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J. Garay
Jueves, 8 de agosto 2019, 14:49
«Mami, por fin hemos conocido tu Espigüete. Cuesta subir cada montaña sin tí a nuestro lado. Te queremos mucho, mamá». «Fernando R. R. 1-08-1969/16-05-2016. Hermano, tu cuerpo no volverá a acompañarme por estas montañas, pero yo sé que nunca ... me dejarás y tu alma me guiará». «Siempre estarás en nuestro corazón. Te queremos». Estas y otras placas de recuerdo a montañeros fallecidos jalonan la cima del Espigüete, una de las cumbres señeras de Palencia. Y de las más peligrosas. «Por aquí se han matado más de 20 personas», dice un solitario montañero de la zona señalando el gran desnivel de la cara norte de este pico. El caso más trágico ocurrió en 1991, cuando tres montañeros vascos perecieron víctimas de una avalancha. El último accidente mortal ocurrió en 2006, cuando un ertzaina de Santurtzi con experiencia en ochomiles se desempeñó 450 metros en el vacío.
Lo cierto es que los 2.451 metros de esta montaña no son excesivamente peligrosos… en verano. Fuerte pendiente con aristas pronunciadas que no presentan demasiado riesgo siempre que se avance con prudencia y la roca esté seca. Es en invierno cuando esta cima muestra su rostro más arisco. La mencionada cara norte se convierte en un atractivo para los montañeros más atrevidos. Pero la nieve y el hielo de convierten en trampas que en ocasiones ni la mayor de las experiencias puede sortear. Es esta vertiente la que ha hecho ganarse al Espigüete el calificativo de 'montaña negra'.
Pese a que es pleno mes de julio y el sol aprieta, decidimos emprender la subida por el este. Dejamos el coche en el aparcamiento de Pino Llano, en Cardaño de Arriba. Tras dormir en sacos a la intemperie, emprendemos la subida. Son las 6.36 de la mañana y todavía hace frío. Nueve grados. Seguimos el camino que parte del parking y cuando apenas hemos recorrido 100 metros hay que girar a la izquierda. También se puede seguir de frente para llegar a la cara norte o para visitar la deliciosa cascada de Mazobre, una ruta muy recomendable y bella para hacer con niños. Por ella pasaremos, pero a la vuelta.
Desnivel. 1.081 metros positivos desde los 1.370 del aparcamiento de Pino Llano hasta las 2.451 de la cima del Espigüete
Distancia. 11 kilómetros
Dificultad. La subida por la cara este es exigente físicamente. La bajada por la cara norte exige mucha atención por la fuerte pendiente. En invierno es muy peligrosa.
Material. Botas de caña alta o zapatillas de trail con tacos.
Volvamos a la subida. El Espigüete no da tregua y la pendiente es considerable desde el comienzo. Tras casi hora y media de esfuerzo, llegamos a la arista. Son las 8.18 de la mañana. Hace ya un rato que el sol ha aparecido a nuestra espalda. Permite contemplar el Curavacas, la otra cima más conocida de Palencia y la más alta con 2.520 metros. Hemos salvado ya el mayor desnivel tras pasar de los 1.370 metros del parking hasta los 2.400 aproximadamente. Ahora se trata de recorrer la cresta hasta llegar a la cima. Lo cierto es que el camino llega a asustar. A lo lejos se vislumbra una arista que promete emociones fuertes. Tanto que hay que plantearse si seguir adelante. Una retirada a tiempo es una victoria. Siempre. Pero cuando llegamos a este punto, comprobamos que el peligro no era tal. O al menos no tan grande como parecía a lo lejos.
Tras pasar esta zona, seguimos adelante. Son las 8.36. Lo que queda hasta la cima en un continuo sube y baja. «Por aquí se han matado más de 20 personas», nos comenta el montañero antes mencionado. Va solo, lo que nunca es buena idea en la montaña. «Es muy difícil coincidir con amigos para subir», comenta a modo de justificación. La cima está ya a la vista. Unos metros antes de coronar, todo un rosario de placas conmemorativas nos recuerda de nuevo la cara más amarga del Espigüete. «Mami, por fin hemos conocido tu Espigüete…».
Justo tres horas después de arrancar llegamos por fin a la cumbre. Son las 9.36. Con un sol radiante, las vistas son espectaculares. De frente, hacia el oeste, el pantano de Riaño. Hacia la derecha, los imponentes Picos de Europa. Momento para disfrutar, descansar, reponer fuerzas y, sobre todo, hacer planes para otras ascensiones. Picos…
Es momento de reanudar la marcha. En lugar de volver sobre nuestros pasos, decidimos bajar por la cara norte. Es pleno verano, de manera que el riesgo es mucho menor. De esta forma, pasaremos por la cascada de Mazobre para luego volver al aparcamiento completando una ruta circular. Pese a que el camino parecía claro, nos equivocamos y comenzamos el descenso por donde no era. Es todo piedra suelta, de manera que hay que andar con cuidado. Rezamos casi para poder enlazar con la vía principal. La idea de tener que remontar otra vez hacia la cima no es precisamente alentadora. Por suerte, lo conseguimos.
El paisaje ha cambiado por completo. De la descarnada roca se pasa a un verdor intenso. A las 12.05 llegamos a la cascada de Mazobre. No es la más grande, pero su belleza asombra. El verdor, el agua cristalina… No puede haber mejor premio tras una mañana en el monte. Un paraje ideal para visitarlo con los más pequeños.
Tras refrescarnos, emprendemos el regreso. Son 45 minutos de agradable paseo para recordar la subida y saludar a los que van a conocer o repetir en la cascada. Llegamos al parking a la una. Han sido once kilómetros y cinco horas y media de una ruta por una de las montañas más peligrosas de Palencia y por un paraje tan incomparable como el Mazobre. Un buen plan para un mañana de verano.
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