Borrar
En el corazón de una catedral verde

En el corazón de una catedral verde

La subida a las brañas de Bucierca, en el municipio de Los Tojos, permite adentrarse en el interior de un espectacular hayedo en una ruta de lo más asequible

Jueves, 18 de abril 2024, 07:23

Quien la conoce, le cuesta describirla con una palabra. 'Bufff...'. Ese suspiro entornando los ojos encierra admiración, respeto y quizá también, agradecimiento. Porque la ruta que lleva a las brañas de Bucierca es un compendio de tantas sensaciones que es casi imposible que un aficionado a la naturaleza no se enamore al instante y para siempre de ella. Hasta el punto de que a veces se sienta la necesidad de ir para adentrarse –literalmente– en uno de los parajes más majestuosos de Cantabria. Conceptos como paz, tranquilidad y conexión con la naturaleza alcanzan todo su sentido por una pista que discurre por un hayedo y en el que la luz del sol, en todas las horas que luce y en todas las épocas, se encarga de dibujar paisajes casi irreales.

Marco García Vidart

Ubicada en el municipio de Los Tojos, la ruta hacia las brañas de Bucierca tiene como punto de referencia el Centro de Interpretación del Parque Natural Saja Besaya. Por la carretera CA-280, si se viene desde Cabezón de la Sal el inicio de la ruta está pasando el centro a unos 500 metros. Si por el contrario se viene por el puerto de Palombera, está justo al comienzo de la subida al puerto y, lógicamente, nunca hay que llegar al centro de interpretación. Una gran ventaja es que hay un pequeño aparcamiento a apenas 60 metros del inicio de la ruta.

La ruta

La ruta
  • Localización: Los Tojos.

  • Duración total: 4.30 horas.

  • Longitud total: 11 kilómetros.

  • Nivel: Fácil.

La subida a las brañas de Bucierca son unos cinco kilómetros y medio de recorrido hasta el refugio, un poco más si se llega hasta una de las laderas cercanas para disfrutar de mejores vistas. Desde el inicio, a algo menos de 500 metros de altitud -494 metros-, ya avisa. Es una subida. Pero que no teman los que estén menos en forma. Es un ascenso constante, pero sin ninguna rampa imposible de esas que obligan a no hablar. Quizá es un poco más exigente en su primer tramo, pero tan poco que apenas se percibe. La culminación del recorrido está en los 1.078 metros, por los que son cerca de 600 metros de desnivel los que hay que salvar.

Desde su comienzo, algunas hayas ya preparan para lo que se avecinará después. En esos primeros metros, árboles retorcidos o con varias ramificaciones buscan su espacio hacia el sol. En la primera parte de la subida el paisaje está algo enmarañado. El bosque no es tan 'limpio' y otras especies, como los avellanos, conviven con los gigantes del bosque justo a la orilla de la pista.

Una pequeña rampa algo más dura termina en una primera curva cerrada a la izquierda –en el sentido ascendente de la marcha–, con algo más de kilómetro y medio ya recorrido. Ahí aparece el primer gran paisaje. A la derecha, las hayas, rectísimas, componen una escena lo más parecida a un bosque de columnas que sustente una catedral. El silencio apenas se rompe por el canto de algún pájaro o el sonido de los campanos de las vacas y yeguas de las laderas cercanas.

Al poco, otra curva del recorrido permite disfrutar de una panorámica hacia el sur. Los montes por los que discurre y que circundan toda la carretera del puerto de Palombera. Ahí arranca un tramo que se diría casi plano, para que quien esté menos en forma recupere un poco.

*Consulta el punto de partida de la ruta. Inicio desde el aparcamiento donde puedes dejar el coche:

Y aquí, la ruta en Wikiloc.

Powered by Wikiloc

El asombro

Otra curva a la izquierda, la segunda a tener en cuenta, marca la segunda fase del recorrido. La subida sigue siendo tendida. Y los paisajes de cuento se multiplican. Los claros en el bosque son constantes y esos troncos interminables y en muchos casos blancos, coronados con verdes u ocres según la época del año, se alinean a un lado y al otro del recorrido. Algunas hayas, como si quisiesen saludar de cerca al caminante, se yerguen junto a la pista. El sol juega a su antojo para crear juegos de luces a cada segundo. Las imágenes sobrecogen de tal manera que obligan a pararse varias veces. El silencio es casi absoluto, a veces solo roto por un picamaderos absorto en su trabajo. O también por el 'ladrido' de algún corzo o alguna venada. En la subida a Bucierca, el suelo, siempre cubierto de hojas, proporciona un camuflaje perfecto a esos animales y en general, son ellos los que ven primero al visitante para, con una palabra de enfado, pegar cuatro trancos haciendo ruido entre la hojarasca para marcharse algo más lejos.

La magia de la subida sirve de preámbulo a una larga recta. Tan larga que llega a hacerse eso, un poco larga. Al terminar, el bosque se vuelve a enmarañar para dar paso a la tercera y última curva cerrada a la izquierda. Tras ella, se ve ya el cielo que en otras partes del recorrido tapan los árboles. Es el principio del fin de la subida. Poco después, terminan los árboles y empiezan las brañas. En el inicio, un refugio a poco más de 1.000 metros de altura. Hasta ahí, desde el comienzo de la ruta son 5,5 kilómetros en los que a paso tranquilo se invierten dos horas y cuarto. La pista sigue un buen tramo, más ajada, para desaparecer entre las brañas. Cerca del refugio hay un depósito de agua. No es mala alternativa subir por la ladera frente a él para disfrutar de una buena vista de parajes del municipio de Los Tojos.

1. Al principio del recorrido

Una de las hayas al comienzo de la ruta, con una forma de lo más peculiar. M. G. Vidart

2. Bosque más cerrado

Algunas especies, como los avellanos, conviven con las hayas en la primera parte de la subida.

3. El espectáculo de las hayas

La luz del sol se filtra por el hayedo y crea un espectáculo constante.

4. Último tramo

Un claro en el bosque anticipa el final de la subida.

5. La cima

Desde las brañas de Bucierca la vista es magnífica a varios paisajes del municipio de Los Tojos y de otros municipios adyacentes.

1 /

Lo cómodo de la ruta permite varios planes, como hacerla, descansar un rato y emprender el camino de vuelta para, si se desea, comer por alguno de los pueblos del municipio. O también llevar la comida y disfrutar de un buen 'restaurante' con vistas a más de 1.000 metros de altura.

El regreso acentúa aún más los cambios en un paisaje en el que el sol es el maestro de ceremonias. Las mismas escenas parecen completamente diferentes en una ruta que sorprende en cada estación del año. Incluso en invierno, cuando los hayas ya han perdido todas sus hojas, la subida a Bucierca guarda un atractivo. En esos días de previsión de nieve entre 800 o 1.000 metros, se llega con toda seguridad por la carretera y se puede disfrutar, al final de la ruta, de la sensación de caminar entre una ligera nevada. El espectáculo no desmerece en nada al de un día de primavera, verano u otoño.

Facilidad de acceso, ruta muy cómoda e incluso, para los que gusten de compartirlo todo al instante, buena cobertura de móvil en muchos puntos del recorrido. Pero la subida a Bucierca invita a dejarlo en silencio y usarlo, tan solo para hacer fotos. Y en ocasiones, ni eso. La elegancia y solemnidad de las hayas, la luz entre los árboles, el silencio... Es una ruta para dejarse abrumar por las sensaciones y volver a ella de forma recurrente. Solo así se aprenderá el significado de ese 'bufff' de quienes intentan describirla.

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

eldiariomontanes En el corazón de una catedral verde