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El invierno se siente como una amenaza y animales y plantas se recogen, como quien busca refugio para evitar el golpe. Pero estos primeros días de primavera, el sol brilla y es un momento ideal para perderse (dentro de un orden) en cualquiera de los ... bosques de Cantabria para comprobar hasta qué punto enganchan la humedad y los aromas de la tierra, ahora más palpables que nunca. Así sucede cuando el rocío y la lluvia empapan la tierra.
En nuestra región se alza uno de los bosques más imponentes del norte de España, un hayedo muy bien conservado que invita a recorrerlo por pistas y senderos señalizados que nos permiten adentrarnos en el corazón de este ser vivo. Es el parque natural de Saja-Nansa, 24.000 hectáreas casi intactas, un territorio marcado por dos ríos y curiosamente situado a escasos kilómetros del litoral, de pueblos como Comillas o San Vicente de la Barquera.
Esta es una de las muchas rutas que atraviesan la reserva natural, que permanecen abiertas gracias a la acción de los ganaderos; no necesitas ser un alpinista para marchar ni ir dejando migas de pan para no perderte: si eres prudente y sigues la pista, verás todo lo que hay que ver. El sentido común evita muchos disgustos y si llevas un reloj y un móvil sabrás cuánto tiempo llevas caminando y -sobre todo- cuánto tardarás en volver hasta el lugar donde quedó el coche.
La pista elegida parte de Bárcena Mayor, núcleo rural restaurado y con muchos atractivos. A la entrada del pueblo encontrarás un aparcamiento obligatorio pero los vecinos de la comarca cruzan el casco urbano en coche para trasladarse hasta la zona recreativa de Llano Castrillo, situada a un par de kilómetros y dotada de un segundo parking. Tú y tu civismo decidís, pero el saber no ocupa lugar en una mochila con agua y bocadillos.
El sendero asciende suavemente en paralelo al río Lodar durante unos cinco kilómetros y te mostrará bonitas y profundas pozas de agua transparente que en verano invitan al baño. A partir de ahí, la pista gana pendiente con algunos repechos más exigentes, pero nada que no pueda vencer una persona sana acostumbrada a caminar. Los seis kilómetros siguientes son los más impactantes, ya que nos adentraremos en un bosque vivo donde robles, hayas, castaños y acebos compiten por un rayito de luz. En algunas revueltas del camino comprobarás cómo el arbolado se abre para mostrarte las laderas que ascienden hacia el Alto de Fuentes, destino último del recorrido, y el impactante colorido de un bosque que comienza a rendir sus hojas ante la inminencia del invierno.
Tras nueve kilómetros de marcha llegaremos a las cascadas de La Arbencia, justo en el punto donde los arroyos Hormiga y Fuentes confluyen para dar vida al río Lodar. Para ver los saltos tendremos que descender por la ladera hasta encontrar un punto desde donde observar cómo cae el agua, aunque la tupida vegetación nos impedirá apreciarlo convenientemente.
Aun así, es un lugar estupendo para el bocadillo, así que consulta con tus fuerzas y decide si estás en condiciones de continuar, porque pronto llegarás a las praderas de la Cruz de Fuentes, a 1.300 metros.
Las vistas sobre la comarca son imponentes desde este punto donde todavía pasta el ganado, cuyo descenso a los valles tendrá lugar en las próximas semanas.
En total, 15 kilómetros de ida (y otros tantos de vuelta, calcula ocho o nueve horas) en los que tus piernas y tu cabeza determinarán el momento adecuado para emprender el regreso. Eso sí, siempre en bajada.
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