Por el escenario de 'Peñas arriba'

Desde el aparcamiento, que se encuentra junto a la iglesia y antigua escuela de Tudanca, atravesamos el pueblo en dirección sureste y a los 400 metros de salir, en una curva a la derecha, parte un camino a la izquierda que ignoramos (por él regresaremos). Seguimos caminando y a otros 400 metros encontramos un gran panel sobre 'Peñas arriba' (parte de cuya obra Pereda desarrolla en Tudanca), colocado en el centenario de la publicación de la novela; también hay un indicador que nos señala la dirección del Camino de las Basnas y del Camino Real. Nosotros iremos a la izquierda, iniciando el viejo camino por donde bajaban los tudancos la hierba del 'prau conceju'.

Seguimos este viejo camino –atentos porque en algunos tramos está poco visible– hasta volver a la pista que dejamos, en las inmediaciones de una portilla canadiense. A los 30 metros hay un camino que sale a la derecha, pero seguimos la pista principal, al noroeste, hasta un curva en la que tenemos un privilegiado mirador hacia Tudanca, La Lastra, Peña Sagra… Es el mirador de la Jorcada.

Seguimos la pista y, sin dejarla ni salirnos de la misma en los desvíos que se dirigen al 'prado conceju', llegaremos hasta el final en las brañas de Carracedo. Aquí veremos un indicador que prohíbe seguir vehículos, salvo autorizados. Habremos caminado unos 6,5 kilómetros. Entonces nos vamos hacia el noreste, campo a través y ascendiendo un poco por las brañas para buscar una senda de ganado que se halla a unos metros por encima de un espino albar; esa senda nos permite atravesar, dirección norte, los escajos. Pronto llanea un poco y buscamos el mejor camino para alcanzar el cueto Caorra al norte. Aunque sólo estamos a 1.187 metros, nos regala unas estupendas vistas. Comenzamos el descenso por todo el sierro abajo, dirección norte hasta un amplio collado, y más al norte otro cueto al que ascenderemos.

Una vez en ese cueto nos vamos por la loma del noroeste teniendo a nuestra vista unos prados a lo largo de toda la loma: es la sierra e invernales de Yero, a donde tenemos que dirigirnos. Bajamos por la loma abajo hasta llegar al arbolado –acebos, robles, hayas, avellanos…– en el que buscamos una senda por la misma cima, bastante perdida, ligeramente por la parte alta de la ladera oeste. Así atravesamos la zona arbol ada hasta llegar a los prados e invernales. Cruzamos de sureste a noroeste toda la pradería, dejando una serie de invernales a nuestra izquierda, hasta el último, en donde el camino sigue, dando una curva a la izquierda, para seguir al suroeste.

Tras una curva a la derecha y poco después otra a la izquierda, sale un camino a la derecha, pero nosotros continuamos a la izquierda, seguimos la pista y pronto alcanzamos de nuevo Tudanca.

Aunque la cima del Caorra es modesta, se nos ofrece desde la misma unas espléndidas vistas en todas las direcciones: La Concilla a tiro de piedra al sur, cueto Jerguera, cueto Escajos, cueto la Jaya, Peña Sagra, Castro Valnera, macizos Oriental y Central de Picos de Europa…

Tudanca merece la pena callejearla. Y no podemos dejar el casco urbano sin acercarnos a la casona de los Cuesta. Si está abierta y hay guías, aconsejo entrar y recorrerla detenidamente. La Casona es un tesoro de originales manuscritos de literatura de la segunda mitad del siglo XIX y primera del XX. En ella tendría de invitados don José María de Cossío, a don Miguel de Unamuno, a Rafael Albertí, a Federico García Lorca, a Gregorio Marañón y a tantos otros.

Según Cossío, una vez que los vecinos habían recogido su cosecha, en los alrededores del pueblo, tocaba repartir y recoger la hierba del 'prau conceju'; para ello se reunían todos los vecinos en concejo abierto para efectuar el sorteo. Estos tenían derecho a un lote o haza; las viudas tenían derecho a media; y las solteras con hijos a un cuarto. Tenían dos bolsitas. En una estaban metidas unas tablitas con todos los nombres de los vecinos con derecho a la cosecha, y en la otra, los números de los lotes o hazas (parcelas) en que habían repartido el inmenso prado. Además de Cossío, Unamuno también escribió un ensayo basándose en ese reparto.