios del siglo VIII en Burdeos, fue capturado junto a su madre por los musulmanes y tras varias vicisitudes llegó a estas tierras oscenses donde practicó el pastoreo. La cueva sirvió de refugio al santo en aquella época.

A pesar de pasar desapercibida en un primer momento debido a encontrarse incrustada en la roca, como camuflada, el lugar resulta espectacular, en medio del cañón horadado durante siglos por el río Bellos. Podíamos haber elegido una imagen del templo, pero nos hemos decantado por esta para que puedas hacerte una idea de su emplazamiento... y por dónde discurre la carretera, ¡por el interior de esa enorme 'grieta'! Encajonada entre murallones de hasta 1200 metros de altura. La morfología del cañón provoca una inversión térmica que afecta a la distribución de la vegetación, así las hayas se encuentran en las zonas más bajas y las carrascas en las mas altas.

Frente a la ermita se ha habilitado un aparcamiento para solo diez coches (más dos plazas para personas de movilidad reducida). Desde aquí, pasando el puente de San Úrbez, no apto para todo aquel que sufra de vértigo, parten varios senderos de diferentes dificultades que permiten adentrarse en el cañón.

Si te decimos el nombre de 'Beret', seguramente pensarás en la estación de esquí de Baqueira-Beret. La Val d'Aran acoge visitantes en cualquier época del año y ofrece numerosos itinerarios adaptados a todos los niveles, desde paseos familiares hasta las rutas para los más avezados montañeros. Nos decantamos por uno de los primeros: 10,6 kilómetros de recorrido circular, con punto de partida en el aparcamiento de Pla de Beret.

En la mitad de la ruta nos aguarda el santuario de Montgarri, ubicado en un cruce de caminos entre Val d'Aran, el Pallars Sobirá y el Ariège (Francia). Fue construido a principios del siglo XII junto al río Noguera Pallaresa y ha servido de hospital de montaña, alojamiento de viajeros y cobijo de fugitivos. De hecho, el Valle fue una de las principales vías de entrada de refugiados durante la Segunda Guerra Mundial. Numerosos judíos atravesaron los Pirineos por los caminos procedentes de Ariège y llegaron a Montgarri en su huida de la persecución nazi. El santuario lo constituyen la iglesia, la rectoría y varios edificios anexos que formaban parte del antiguo hospital, donde hoy día encontramos un refugio, restaurante y bar.

Con la excusa de conocer un pueblo medieval típico nos desplazamos a un rincón de la montaña gerundense, al entorno de la estación de esquí Vallter 2000 y el hermoso valle de Camprodon –a media hora de Olot y de Ripoll–. Solo 30 kilómetros separan Camprodon de nuestro destino, Beget.

Si tienes la suerte de visitarlo un día en el que no coincidas con una multitud de turistas con la necesidad imperiosa de inmortalizar cada uno de sus rincones cámara en ristre, recórrelo con calma, merece la pena. Conserva toda esencia de un pueblo medieval: callejuelas estrechas y adoquinadas, casas de gruesos muros edificadas sobre la roca negra y rojiza, puentes de piedra... y la iglesia. Erigida en honor a San Cristóbal (siglo XII), sus cimientos se levantan sobre un templo anterior del siglo X. La torre-campanario, de un típico románico lombardo-catalán, destaca imponente sobre los tejados de las casas. Pero el verdadero tesoro se encuentra en el interior: la magnífica talla del Cristo en majestad (s. XII) de su retablo mayor, una de las más bellas que pueden verse en Cataluña.

Aquí el arte va unido a la naturaleza; por Beget transcurren varias rutas que se adentran hacia la Cataluña Norte y el corazón de la Alta Garrotxa y se encuentra dentro del GR-11. Los montañeros tendrán la oportunidad de calzarse las botas para realizar algún recorrido y los niños disfrutarán en la pozas cercanas del arroyo de Salarsa.