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Jueves, 19 de diciembre 2024, 16:55
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Liébana es una comarca donde la diversificación de planes alcanza una paleta muy completa para todos los gustos y condiciones. Hay quien denomina a este territorio como la pequeña Suiza por sus montañas de abruptos desniveles y paisajes de ensueño. El Cornón de Peña Sagra y los Picos de Europa custodian los valles de Liébana. En mitad de este encuentro de peñas, poblaciones y ecosistemas se erige el monte La Viorna y a sus pies el monasterio de Santo Toribio, guardián del Lignum Crucis, que tantos años jubilares ha celebrado. En este contexto, se sitúa la ruta de las ermitas, donde hace siglos se retiraban los monjes para orar y realizar sus penitencias.
Estos pequeños santuarios, cuidadosamente mimetizados con la vegetación de la zona, salpican de historia este recorrido. Algunas de estas capillas conservan su estructura original, otras han sido reformadas y de unas pocas no quedan más que vestigios de lo que un día fue. Antes de comenzar este viaje en el tiempo por las principales ermitas, se puede parar en el monasterio y leer los paneles informativos para llevar píldoras informativas en la mochila de viaje de esta aventura.
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Hay dos puntos de inicio, uno es desde el propio monasterio y el segundo desde la ermita de San Miguel, que además tiene un mirador 360 grados que nos aporta una vista espectacular del valle de Camaleño y de la villa de Potes. Esta atalaya nos eleva sobre la ladera, adentrándonos en los Picos de Europa al tiempo que disfrutamos de la capital de la comarca de Liébana y de la sierra de Peña Sagra.
En este cuadro de infinitas pinceladas, se puede iniciar la ruta de las ermitas, itinerario conectado gracias a adecuación de un sendero entre la ermita de San Miguel y la de Santa Catalina, actuación promovida por la Mancomunidad de Liébana y Peñarrubia en el marco del Plan de Sostenibilidad Turística de la comarca de Liébana. El camino nos sumerge en un encinar que nos lleva a Santa Catalina, construida probablemente entre los siglos XII XIII y que conserva una espadaña de tres cuerpos y una capilla de estilo románico.
Tras deleitarnos con las vistas, continuamos rumbo al tercero de los eremitorios Cueva Santa de estilo prerrománico de influencia asturiana y construida antes del año 900. Las ermitas que se localizan en torno al monasterio de Santo Toribio son siete y pertenecen a una etapa prerrománica, entre los siglos VI y X, aunque las tres situadas al Norte, en la divisoria con el valle del Deva, fueron reformadas a partir del siglo XIII.
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Seguimos la peregrinación y llegamos al santuario de Santa María de Los Ángeles, que conserva sus ruinas a unos 40 metros de Cueva Santa, en mitad de la floresta y muy escondida entre la vegetación. Mientras caminamos podemos echar la vista al cielo para avistar rapaces o afinar el oído para escuchar el tamborileo de los pícidos que trabajan en este mágico circuito que combina historia y naturaleza.
La ermita de Santa María Magdalena se presume que está a 50 metros de desnivel por encima de Cueva Santa. El historiador Enrique Campuzano señala que la advocación de la Magdalena está relacionada con obras de misericordia -pobres y peregrinos-, y en particular con la curación de enfermedades, por lo que esta ermita, al ser la más alejada del monasterio, podría haber servido para esta finalidad, según escribe Campuzano en un artículo.
La ruta completa es de breve recorrido en cuanto a longitud, pero si somos curiosos se hará mucho más larga porque hay muchos detalles de apreciación en este viaje histórico. La ermita de San Pedro se localiza sobre Santa Catalina, pero encontraremos ruinas porque no se logró su conservación. Su tipología era como la de Cueva Santa y Nuestra Señora de los Ángeles.
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Con el fin de completar el recorrido quedaría la capilla de San Juan de la Casería antes de llegar al monasterio. Ésta es posiblemente de origen gótico reconstruida en el siglo XVI con la ampliación de la nave. Las siete ermitas que componen este recorrido son joyas culturales, de disfrute y regocijo para aquellos visitantes que quieran impregnarse de una experiencia histórica durante esta ruta de unas 2 horas de duración, aunque la contemplación minuciosa nos pueda llevar a doblar el horario.
Como broche final a la experiencia podremos visitar una destilería de la zona y culminar con una buena degustación de platos lebaniegos en alguno de los pueblecitos que hacen de Liébana un lugar de ecoturismo en España.
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