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JAVIER MUÑOZ
Jueves, 6 de junio 2019, 14:26
Si recuerdo la Maza de Pando (1.021 metros) es por la fotografía que hice en ese monte casi por casualidad un día despejado de diciembre, con viento sur y una luz que acentuaba los tonos de los prados. De regreso al coche, un ... caballo apareció detrás de nosotros en un punto donde el camino hacía una rasante. Su silueta se recortó sobre la cima que habíamos subido, dando el tono de una excursión entretenida, aunque a ratos incómoda debido al brezo que cubría algunos tramos. Pero el esfuerzo merecía la pena, porque arriba se disfruta de una panorámica completa, relajante si la mañana es soleada, con Burgos a un lado y Vizcaya al otro.
La foto del caballo se publicó en una guía montañera. No era nada del otro mundo, pero retrataba un lugar que en aquella época, han pasado bastantes años, se decía que interesaba a los caminantes menos que el Balgerri e Ilso de las Estacas, crestas próximas a la Maza de Pando que también se elevan por encima de los mil metros.
Las tres ocupan la parte central de los Montes de Ordunte, que separan los valles de Mena y Carranza, y en cuyos bosques fueron abatidos los últimos osos a comienzos del XIX. Desde allí se dominan el embalse que abastece a Bilbao y amplias zonas de las Encartaciones, Burgos y Cantabria, todas de gran belleza, especialmente en esta estación del año.
La Maza toma prestado el nombre del barrio de Pando, en Carranza. Una de las subidas arranca de ese lugar, de un núcleo llamado El Chorrote. De las últimas casas salen dos pistas y se toma la de la derecha. Avanzando entre robles y pinos aparece la fuente de El Bernacho y más adelante, siguiendo la pista, un hayedo antes de llegar al prado de La Lastra.
Después de otro llano, la siguiente referencia es el barranco que forman la Maza y el Ilso de las Estacas, y después vienen un pinar y un cruce de caminos, donde hay que ignorar los dos de la izquierda. El superior lleva al collado de La Poza, comunicación natural entre el valle de Mena y el de Ordunte. Tomando a la derecha se gana altura hasta la cima, dejando atrás lo que fue una línea de trincheras de la Guerra Civil.
La subida dura un poco más de dos horas y otra más para regresar al punto de partida. Las guías aconsejan volver por el mismo camino sin tomar atajos. También se puede ir a la Maza desde Nava de Ordunte, y en Internet se detallan travesías que enlazan ese monte con sus vecinos el Balgerri y el Ilso de las Estacas. Otras excursiones hacen combinaciones con cimas algo más distantes, como el Kolitza, en Balmaseda, o el Zalama, en Agüera.
En la marcha desde Pando, por un entorno de vacas, caballos, corzos y buitres, no vimos a nadie ni al subir ni al bajar. Pero arriba encontramos a un ganadero que vestía un buzo azul gastado y unas katiuskas embarradas. Había subido a ver qué hacían sus vacas y charlamos un rato con él sobre el tiempo impropio de la estación. Luego el hombre se despidió y se alejó ágilmente entre los brezos. Llamaba la atención la facilidad con que descendía con sus modestas katiuskas, porque otros, como buenos urbanitas, nos trastabillamos cuando metemos el pie en las huellas resecas que deja el ganado, ocultas bajo la vegetación. El calzado de montaña, con la suela desgastada en las aceras de la ciudad, no sirve de mucho.
La excursión fue sencilla y relajante. La Maza es un buen motivo para acercarse a un entorno todavía rural, de los pocos que quedan en el País Vasco.
Naturaleza a nuestra disposición, especialmente en días de labor. Un lugar que parece de otro tiempo y que tenemos al lado de casa.
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